Nociones acerca de la Santa Misa


La Santa Misa. -Jesucristo es el supremo don del amor de Dios al hombre, y la Misa la renovación y continuación de aquel acto de caridad infinita con que Jesús, Dios y Hombre, se inmoló en la cruz para la rendención del hombre a la justicia y misericordia del Eterno Padre. El sacrificio de la Misa es el mismo sacrificio de la Cruz. En ambos es el mismo el Sacerdote y la ofrenda; solamente hay diferencia en el modo de ofrecer el sacrificio.

En la Santa Misa, el Sacerdote principal y verdadero es Jesucristo en persona, que se ofrece y sacrifica al Eterno Padre. El Sacerdote que ves en el altar, que toma en sus manos el pan y el cáliz con el vino, es un ministro, representante e instrumento, que presta sus manos y boca a Cristo. La víctima que se inmola es Jesucristo, que en el Calvario derramó real y cruentamente su sangre por nuestra redención, y en el altar nos la aplica.

Principal oferente en la Misa es Jesucristo; ministro secundario es el Sacerdote. Pero no sólo él, sino con él, y por medio de él, todos los asistentes, que en cierto modo hacen el oficio de sacerdotes, y por lo mismo, deben tomar parte activa en ella.


Sus fines y frutos. -Siendo la Santa Misa el mismo sacrificio de la Cruz, es de un valor y de una excelencia infinitos.

Por medio de la Misa damos a Dios un honor infinito, mucho mayor que si se le ofrecieran las vidas de todos los hombres y de todos los Ángeles. Por ello le damos una satisfacción completa por todos los pecados de los hombres, y en particular de los asistentes, a quienes se aplica la misma divina sangre con que en el Calvario fue redimido el género humano. Con ello damos gracias a Dios dignamente por todos los beneficios que nos ha hecho. Finalmente, por medio de la Misa podemos alcanzar todas las gracias y favores que deseemos para nosotros y para los demás. Son los cuatro fines por los cuales se ofrece el sacrificio de la Misa, que por ellos se dice ser un sacrificio latréutico, propiciatorio, eucarístico e impetratorio.

Su eficacia proviene de que quien en la Misa adora a Dios, le da gracias, le desagravia e intercede por nosotros es el mismo Jesucristo. Es una plegaria divina la del que oye devotamente la Misa, pues con la suya va unida la plegaria del mismo Jesucristo. Por eso decía San Francisco de Sales que el santo sacrificio de la Misa es el sol de los ejércitos espirituales, el corazón de la devoción, el alma de la piedad y el centro de la religión.


Su liturgia. -El santo sacrificio de la Misa representa y renueva el del Calvario, pero de una manera mística e incruenta; y así lo hace conforme al rito con que Nuestro Señor celebró la última Cena al instituir la Eucaristía, que es, a la vez, sacramento y sacrificio. Las tres acciones principales, que de Jesucristo nos refiere el Evangelio, que "tomó en sus santas manos el pan y el cáliz, los bendijo, los partió y distribuyó entre los discípulos", son las que renueva el Sacerdote en la Misa; las cuales, ampliadas y desarrolladas con fórmulas apropiadas y con ceremonias simbólicas y santas forman las tres partes principales de la Misa: el Ofertorio, la Consagración y la Comunión. A ellas, desde tiempos antiquísimos, se añadieron otras, ya como preparación del sacrificio, ya como conclusión del mismo. Todo este conjunto admirable de fórmulas, lecturas, oraciones, ceremonias y ritos constituye la actual liturgia de la Misa, la que, asistida por el Espíritu Santo, emplea la Iglesia en la celebración de los divinos misterios. Con ella habla a la vez a la inteligencia, al corazón y a los sentidos de los fieles, adoctrinándolos, excitando su piedad y moviendo su voluntad a la adoración y amor a Dios y a la observancia de su ley santa.


