Por Mary Anastasia O'Grady
The Wall Stret Journal
Dicen que Cuba es un lugar donde el tiempo se detiene y, ciertamente, eso es lo que pareció la semana pasada cuando Jimmy Carter llegó a La Habana a confraternizar con los hermanos Castro. La imagen de la amplia sonrisa del ex presidente estadounidense de 86 años mientras descendía de un jet para reunirse con los pesos pesados del régimen parecía salida de una vieja película que hemos visto muchas veces.
El agricultor de maníes más famoso del mundo ha trabajado durante más de tres décadas y media para que la represiva dictadura militar de la isla obtenga más respeto en Estados Unidos. Este viaje no fue diferente. La agencia Agence France Press informó que se realizó por "invitación de La Habana" y que apuntaba a "mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba". Fidel elogió a Carter como "valiente y serio".
Las razones por las que la dictadura busca a Carter son obvias. La lista de personas, sin contar a Mahmoud Ahmadinejad, Kim Jong Il y Chris Dodd que están dispuestas a brindar legitimidad a uno de los más desastrosos experimentos revolucionarios del siglo XX se está reduciendo rápidamente. El ex presidente es, como se dice, útil.
Tal vez nunca sepamos los motivos que llevaron a Carter a aceptar ser usado. Pero sabemos la forma en que fue usado. El miércoles, antes de que dejara La Habana apareció en la televisión cubana para argumentar a favor de la liberación de cinco espías cubanos, conocidos como "la Red Avispa" que actualmente cumplen condena en cárceles estadounidenses.
Nunca antes Carter había caído más bajo. No solamente porque demuestra una completa falta de consideración por el sistema judicial estadounidense. El peligro que los agentes cubanos que operan en EE.UU. representan para los estadounidenses está bien establecido. Tratar esos delitos de manera ligera solamente incrementará la exposición del país a serios riegos.
Al principio, había muchas esperanzas de que Carter sería capaz de conseguir la liberación de Alan Gross, un contratista de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos que Cuba tomó como rehén en diciembre de 2009. El estadounidense de 61 años aparentemente llevó hardware a miembros de la diminuta comunidad judía de la isla para que pudieran acceder a Internet. Fue sentenciado a 15 años de prisión.
Sin embargo, una vez que Carter arribó a La Habana, anunció que no estaba allí para "sacar (a Gross) del país". Lo visitó y recomendó su liberación, algo que todavía podría ocurrir. La salud de Gross es frágil y en su casa de Maryland tanto su madre como su hija están combatiendo contra el cáncer. Abundan los rumores de que recibirá un perdón por consideraciones humanitarias.
Cuba, sin duda, presentará su liberación temprana como evidencia de su buena voluntad con el mundo. Pero ahora parece estar esperando más que alabanzas internacionales. Un objetivo parece ser el canje del prisioneros estadounidense por los "avispas".
Gerardo Hernández, René González, Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Fernando González Llort fueron arrestados por la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) el 12 de septiembre de 1998. Otros cinco integrantes de la red fueron detenidos el mismo día pero aceptaron acuerdos para actuar como testigos de la fiscalía.
El FBI ha reunido una gran cantidad de evidencia. Utilizó la ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (Foreign Intelligence Surveillance Act) y órdenes judiciales para investigar al grupo durante tres años. Hernández, que está cumpliendo dos cadenas perpetuas, fue condenado por conspiración para cometer asesinato en el caso del abatimiento por parte de la Fuerza Aérea Cubana de dos aviones civiles cuyos vuelos habían sido contratados por exiliados cubanos de Florida en 1996. Cuatro estadounidenses murieron. La fiscalía también demostró que "las avispas" habían buscado infiltrarse en instalaciones militares estadounidenses y descubrir puntos no protegidos de la costa de Florida por los que se pudieran introducir armas y explosivos a Estados Unidos.
Puesto que Cuba es tan pobre, sus defensores estadounidenses señalan con frecuencia que no representa una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. Pero esto ignora al espionaje cubano. En 2002 la analista de la Agencia de Inteligencia de Defensa Ana Belén Montes, la agente de inteligencia estadounidense de más alto rango acusada de espiar para Cuba, se declaró culpable y fue sentenciada a 25 años de cárcel. Su detención, 10 días después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, se hizo a gran velocidad debido a que tenía la posibilidad de traspasar a agentes enemigos información sensible sobre la invasión de EE.UU. a Afganistán.
Los estadounidenses todavía no saben cuánto daño Walter Kendall Myers, un analista que trabajaba en inteligencia e investigación para el Departamento de Estado, y su esposa, Gwendolyn Myers, también empleada en ese departamento, causaron a Estados Unidos durante los 30 años durante los cuales espiaron para Cuba. La pareja fue reclutada por la misión cubana ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, un notorio centro de la inteligencia cubana.
Carter debería limitarse a hacer favores personales para su "amigo personal", como describió a Fidel cuando estuvo en La Habana, de acuerdo con Europa Press. Cuando una reunión de seis horas con el viejo tirano es seguida por un anuncio de Carter expresando "dudas" respecto al juicio que llevó a la condena de los espías y una promesa de hablar con el presidente Obama respecto a un perdón para ellos, cuesta no verlo como un cómplice de la dictadura militar cubana.
