La Comisión de Vigilancia de San Francisco ha aprobado esta semana una ordenanza que prohíbe a los restaurantes de comida rápida ofrecer juguetes en la comida de los niños. Hay una urgencia en esta decisión: la obesidad infantil está aumentando considerablemente. Una ciudad repleta de niños gordos se podría ver muy pronto.
Eric Mar, supervisor de la Ciudad que propuso la ordenanza, explicó que la epidemia de obesidad infantil en este país hace que la gente enferme, niños con el cuerpo enfermo, sobre todo en los niños de familias con bajos ingresos. Solución: dar al Gobierno la autoridad para interponerse entre padres y niños en nombre de la salud pública.
La justicia en la comida es un término que se presentó en el mes de marzo, mediante la cual el Gobierno indica como los padres deberían alimentar a sus hijos. El movimiento ha tardado en desarrollarse, pero ya la ciudad de Tiburon, en California, fue la primera en prohibir las grasas trans, ya en el año 2005, a la que siguieron otras jurisdicciones. La justicia en la comida es una forma de paternalismo alimenticio: el Gobierno sabe mejor que la familia cómo debe uno alimentarse.
El paternalismo alimenticio no escasea en los Estados Unidos. El paternalismo alimenticio es fácilmente aceptado desde el “Acta de Medicinas y Comidas sanas” de 1906. La FDA (Administración de alimentos y medicamentos) mantiene la estricta prohibición de vender leche de camello en los Estados Unidos, hasta que alguien demuestre que tal leche es sana. Más alimentos y productos poco populares seguirán entrando en las prohibiciones futuras, incluso la venta de agua embotellada, como ya ocurre en Toronto.
Personalmente, resulta difícil comprender para mucha gente, que podría fácilmente controlar su consumo de calorías, con una dieta apropiada y el suministro de suplementos nutricionales. Estos asuntos deberían de pertenecer a la soberanía familiar.
Mi hijo disfruta de los Happy Meal, aunque yo les encuentre particularmente asquerosos. Practica esgrima, se entrena y se alimenta con una mezcla de verduras y frutas diariamente en casa. Así que le permito que de vez en cuando se coma un Happy Meal. Pero si estas decisiones sobre lo que comes son tomadas en la esfera privada, cualquier expectativa de que la gente adquiera más información y tome decisiones más razonadas y sanas, se verá confundida.
A escala nacional, ya que la política en alimentación es la de tomar el control de nuestras vidas, las comunidades locales que valoran la libertad sobre las imposiciones del Estado actúan en sentido contrario. Mientras San Francisco se ocupa en prohibir las patatas fritas alargadas, nueces saladas, naranjas chinas, Wyoming podría convertirse en un oasis de libertad en alimentación, que podría incluir una noción que ahora es radical: entender cada uno cómo debe alimentarse mejor.
Benjamin Barr escribe para Wyoming Liberty Group.