Nuevas variaciones sobre el caos
El dúo formado por Andrés Caminos y Gadiel Sztrik, con Andrés Serebrenik como co-director, propone “un tiroteo de números”: la fila de un banco, la escuela, el subte, la oficina, la calle y hasta el Paraíso son posibles escenarios para que el desastre se desate.
Por Facundo Gari
Cuando Roberto Gómez Bolaños equiparó el humor con la comida, Los Sutottos tomaron nota. “Una ensalada o una milanesa con papas fritas llenan, pero mientras la primera cae siempre bien, la segunda puede hacer mierda un estómago.” En esa sensata ocurrencia del “referente” mexicano está la esencia del dúo conformado por Andrés Caminos y Gadiel Sztrik, desde su origen en 2005 hasta la puesta de su cuarta obra teatral, Colapso –co-dirigida junto con Andrés Serebrenik–, los sábados a las 23 en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131). Es que “hay porquerías con las que el público se ríe un poco; pero al dejar el teatro, el gran momento pasa”, sostiene Caminos. Por el contrario, pretenden “que el humor sea un vehículo para llegar a la reflexión del espectador”, secunda Sztrik. El afán está puesto en “contar” a través de un “lenguaje propio”, más allá de los membretes que puedan caberles por coquetear con el clown, la improvisación y la música. Tal fue el mush-up que sorprendió a un público creciente la temporada pasada en Sujeto tácito, que contó con la colaboración artística de su maestro Daniel Casablanca, de Los Macocos.
“Un montón de gente pregunta qué hacemos. Y es como con la ropa: te vestís como querés y te examinan: ‘¿Rolinga? ¿Emo? ¿Punk?’. Usamos lo que queremos y eso es lo interesante”, zanja Serebrenik. Para una muestra que sirva de guía resulta potable youtubear el nombre del dúo y dar con un video que reúne algunos de los mejores momentos de su obra anterior: se pueden ver una suerte de taxistas con mostacho en una charla de café, un sketch sobre los usuarios de mensajería instantánea y algo del teatro físico y el registro coral que los también dramaturgos utilizan en sus puestas. O atender a cierta similitud que Damián Dreizik encontró entre Los Sutottos y Los Melli, dúo que conformaron aquél y Carlos Belloso allá por inicios del menemato. O a que en sus inicios fueron dirigidos por Roberto Saiz, creador del legendario grupo Los Volatineros.
Claro que también es posible aventurarse a presenciar su nueva criatura, un “tiroteo de números” bajo el concepto que da nombre al espectáculo, pero en situaciones diversas: la fila de un banco, la escuela, el subte, la oficina, la calle y hasta el Paraíso son posibles escenarios para que el caos se desate y sus protagonistas, desde niños en guardapolvo hasta querubines de camisa y corbata, liberen su tirria. “Nuestra realidad cotidiana, no personal sino social, cada vez tarda menos en colapsar”, observa Sztrik en la charla con Página/12.
–¿La obra es un cúmulo de situaciones que vivieron?
Gadiel Sztrik: –Puede que sí como que no. Tenemos una forma de trabajar en la que el ensayo es muy libre; lo que anda circulando en nuestras vidas, aparece. Es un espacio que tomamos para que la realidad surja con un poco más de juego mediante. Entonces, esa realidad se modifica. Yo no conozco ningún nene como los que aparecen en la obra, pero a la vez sí.
Andrés Caminos: –Y no es una cuestión propia de los argentinos, sino del mundo. Tampoco es de cada persona. Es lo social, está entre nosotros la posibilidad de que en cualquier momento se vaya todo al carajo. Estamos metidos en una bola, como en la imagen del subte lleno, donde las personas se meten cada vez más y más adentro. Apretados, uno dice: “¡Cuánto cariño que hay acá!”. Y es que hay algo de eso que ya está aceptado. Nuestra manera de contarlo es riéndonos.
–¿Por qué su interés por lo social antes que por lo político?
G. S.: –No nos interesa que lo que hacemos sea reconocible, que alguien diga: “¡Ah, es Menem!”. Nos interesan las personas a las que les están pasando cosas.