Sus partes. -En la Misa pueden distinguirse éstas:


I. PREPARACIÓN, que comprende las preces que el Sacerdote dice en la sacristía y al pie del altar hasta el Introito, y tienen por objetivo disponer los ánimos del celebrante y de los asistentes para el sacrificio.

II. MISA DE LOS CATECÚMENOS, desde el Introito hasta el Credo, compuesta de un doble rito: 1º Desprecatorio, integrado por varias preces que disponen el corazón y hacen a Dios propicio; 2º Catequístico, desde la Epístola al Credo, o sea lecturas e instrucciones que disponen la inteligencia. El Credo, acto de fe a esta instrucción dada por Dios, abre la puerta del sacrificio, o sea, de la:

III. MISA DE LOS FIELES, la cual a su vez comprende tres secciones principales: 1ª Ofertorio, o preparación inmediata de la materia del sacrificio; 2ª Consagración, o realización del sacrificio; 3ª Comunión, o sea, consumación del sacrificio, con la acción de gracias.

IV. CONCLUSIÓN. Comprende las preces finales, con que se despide a la asamblea y se da gracias a Dios.


Sus elementos. -Estas partes se constituyen inmediatamente de ceremonias y fórmulas litúrgicas, o sea, oraciones, versículos, lecturas, etc...que forman el Introito, la Colecta, Epístola, Gradual, etc...como los trae el Ordinario de la Misa.

Atendiendo a estos elementos, las partes de la Misa son variables e invariables. Las invariables contienen todas en el Ordinario, y son aquellas que cuando se rezan se dicen siempre las mismas. Las variables varían o son distintas según fuere la Misa que se dice; y ellas, a su vez, son propias y peculiares de cada Misa, que se hallan en el propio del Misal Romano, o comunes, que conforme a la calidad de la Misa, han de tomarse de uno u otro Común.

Las partes variables son las siguientes: Introito, Oración, Epístola, Gradual, Tracto, Aleluya, Evangelio, Ofertorio, Secreta, Prefacio, Comunión y Poscomunión.


Clases de Misas. -Aunque en el fondo la Misa es siempre la misma, y esencialmente siempre es suma su excelencia, dignidad y eficacia, con todo, atendiendo a diversas consideraciones, son varias sus clases. Así, por la solemnidad externa con que se celebra la Misa, es rezada o privada, cantada y solemne; ésta última con Ministros sagrados, incensación y canto; la cantada, con canto, pero sin Ministros sagrados e incensación.

Por el objeto de que se dice, la Misa es del día cuando se celebra del Oficio rezado en el día, o sea del Señor, de la Virgen, de Santo, de domínica o de feria; o votiva, cuando no se dice del Oficio del día, sino a devoción del Sacerdote o por petición y voto de los fieles; o de Requiem, cuando se celebra por los difuntos, con ornamentos negros.


Prelación de las Misas. -Es principio general que cuando en un mismo día coinciden dos fiestas distintas, prevalece la Misa del Oficio, que litúrgicamente es más principal y noble. De dicha fiesta prevalente se celebra la Misa del día, y la otra se traslada a otro día, o de ella se hace conmemoración en la del día, según determinan las rúbricas para cada caso. Gozan de esta preferencia litúrgica sobre todas las demás, las fiestas de primera clase primarias de la Iglesia universal.

No tengo por qué dar más explicaciones

Lo que más pereza me da de toda la salida del armario es el momento de ronda de preguntas que se genera después. Parece que la gente piensa que como le estás contando eso ya tienen carta blanca para preguntarte por toda tu vida, que desde cuándo, que si cuándo lo supiste, que si lo buscabas o simplemente ocurrió, que cómo os conocisteis... Que parece que se les olvida que sigue existiendo la privacidad y que puede que quieras compartir que estás con alguien pero sólo eso, sin más, que yo no voy preguntando por ahí cuando tuvieron su primer deseo sexual, que me expliquen cuando pasaron del "estoy por fulanito" o con qué fulanito en primer lugar.
Ya me lo sé, hasta para esto la experiencia es un grado, así que mi última salida del armario fue en el momento justo, en medio de los comentarios sobre lost. Sólo tenía que soltarlo y volver al tema anterior. Fue rápido y me libré de la rueda de prensa. O eso pensaba yo...