The Wall Stret Journal
Dicen que Cuba es un lugar donde el tiempo se detiene y, ciertamente, eso es lo que pareció la semana pasada cuando Jimmy Carter llegó a La Habana a confraternizar con los hermanos Castro. La imagen de la amplia sonrisa del ex presidente estadounidense de 86 años mientras descendía de un jet para reunirse con los pesos pesados del régimen parecía salida de una vieja película que hemos visto muchas veces.
El agricultor de maníes más famoso del mundo ha trabajado durante más de tres décadas y media para que la represiva dictadura militar de la isla obtenga más respeto en Estados Unidos. Este viaje no fue diferente. La agencia Agence France Press informó que se realizó por "invitación de La Habana" y que apuntaba a "mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba". Fidel elogió a Carter como "valiente y serio".
Las razones por las que la dictadura busca a Carter son obvias. La lista de personas, sin contar a Mahmoud Ahmadinejad, Kim Jong Il y Chris Dodd que están dispuestas a brindar legitimidad a uno de los más desastrosos experimentos revolucionarios del siglo XX se está reduciendo rápidamente. El ex presidente es, como se dice, útil.
Tal vez nunca sepamos los motivos que llevaron a Carter a aceptar ser usado. Pero sabemos la forma en que fue usado. El miércoles, antes de que dejara La Habana apareció en la televisión cubana para argumentar a favor de la liberación de cinco espías cubanos, conocidos como "la Red Avispa" que actualmente cumplen condena en cárceles estadounidenses.
Nunca antes Carter había caído más bajo. No solamente porque demuestra una completa falta de consideración por el sistema judicial estadounidense. El peligro que los agentes cubanos que operan en EE.UU. representan para los estadounidenses está bien establecido. Tratar esos delitos de manera ligera solamente incrementará la exposición del país a serios riegos.
Al principio, había muchas esperanzas de que Carter sería capaz de conseguir la liberación de Alan Gross, un contratista de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos que Cuba tomó como rehén en diciembre de 2009. El estadounidense de 61 años aparentemente llevó hardware a miembros de la diminuta comunidad judía de la isla para que pudieran acceder a Internet. Fue sentenciado a 15 años de prisión.
Sin embargo, una vez que Carter arribó a La Habana, anunció que no estaba allí para "sacar (a Gross) del país". Lo visitó y recomendó su liberación, algo que todavía podría ocurrir. La salud de Gross es frágil y en su casa de Maryland tanto su madre como su hija están combatiendo contra el cáncer. Abundan los rumores de que recibirá un perdón por consideraciones humanitarias.
Cuba, sin duda, presentará su liberación temprana como evidencia de su buena voluntad con el mundo. Pero ahora parece estar esperando más que alabanzas internacionales. Un objetivo parece ser el canje del prisioneros estadounidense por los "avispas".
Gerardo Hernández, René González, Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Fernando González Llort fueron arrestados por la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) el 12 de septiembre de 1998. Otros cinco integrantes de la red fueron detenidos el mismo día pero aceptaron acuerdos para actuar como testigos de la fiscalía.
El FBI ha reunido una gran cantidad de evidencia. Utilizó la ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (Foreign Intelligence Surveillance Act) y órdenes judiciales para investigar al grupo durante tres años. Hernández, que está cumpliendo dos cadenas perpetuas, fue condenado por conspiración para cometer asesinato en el caso del abatimiento por parte de la Fuerza Aérea Cubana de dos aviones civiles cuyos vuelos habían sido contratados por exiliados cubanos de Florida en 1996. Cuatro estadounidenses murieron. La fiscalía también demostró que "las avispas" habían buscado infiltrarse en instalaciones militares estadounidenses y descubrir puntos no protegidos de la costa de Florida por los que se pudieran introducir armas y explosivos a Estados Unidos.
Puesto que Cuba es tan pobre, sus defensores estadounidenses señalan con frecuencia que no representa una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. Pero esto ignora al espionaje cubano. En 2002 la analista de la Agencia de Inteligencia de Defensa Ana Belén Montes, la agente de inteligencia estadounidense de más alto rango acusada de espiar para Cuba, se declaró culpable y fue sentenciada a 25 años de cárcel. Su detención, 10 días después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, se hizo a gran velocidad debido a que tenía la posibilidad de traspasar a agentes enemigos información sensible sobre la invasión de EE.UU. a Afganistán.
Los estadounidenses todavía no saben cuánto daño Walter Kendall Myers, un analista que trabajaba en inteligencia e investigación para el Departamento de Estado, y su esposa, Gwendolyn Myers, también empleada en ese departamento, causaron a Estados Unidos durante los 30 años durante los cuales espiaron para Cuba. La pareja fue reclutada por la misión cubana ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, un notorio centro de la inteligencia cubana.
Carter debería limitarse a hacer favores personales para su "amigo personal", como describió a Fidel cuando estuvo en La Habana, de acuerdo con Europa Press. Cuando una reunión de seis horas con el viejo tirano es seguida por un anuncio de Carter expresando "dudas" respecto al juicio que llevó a la condena de los espías y una promesa de hablar con el presidente Obama respecto a un perdón para ellos, cuesta no verlo como un cómplice de la dictadura militar cubana.