A. C.: –En Sujeto tácito había unos porteños con bigotes y mucho humor, pero la gente se reía de ellos desde otro lado. “¡Yo una vez vi un tipo de éstos!” En Colapso, el representado soy yo, somos todos. Y eso habla de la vulnerabilidad del ser, que no es que está atacado, ya no nos reímos de otro. Al contrario, porque a todos nos pasan cosas y nos calentamos, estamos metidos en el quilombo. Con lo político terminaríamos cayendo en un “la culpa es de tal”.
Andrés Serebrenik: –Estamos más concentrados en la jugada que en el gol. Es más de pizarrón. Incluso, al hacer la obra, nos dimos cuenta de que el momento del colapso no era lo más interesante.
G. S.: –En la obra hay muy pocos momentos en los que verdaderamente una persona explota. Colapso es la gota que va a rebalsar el vaso. La gota cae y cae durante una hora y pico de show. Pero cuando llega, se apaga la luz.
–Los ángeles que interpretan, tan parsimoniosos aunque doctrinarios, ¿son el contrapunto de todo ese caos?
G. S.: –Cuando tuvimos el material, nos pareció que era una bomba. “¿Quién se va a bancar esto?” Después fuimos minimizando la tensión a través del juego. Pero cuando aparecieron los ángeles en un ensayo, nos pareció que era una buena manera de bajarle un tono al espectáculo. Lo que ocurre es que también lo que dicen ellos es terrible. No es otra cosa que un colapso poético.
A. S.: –Pareciera que de este colapso urbano hay derivados: hacia abajo los nenes, y hacia arriba el mandato de los ángeles.
–¿Cómo dosifican humor y reflexión?
A. S.: –No hay una búsqueda de reírse de la realidad, sino de retratarla con las herramientas que tiene el grupo. Y dentro de ellas encontramos una forma de contarla desde el humor.
G. S.: –Primero nos ponemos serios y pensamos qué queremos contar, con responsabilidad. De hecho, una vez que tenemos terminado el texto, debatimos si decimos tal palabra. Pero en general hacemos teatro popular, para todo el mundo. Y el humor, dentro de eso, aparece por el código del grupo. Porque hasta ahora no tomamos obras que escribieron otros. Lo que queremos decir se acopla mucho a lo que queremos actuar.
A. C.: –El humor es un mimo para que la gente entre. Nunca nos ponemos como meta hacer reír. Además, el tipo de humor que hacemos tiene que ver con un juego corporal, de ritmos. Puede haber algunos gags, pero va sucediendo. A veces produce risa, también, el reconocimiento de situaciones.
G. S.: –De hecho, en este espectáculo la gente se ríe del quilombo que ve sobre el escenario. La realidad queda sobrepasada, deformada.
–¿Por qué hablan de un “grupo”?
A. C.: –Tenemos un sentido grupal. Nuestra obra no es la de un elenco con un director que elige actores. Es un proceso de sinceridad grupal, más horizontal. En ese sentido, nos divertimos arriba del escenario. Y algo hay de “vamos a ver a estos pibes que la pasan bien”. En esa nobleza para compartir un placer habita algo del humor. En pasarla bien, no en el sentido chabacano sino como un “vamos a vivir una fiesta”.
G. S.: –Acá, el proceso de armado tiene más que ver con un lindo vómito que con algo ordenado.
A. S.: –Es un caos, pero también un proceso de amigos. Ellos proponen cosas y son los que traen el mundo. Luego sumamos, quitamos, pero nos tomamos un período para dar vueltas y llegar de la mejor manera.
G. S.: –En este cuarto espectáculo se sumó en la dirección de arte Fernando Dopazo. Ahora es uno más de la barra.
A. S.: –Entendemos que todos tenemos algo para decir. Es interesante sumar y no hacer “hasta acá”, porque las cosas se empiezan a fraccionar.
–A la hora de idear un nuevo espectáculo, ¿pesó haber sido señalados como una de las revelaciones de la temporada pasada?
G. S.: –El primer espectáculo (Sutottos) lo hicimos de guapos. El segundo (Rococcó amplagued), en un momento no muy bueno para el grupo. El tercero (Sujeto tácito) nos explotó en las manos, no esperábamos que pase lo que pasó. Y sí, luego tuvimos un fantasma con un hacha en la espalda...
A. C.: –Vino mucha gente y salieron críticas buenas. Cuando terminó todo, dijimos: “¿Y ahora?”.
–Y ahora con Colapso, como dicen los ángeles en tono burgués, están “hechos”...
