El director disfruta su tercera participación en el festival francés con el atractivo extra de “compartir un lugar con directores que admiro”. Puesto a hablar del proceso de realización de su film, reconoce que se topó con historias difíciles de creer.
Por Oscar Ranzani
Tierra conocida. Eso debe estar pensando Pablo Trapero en estas horas. Es que el cineasta pisará Cannes por tercera vez como director ya que Carancho, su sexto largometraje, se presentará mañana en la sección Una Cierta Mirada del festival de cine más importante del mundo. Trapero ya había participado en la misma sección, pero en 2002, con El bonaerense. Y volvió en 2008 con Leonera, que formó parte de la programación de la Competencia Oficial por la Palma de Oro. Más allá de la experiencia cosechada en las anteriores presentaciones, uno de los máximos exponentes del Nuevo Cine Argentino participa en una sección que tiene a grandes nombres como Jean Luc-Godard y Manoel de Oliveira, entre otros. “Está buenísimo”, se entusiasma Trapero. “En las distintas oportunidades en que fui a Cannes pude conocer a directores que admiraba y ver películas de cineastas que estaban presentando sus largometrajes por primera vez en el festival. Una de las cosas más lindas es estar en la sala compartiendo un lugar con directores que admiro. Y si solamente puedo llegar a conocer a Godard voy a volver muy contento”, confiesa el director de Carancho, que está teniendo muy buena respuesta del público argentino.
Otro dato no menor es que Trapero trabajó por primera vez con un actor de renombre como Ricardo Darín, que comparte la dupla actoral con Martina Gusmán. Productora y esposa de Trapero, Gusmán ya había demostrado solvencia artística en Leonera componiendo a Julia, una mujer que debía criar a su pequeño hijo en la cárcel. En este caso, Darín encarna a Sosa, un abogado con oscuro pasado que “trabaja” para una mafia dedicada a captar clientes en los accidentes de tránsito con el objetivo de cobrar parte de las indemnizaciones de las aseguradoras. Por otro lado, Gusmán interpreta a Luján, una médica recién recibida que reparte sus horas de trabajo como emergentóloga en la calle y en guardias de hospitales del conurbano. Justamente en un accidente de tránsito se conocen Sosa y Luján, y pronto comenzarán una relación afectiva en medio de un contexto difícil. En principio, al conocer a Luján, Sosa tendrá la posibilidad de redimirse. Sin embargo, ella se involucrará en el mundo de esta “ave carroñera” y la sombra del pasado de Sosa acechará sobre sus destinos. “Cuando estaba terminando Leonera empecé a hacer los primeros apuntes de esta historia de amor, que ya existía antes de investigar sobre el universo de las emergencias y de los abogados especialistas en accidentes de tránsito”, cuenta Trapero, quien tenía en mente la historia de amor entre un abogado y una médica “en un contexto muy fuerte y muy contrastante con lo que pasa en su intimidad. Con esta idea investigué en el mundo de los accidentes de tránsito y en lo que sucede detrás de las víctimas”, agrega.
–¿Cómo fue el proceso de investigación acerca de los “caranchos”? ¿Cuánto conocía del tema antes de pensar la película?
–Conocía lo que todos podemos conocer por películas que vimos o por lo que se lee en los diarios. La cantidad de accidentes diarios y de víctimas quizá no las tenemos tan claras, pero es imposible que desconozcamos lo que sucede porque básicamente es una locura. Empecé por donde empezaría cualquiera: por informarme personalmente cómo era este universo. Después tuve entrevistas con abogados, médicos, víctimas, con las distintas partes involucradas. Y como siempre pasa en estos procesos de investigación, hay cosas que son todavía más inverosímiles que las que cuenta la película. Entre el proceso de investigación y el traspaso a la escritura, tenés que encontrar un promedio entre lo real y lo que resiste la ficción.
–El film presenta las dos caras de las profesiones: por un lado, el costado puro de los médicos que todos los días salvan vidas, y por otro, el de los abogados que aprovechan las tragedias. ¿Por qué decidió cruzarlas en una misma historia?
–Porque la realidad misma las cruza. Ese es el resultado de la observación y la investigación de este tiempo. Parte del método de estos abogados consiste en estar vinculados con los ambulancieros, con los médicos, con la policía, con las casas funerarias, con gente del barrio. La parte oscura de este negocio existe atrás de esta cadena de información y de favores que se generan. Y de hecho, muchos de estos abogados también son medio temidos dentro de los hospitales porque, a veces, frente a una situación “X”, inventan una mala praxis contra los médicos. Cualquiera que esté haciendo su residencia de medicina puede comentar anécdotas de cómo estos abogados andan por ahí.
–La historia los presenta en principio como personajes bastante antagónicos, pero, ¿qué tienen en común Luján y Sosa, más allá de que los dos están presentes en los accidentes de tránsito?
–Lo que tienen en común al principio de la película es que Sosa es un hombre al que rápidamente podemos ver que las cosas no le salieron del todo bien. Claramente podemos entender que no está muy feliz en el lugar donde está y, por lo tanto, está queriendo salir y, aparentemente, tratando de buscar otra vida. Un poco en la punta inversa, Luján es una mujer que estudia medicina, que es una profesión que necesita mucha dedicación y mucho amor. Y también la vemos muy incómoda con lo que la realidad de su trabajo le está dando y con lo que probablemente haya sido su anhelo cuando estudiaba. Hay algo de esa sensación de desilusión que, en un primer momento, comparten sobre objetivos que quizá no se cumplieron. Y sobre todo, hay mucha comprensión: los personajes no se juzgan, se acompañan y, de alguna manera, se protegen.
–Su cine siempre es resaltado por el costado social que deja entrever. Es decir, por el aspecto público, si se quiere. En este caso, eso también está pero, a la vez, se logra una intimidad muy profunda de los personajes.
