Ni orgullo ni piedad

El sábado escuché en las noticias lo de las fiestas anti-San Valentín que se habían organizado. Vaya por delante que yo no he celebrado nunca ese día. Pero el caso es que cuando lo estaba viendo en la tele no pude evitar pensar por qué somos tan reacios con esa fiesta, que me hace mucha gracia el rollo ese de que es una fiesta comercial de El Corte Inglés y que sólo vale para sacarnos el dinero. Como si eso no pasase con el resto de fiestas! Que alguien me diga qué es el día de la madre, el día del padre, los cumpleaños y por supuesto los Reyes Magos (o Papa Noel, que encima me parece más comercial todavía).
Hay un montón de gente que reniega de esta fiesta y, yo no sé por qué es en su caso, a mí me parece una fiesta ñoña, no me gustan las cajas de bombones con forma de corazoncito (mucho mejor las cajas rojas cuadradas de toda la vida) ni me ha gustado nunca que me regalen rosas, a no ser que vengan con una maceta incorporada, será que no soy romántica, o será que lo soy demasiado y no me convencen esas chorradas que me agotan por repetitivas. Pero en realidad eso no me hace renegar del día de los enamorados, creo que en realidad lo que me pasa es que tengo esta fiesta atragantada, se me atragantó tanta dulzura de pastel durante un montón de años que me pasé esperando que al año siguiente las cosas fuesen distintas. Y hoy que lo son, mira tú que me doy cuenta de que nada vale 14 de Febrero si no hay nada más detrás.



Yo no quiero catorce de febrero
ni cumpleaños feliz.

Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
Sabina