G. S.: –¡No, todavía falta un montón!
Fuente: Página 12
El dúo formado por Andrés Caminos y Gadiel Sztrik, con Andrés Serebrenik como co-director, propone “un tiroteo de números”: la fila de un banco, la escuela, el subte, la oficina, la calle y hasta el Paraíso son posibles escenarios para que el desastre se desate.
Por Facundo Gari
Cuando Roberto Gómez Bolaños equiparó el humor con la comida, Los Sutottos tomaron nota. “Una ensalada o una milanesa con papas fritas llenan, pero mientras la primera cae siempre bien, la segunda puede hacer mierda un estómago.” En esa sensata ocurrencia del “referente” mexicano está la esencia del dúo conformado por Andrés Caminos y Gadiel Sztrik, desde su origen en 2005 hasta la puesta de su cuarta obra teatral, Colapso –co-dirigida junto con Andrés Serebrenik–, los sábados a las 23 en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131). Es que “hay porquerías con las que el público se ríe un poco; pero al dejar el teatro, el gran momento pasa”, sostiene Caminos. Por el contrario, pretenden “que el humor sea un vehículo para llegar a la reflexión del espectador”, secunda Sztrik. El afán está puesto en “contar” a través de un “lenguaje propio”, más allá de los membretes que puedan caberles por coquetear con el clown, la improvisación y la música. Tal fue el mush-up que sorprendió a un público creciente la temporada pasada en Sujeto tácito, que contó con la colaboración artística de su maestro Daniel Casablanca, de Los Macocos.
“Un montón de gente pregunta qué hacemos. Y es como con la ropa: te vestís como querés y te examinan: ‘¿Rolinga? ¿Emo? ¿Punk?’. Usamos lo que queremos y eso es lo interesante”, zanja Serebrenik. Para una muestra que sirva de guía resulta potable youtubear el nombre del dúo y dar con un video que reúne algunos de los mejores momentos de su obra anterior: se pueden ver una suerte de taxistas con mostacho en una charla de café, un sketch sobre los usuarios de mensajería instantánea y algo del teatro físico y el registro coral que los también dramaturgos utilizan en sus puestas. O atender a cierta similitud que Damián Dreizik encontró entre Los Sutottos y Los Melli, dúo que conformaron aquél y Carlos Belloso allá por inicios del menemato. O a que en sus inicios fueron dirigidos por Roberto Saiz, creador del legendario grupo Los Volatineros.
Claro que también es posible aventurarse a presenciar su nueva criatura, un “tiroteo de números” bajo el concepto que da nombre al espectáculo, pero en situaciones diversas: la fila de un banco, la escuela, el subte, la oficina, la calle y hasta el Paraíso son posibles escenarios para que el caos se desate y sus protagonistas, desde niños en guardapolvo hasta querubines de camisa y corbata, liberen su tirria. “Nuestra realidad cotidiana, no personal sino social, cada vez tarda menos en colapsar”, observa Sztrik en la charla con Página/12.
–¿La obra es un cúmulo de situaciones que vivieron?
Gadiel Sztrik: –Puede que sí como que no. Tenemos una forma de trabajar en la que el ensayo es muy libre; lo que anda circulando en nuestras vidas, aparece. Es un espacio que tomamos para que la realidad surja con un poco más de juego mediante. Entonces, esa realidad se modifica. Yo no conozco ningún nene como los que aparecen en la obra, pero a la vez sí.
Andrés Caminos: –Y no es una cuestión propia de los argentinos, sino del mundo. Tampoco es de cada persona. Es lo social, está entre nosotros la posibilidad de que en cualquier momento se vaya todo al carajo. Estamos metidos en una bola, como en la imagen del subte lleno, donde las personas se meten cada vez más y más adentro. Apretados, uno dice: “¡Cuánto cariño que hay acá!”. Y es que hay algo de eso que ya está aceptado. Nuestra manera de contarlo es riéndonos.
–¿Por qué su interés por lo social antes que por lo político?
G. S.: –No nos interesa que lo que hacemos sea reconocible, que alguien diga: “¡Ah, es Menem!”. Nos interesan las personas a las que les están pasando cosas.
A. C.: –En Sujeto tácito había unos porteños con bigotes y mucho humor, pero la gente se reía de ellos desde otro lado. “¡Yo una vez vi un tipo de éstos!” En Colapso, el representado soy yo, somos todos. Y eso habla de la vulnerabilidad del ser, que no es que está atacado, ya no nos reímos de otro. Al contrario, porque a todos nos pasan cosas y nos calentamos, estamos metidos en el quilombo. Con lo político terminaríamos cayendo en un “la culpa es de tal”.