–Fue pensado así como una manera de fortalecer la historia de amor: cuanto más conocés el exterior de estos personajes y qué es lo que les toca vivir, más querés que estén solos en la habitación. Funciona como un contrapunto entre el universo que se describe del exterior y lo que se puede ver de ellos en su intimidad. También esta idea de lo social y lo privado es algo que a todas las personas les toca vivir. Una cosa es cómo es esta médica en su intimidad y otra es cómo es frente a sus pacientes. De estos dos mundos construye un personaje en la ficción. Lo mismo pasa con Sosa: una cosa es él solo o con ella, y otra cosa, con sus casos y con todo lo que le toca vivir. En ese sentido, esto de la mirada de lo social es como que se mete a través del trabajo de ellos.
–El film invita a una reflexión sobre los aspectos ominosos que rodean a los accidentes de tránsito. ¿Pensó en concientizar a la hora de plantear el argumento o es algo que puede producirse espontáneamente en el espectador, más allá de la ficción?
–Cada vez que elijo un tema tiene que ver un poco con muchas cosas. Me parece que es al revés: la película no es producto de la idea de concientizar, porque eso ocurre en campañas de otro estilo y es responsabilidad de otros y no de un director o una película. Sí creo que la película puede funcionar como un disparador, como una reflexión sobre el tema. Me encantaría que la película pudiera tener el poder en sí misma de concientizar a la gente, pero me parece que es pedirle demasiado. Siento que no es mi métier: sí quiero que las películas puedan proponer un tema y generar un debate, pero concientizar es una palabra mucho más amplia que eso. De lo que estoy seguro es de que quería hablar de algo de lo que se habla bastante poco en relación con la gravedad que tiene.
–¿Qué reflexión le disparó ver el funcionamiento de las mafias que lucran con el dolor ajeno? ¿Cree que es posible pelear con esto o todo está tan corrompido y su funcionamiento tan aceitado que no se puede controlar?
–Yo creo que las cosas no son siempre responsabilidad de otros. Todos debemos tener un poco de responsabilidad en que eso siga pasando, porque si bien es verdad que hay un montón de cosas en una sociedad que nos exceden individualmente como ciudadanos, también tenemos la posibilidad de hacer que las cosas sean un poco mejor. Siempre pienso que podemos hacer que las cosas cambien. No depende solamente de otras personas. Los accidentes no se provocan porque hay alguien que quiere que se provoquen, y de eso habla la película: se producen un poco por fatalidad y otro poco por la responsabilidad de los que manejamos. Entonces, una manera de solucionar este problema sería evitando que ocurran los accidentes. Y ahí no sé si la mafia o todo lo que sucede atrás desaparecería, pero seguro sería menor, porque habría menos lugares donde buscar estos casos.
–¿Por qué pensó en la dupla Gusmán-Darín?
–Era muy importante en esta película la diferencia de edades de dos personas que están pasando por una situación con cierta afinidad, pero en distintos momentos de sus vidas. Y con Ricardo hacía bastante que quería trabajar. Como espectador, me gustan sus películas y su trabajo como actor. Era algo que quería hacer desde hace bastante tiempo. Nunca sentí que en los personajes previos hubiera lugar para él, pero en este caso sentía que, incluso todo lo que traía Ricardo previamente a ser Sosa, ayudaba mucho a este personaje que, a medida que lo vas descubriendo, vas viendo que tiene un pasado medio de leyenda. Todos hablan de Sosa como un personaje que tiene una historia que aparentemente todos conocerían, menos Luján. Y parte de esa historia que Ricardo trae y de lo que representa su figura, en la película también funciona a favor de la narración. De hecho, la película todo el tiempo debate entre ese pasado de Sosa y lo que el personaje intenta hacia adelante.
–¿Lo modificó en algo trabajar con un actor de renombre?
–En cuanto al proceso, no mucho. Lo único que nos modificó un poco fue que en los exteriores de día teníamos un circo de gente que se paraba atrás a pedirle autógrafos a Ricardo. Lo que me llevo como un lindo aprendizaje de esta película es todo lo que Ricardo sabe como actor, conocer su forma de trabajo. Fue muy abierto a las propuestas que yo le hice. Por supuesto que fue un laburo donde cada uno tenía que hacer su trabajo, pero muy en equipo. Esa fue una de las cosas más lindas de la experiencia con Ricardo. Es una persona que tiene mucha experiencia, muchos años de oficio de actuar, y yo también aprendí.
–¿Cómo trabajaron los actores las características de las profesiones de sus personajes?
–Martina hizo un trabajo de investigación de seis meses, una vez a la semana en guardias de veinticuatro horas en hospitales. Hizo un curso de resucitación cardiopulmonar. Además compone a una médica de emergencias, donde hay una rutina muy particular que no es la de un médico clínico en un consultorio. Necesitaba mucho entrenamiento, desde cómo mover las manos hasta cómo interrogar a un paciente en emergencia. Un montón de situaciones bastante técnicas. Ricardo anduvo por el mundo del Derecho en varias películas. Lo que más trabajamos con él fue lo que le pasa a Sosa y lo que hace por salir de ahí. Nuestro trabajo era más de conversar las escenas. Fue un laburo bastante diferente porque cada personaje tenía un estado de cosas distintas, y cada actor busca su método de trabajo. Y eso también fue lindo, porque siento que el método de Ricardo compartido con el de Martina enriquecía mucho las escenas. Hicieron laburos muy diferentes pero en el momento de las escenas se nutrían mutuamente.
–Los personajes se conocen en medio de situaciones difíciles y sostienen su relación en medio de un gran riesgo. Esta historia de amor es lo menos parecida a una relación ideal. ¿Coincide?
Fuente: Página 12