En el último libro escrito por Ruth Mehl, El teatro para niños y sus paradojas , se vislumbran algunas claves para entender el trabajo de esta sensible y aguda observadora del teatro para chicos. "El área del teatro para niños es un espacio delicado en muchos sentidos y uno muy importante es que, en ese espacio, los adultos nos encontramos con nuestra infancia e, inevitablemente, nos tropezamos con el inconsciente", escribe ella en el libro recientemente publicado por el INT. De alguna manera, se podría interpretar que, desde 1978 cuando comenzó a escribir en estas mismas páginas, Ruth se la pasó visitando su propia e insondable infancia. Quizá sea por eso mismo que su mirada, la mirada crítica y la de sus propios ojos, siempre irradiaba luz.
"Es frecuente escuchar que en un espectáculo para chicos no deben faltar los títeres, que la puesta debe ser musical, que debe tener participación [...], que debe haber payasos, que no debe haber payasos, que debe ser corto, que debe terminar bien, que no debe terminar bien y ser «abierto», que debe hablar de la realidad... [...] La lista es interminable y, por supuesto, el péndulo oscila con la moda. Afortunadamente, hay buenos espectáculos que sobreviven a todas las tendencias", decía ella, que, a su manera, fue la única sobreviviente a los vaivenes de la crítica teatral en nuestro país.
"A pesar de la forma en que se creen los megaespectáculos vinculados a la televisión y del lugar del televisor como aparato con presencia doméstica, la magia del teatro no se evapora así nomás, algo persevera, algo que hace que no deje de existir ese rincón porfiado de los que buscan un poco de silencio para decir lo que piensan y lo que sienten, o intentan jugar con un material más sutil para decir cosas que se susurran, que no se gritan. Para escucharse y escuchar. Es la esperanza", acotaba, casi al final de ese recorrido por paradojas y una certeza: su defensa permanente hacia los chicos y sus mundos fantásticos.
"Los niños son como esponjas, absorben todo lo que tienen a mano, también las palabras: como en las rondas, como en las nanas, como en las canciones populares, como en las canciones y poemas de músicos que están escribiendo para ellos. Y también, desde muy pequeños, los niños, con su natural sabiduría, piden cuentos", reflexionaba ella. A su manera, de acá en adelante, lo que dejó en su columna Platea Infantil podrá leerse como sus cuentos semanales narrados por una persona que, como los chicos, absorbía todo lo que tenía a mano.
Fuente: La Nación