Andrés Serebrenik: –Estamos más concentrados en la jugada que en el gol. Es más de pizarrón. Incluso, al hacer la obra, nos dimos cuenta de que el momento del colapso no era lo más interesante.
G. S.: –En la obra hay muy pocos momentos en los que verdaderamente una persona explota. Colapso es la gota que va a rebalsar el vaso. La gota cae y cae durante una hora y pico de show. Pero cuando llega, se apaga la luz.
–Los ángeles que interpretan, tan parsimoniosos aunque doctrinarios, ¿son el contrapunto de todo ese caos?
G. S.: –Cuando tuvimos el material, nos pareció que era una bomba. “¿Quién se va a bancar esto?” Después fuimos minimizando la tensión a través del juego. Pero cuando aparecieron los ángeles en un ensayo, nos pareció que era una buena manera de bajarle un tono al espectáculo. Lo que ocurre es que también lo que dicen ellos es terrible. No es otra cosa que un colapso poético.
A. S.: –Pareciera que de este colapso urbano hay derivados: hacia abajo los nenes, y hacia arriba el mandato de los ángeles.
–¿Cómo dosifican humor y reflexión?
A. S.: –No hay una búsqueda de reírse de la realidad, sino de retratarla con las herramientas que tiene el grupo. Y dentro de ellas encontramos una forma de contarla desde el humor.
G. S.: –Primero nos ponemos serios y pensamos qué queremos contar, con responsabilidad. De hecho, una vez que tenemos terminado el texto, debatimos si decimos tal palabra. Pero en general hacemos teatro popular, para todo el mundo. Y el humor, dentro de eso, aparece por el código del grupo. Porque hasta ahora no tomamos obras que escribieron otros. Lo que queremos decir se acopla mucho a lo que queremos actuar.
A. C.: –El humor es un mimo para que la gente entre. Nunca nos ponemos como meta hacer reír. Además, el tipo de humor que hacemos tiene que ver con un juego corporal, de ritmos. Puede haber algunos gags, pero va sucediendo. A veces produce risa, también, el reconocimiento de situaciones.
G. S.: –De hecho, en este espectáculo la gente se ríe del quilombo que ve sobre el escenario. La realidad queda sobrepasada, deformada.
–¿Por qué hablan de un “grupo”?
A. C.: –Tenemos un sentido grupal. Nuestra obra no es la de un elenco con un director que elige actores. Es un proceso de sinceridad grupal, más horizontal. En ese sentido, nos divertimos arriba del escenario. Y algo hay de “vamos a ver a estos pibes que la pasan bien”. En esa nobleza para compartir un placer habita algo del humor. En pasarla bien, no en el sentido chabacano sino como un “vamos a vivir una fiesta”.
G. S.: –Acá, el proceso de armado tiene más que ver con un lindo vómito que con algo ordenado.
A. S.: –Es un caos, pero también un proceso de amigos. Ellos proponen cosas y son los que traen el mundo. Luego sumamos, quitamos, pero nos tomamos un período para dar vueltas y llegar de la mejor manera.
G. S.: –En este cuarto espectáculo se sumó en la dirección de arte Fernando Dopazo. Ahora es uno más de la barra.
A. S.: –Entendemos que todos tenemos algo para decir. Es interesante sumar y no hacer “hasta acá”, porque las cosas se empiezan a fraccionar.
–A la hora de idear un nuevo espectáculo, ¿pesó haber sido señalados como una de las revelaciones de la temporada pasada?
G. S.: –El primer espectáculo (Sutottos) lo hicimos de guapos. El segundo (Rococcó amplagued), en un momento no muy bueno para el grupo. El tercero (Sujeto tácito) nos explotó en las manos, no esperábamos que pase lo que pasó. Y sí, luego tuvimos un fantasma con un hacha en la espalda...
A. C.: –Vino mucha gente y salieron críticas buenas. Cuando terminó todo, dijimos: “¿Y ahora?”.
–Y ahora con Colapso, como dicen los ángeles en tono burgués, están “hechos”...
G. S.: –¡No, todavía falta un montón!
Fuente: Página 12