Beato Pío IX: "Así como Santo Domingo se valió del Rosario como de una espada para destruir la nefasta herejía de los albigenses, así también hoy los fieles diestros en el uso de este arma -que es el rezo cotidiano del Rosario- conseguirán fácilmente destruir los monstruosos errores e impiedades que por todas partes se levantan" (Encíclica Egregiis de 3 de diciembre de 1856).
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León XIII: Escribió doce encíclicas sobre el Rosario, destacamos el siguiente trecho: "¡Es nuestro ardiente deseo que esta devoción retome por todas partes su antiguo puesto de honor! En la ciudad y en los pueblos, en las familias y en los lugares de trabajo, junto a las élites y entre los humildes, sea el Rosario amado y venerado como insigne divisa de la fe cristiana y el auxilio más eficaz para obtener la misericordia divina" (Encíclica Iucunda semper, 8 de septiembre de 1894).
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San Pío X: "El Rosario es la más bella y preciosa de todas las oraciones a la Medianera de todas las gracias: es la oración que más conmueve el corazón de la Madre de Dios. Rezadlo todos los días".
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Benedicto XV: "No obstante, Aquella a quien la Iglesia tiene la costumbre de saludar como 'Madre de la Gracia y Madre de la Misericordia', se ha revelado siempre como tal, sobre todo cuando se ha recurrido al Santo Rosario y, por ello, los Romanos pontífices no dejaron pasar ninguna ocasión de exaltar con grandísimos elogios el Rosario de la Santísima Virgen y de enriquecerlo con los tesoros de la Indulgencia Apostólica" (Encíclica Fausto Appetente, 29 de junio de 1921).
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Pío XI: "El Rosario es un arma potentísima para poner en fuga a los demonios (...). El Rosario mariano, además, no sólo sirve especialmente para debelar a los enemigos de Dios y de la Religión, sino que también aviva las virtudes cristianas, las fomenta y pacifica los ánimos" (Encíclica Ingravescentibus males, 29 de septiembre de 1937).
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Pío XII: "En vano, se busca llevar remedio a la situación decadente de la vida civil, si la sociedad doméstica, principio y fundamento del consorcio humano, no es diligentemente reconducida a las normas del Evangelio. Para realizar un deber tan arduo, Nos afirmamos que la recitación del Santo Rosario en familia es el medio más eficaz (...). No dudamos, pues, en afirmar de nuevo públicamente que es grande la esperanza colocada por Nos en el Rosario de Nuestra Señora, para sanar los males que afligen nuestros tiempos" (Encíclica Ingruentium malorum, 15 de septiembre de 1951).
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Beato Juan XXIII: "El Rosario, como ejercicio de devoción cristiana entre los fieles del rito latino (...) toma su lugar, para los eclesiásticos, después de la Santa Misa y el Breviario, y, para los seglares, después de la participación en los Sacramentos" (Carta Apostólica Il religioso convegno, 29 de septiembre de 1961).
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Pablo VI: "No dejéis de inculcar con todo cuidado la práctica del Santo Rosario, la oración tan querida por la Virgen Madre de Dios y tan recomendada por los Romanos Pontífices, por medio de la cual los fieles están en condiciones de poner en práctica, de la manera más suave y eficaz, el mandato del Divino Maestro: Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá" (Mt 7, 7) (Encíclica Mense maio, 29 de abril de 1965).
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Juan Pablo II: "El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. (...) Recitar el Rosario, en efecto, es en realidad contemplar con María el rostro de Cristo. (...) Hoy estamos ante nuevos desafíos. ¿Por qué no volver a tomar en la mano las cuentas del Rosario con la fe de quienes nos han precedido?
El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un recurso importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador (Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, 16 de octubre de 2002).
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Benedicto XVI: "Singular oración contemplativa con la que, guiados por la Madre celestial del Señor, fijamos nuestra mirada en el rostro del Redentor, para ser configurados con su misterio de alegría, de luz, de dolor y de gloria. Esta antigua oración está experimentando un nuevo florecimiento providencial, también gracias al ejemplo y a la enseñanza del amado Papa Juan Pablo II. Os invito a releer su carta apostólica 'Rosarium Virginis Mariae' y poner en práctica sus indicaciones en el ámbito personal, familiar y comunitario.
"El Rosario es una oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura. Es la plegaria del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, siguiendo a Jesús, precedido por María" (Ángelus, plaza de San Pedro, 2 de octubre de 2005).
El Papa invitó a todos a rezar este mes el Rosario "en familia, en las comunidades y en las parroquias por las intenciones del Papa, por la misión de la Iglesia y por la paz en el mundo".