«El augusto Sacrificio del altar, no es pura y simple conmemoración de la pasión y muerte de Jesucristo, sino que es un sacrificio propio y verdadero, por el que el Sumo Sacerdote se inmola incruentamente y renueva lo que ya realizó en la Cruz, ofreciéndose enteramente al Padre eterno como víctima gratísima.» (Pío XII, Encíclica Mediátor Dei.) «El santo sacrificio de la Misa es un acto de culto público rendido a Dios en nombre de Cristo y de la Iglesia, cualquiera que sea el lugar o el modo de celebrarse. El sacerdote celebrante preside toda la acción litúrgica. Todos los demás participan en la acción litúrgica de la forma que les es propia. Los fieles tienen una participación activa en la liturgia en virtud de su carácter bautismal, de modo que en el santo sacrificio de la Misa ofrecen también a su manera la divina Víctima a Dios Padre con el sacerdote.» (Instrucción de la Sagrada Congregación de Ritos, 3 de septiembre de 1958).