Hoy es 23 de septiembre, día en el que el verano da paso al otoño en el hemisferio norte, pero también es la fecha alrededor de la cual gira Mi Beerano Cervecero, una patillada interbloguera a la que muchos no dudasteis un segundo en uniros y por ello os lo vuelvo a agradecer enormemente.
Por lo que he podido leer en unos cuantos blogs impacientes que no pudieron esperar al pistoletazo de salida del #MBC13, muchos han relatado con todo lujo de detalles lo que ha dado de sí su verano a nivel cervecero pero tal y como os comentaba en la convocatoria, esta no era ni mucho menos la única opción posible. De hecho en mi aporte al #MBC13 os voy a hablar de dos momentos que fueron muy especiales y que podrían funcionar perfectamente como instantáneas que resuman un verano como siempre intenso a nivel cervecero aunque este año quizás menos variado que los anteriores en cuanto a estilos probados, reafirmándome en una especie de huida de modas y rimbombancias para disfrutar de la cerveza sin más.
Este ha sido mi verano de la baja fermentación ya que el viaje a Alemania me ha hecho reencontrarme y reenamorarme de esas cervezas tantas veces denostadas y tratadas de simples y aburridas que son las Lager. Un viaje de menos de dos semanitas ha sido más que suficiente para dejar bien aparcados esos lúpulos yanquies, los IBUs, dry-hoppings y fresh hopsentre otros artefactos similares para valorar la grandeza de lo bebible, lo sutil, esos lúpulos nobles, las ricas Helles, Zwickel, Landbier, Kellerbier y un buen puñado más de estilos tan poco frecuentes por nuestras tiendas y también para maravillarme ante la asombrosa naturalidad de una sociedad tan cervecera como la alemana frente a una bebida que aman pero que ni mucho menos sacralizan o rodean de artificios banales como nosotros.
Yendo al grano, el primero de esos momentos que os decía fue la visita al Hirschgarten de Munich. Y es que ver a tantas familias o grupos de amigos con sus cestas de comida traída de casa e incluso sus propias jarras personalizadas, con una sorprendente familiaridad entre todos generando un ambiente envidiable, algo tan alejado de la imagen tan áspera y desabrida que nos empeñamos en asociar a los alemanes y por otro lado alucinar ante esos armarios de madera de repletos de centenares de jarras esperando a ser elegidas antes de recibir ese caldo de dioses que es la mayestática Helles de Augustiner Brauerei servida de unas asombrosas barricas de madera… Es sin duda una de las mejores experiencias relacionadas con la cerveza que he podido disfrutar y en las que sorprendentemente tan poco importaba lo que había dentro del vaso, pese a que, como no me cansaré de repetir, tenía un nivel muy por encima de cualquier otra lager rubia que había probado anteriormente. Según me contaba Diego, esta experiencia tan placentera por lo visto se podría definir con la palabra "gemütlichkeit" (algo así como una situación de comodidad, bienestar y sensación de pertenencia o aceptación social) aunque yo lo llamaría un regreso a lo sencillo y a lo verdaderamente importante que nunca deberíamos dejar de lado por altaneras y seductoras que sean las voces que últimamente rodean a nuestra querida cerveza.
Esto sí es un armario para jarras... |
Compañía inesperada mientras te tomas una birra cualquiera... |
Si la experiencia en el Hirschgarten fue inolvidable, no menos apasionante fue volver unos cuantos años después a Hopfenland, aunque esta vez pisándolo y no viéndolo simplemente desde la fría distancia de una ventanilla de autobús.
Ésta foto, aunque muy mejorable, me trae muy buenos recuerdos... |
Para quienes no sepan de lo que hablo, Hopfenlandes la mayor zona productora de lúpulo de toda Alemania y según algunas fuentes también de todo el mundo. Desgraciadamente allí pudimos comprobar algo que había leído semanas antes del viaje, y es que una tormenta con granizo había afectado a gran parte de los campos de la zona sur, en algunos casos simplemente retardando el crecimiento de nuestras queridas florecillas pero desgraciadamente en otras partes lanzando a perder casi toda la producción. Aún así, la mala noticia no empañó un ápice esa grata sensación de poder pisar esa tierra histórica en la que crece el noble lúpulo Hallertau, rodeado de poblaciones tan ligadas a la cerveza como Abensberg y su Kuchlbauer Brauerei, Kelheim con Weltenburg y Schneider, o Freising y la histórica Weihenstephan, entre otras. Sin duda es algo que difícilmente puedo explicaros con palabras.
Y aunque el viaje por Baviera dio para muchísimo más como bien podréis leer por el blog durante las próximas semanas, y el verano a nivel cervecero también, especialmente en forma de una gratísima noticia que os contaré en muy pocos días, con estas dos experiencias tan reconfortantes doy por terminado mi post del “Beerano Cervecero”. Ahora espero con muchas ganas vuestras batallitas “beeraniegas” y nuevamente os doy las gracias porque tantos de vosotros decidierais tomar el testigo y participar en esta patillada inter-bloguera.