Hasta que ayer hablé con ella vía messenger. Esto está un poco feo pero espero que no le importe que copie la conversación:

M.- dice:
por cierrrrrto
una cosa que tengo que decirte

Mel dice:
quién más se ha casado??
M.- dice:
nadie
jajaja
que yo sepa

Mel dice:
a ver, cuéntame
M.- dice:
es un pensamiento mío para tí
que el otro día cambiamos de tema rápido
pero no puede ser que no pases el típico cuestionario cuando alguien cuenta que tiene una relación

(aquí un silencio que me dio para pensar: ya me extrañaba a mí)
no vamos a ir a comer a tu casa
que nos prepare la comida
sin saber cosas

(otro silencio, creo que en realidad bastante corto)
como por ejemplo número de zapato
;)
Mel dice:
zapatillas de deporte o zapatos?
M.- dice:
jajaja
o abrigo con capucha o sin capucha

Mel dice:
:)
pues depende de si llueve

M.- dice:
jajaja
Mel dice:
si es de viaje conmigo, con capucha por lo que pueda pasar
que no sé si te he contado que tengo un gafe para eso

M.- dice:
pues yo creo que este finde va a hacer sol

Y luego ya cambió el tema a cosas varias y a mí me dio una pena tremenda que por el messenger no se puedan dar abrazos de verdad.

Y he de reconocer que no es sólo que repita canción, es que para colmo la ha elegido la Tiza virtual que se ha metido en el facebook.

Con la maleta vacía
mirada perdida y zapatos hartitos de vivir.
Con la nostalgia rendida a tus pies
y un ya ves
que yo no elegí.

Tiza





Nuestra Señora del Santísimo Rosario


Desde que la Santísima Virgen ha dado una eficacia tan grande al Rosario, no existe ningún problema material, espiritual, nacional o internacional que no pueda ser resuelto por el Santo Rosario y nuestros sacrificios.

(Hna. Lucía de Fátima).


Fangeaux está en un alto, dominando la inmensa llanura de Lauregais. Es un paisaje impresionante, en especial por la inmensidad del horizonte que se descubre. Precisamente Dios Nuestro Señor lo eligió para abrir los ojos de Santo Domingo de Guzmán a otro paisaje más dilatado aún, el de la inmensidad de las almas que estaban esperando quien les mostrara el camino de la auténtica vida cristiana.

Un discreto y sencillo monumento, llamado la Seignadou, marca y lugar en que, estando en oración, recibió el Santo una gracia extraordinaria. Pocos detalles sabemos de ella. Es muy fácil que, como suele ocurrir tantas veces en las vidas de lo santos, ni el mismo Santo Domingo percibiera desde el primer momento toda la trascendencia de lo que entonces se le revelaba. Parece cierto que Dios le confirmó en su idea de fundar una Orden de Predicadores, que le confirmó también que eran aquellas tierras del mediodía de Francia el más adecuado escenario para dar comienzo a la tarea, y que la Santísima Virgen mostró mirar con especial predilección este apostolado dominicano.

¿Ocurrió entonces la revelación del Santísimo Rosario? Ya hemos dicho que es poco lo que nos queda de fehaciente sobre aquella visión. El Santo no fue nunca explícito, pero la tradición unánime hasta tiempos muy recientes ha hecho a Santo Domingo de Guzmán fundador del rosario. Oigamos, por ejemplo, al Papa Benedicto XV: "Y así -dice hablando de Santo Domingo- en sus luchas con los albigenses que, entre otros artículos de nuestra fe, negaban y escarnecían con injurias la maternidad divina de María y su virginidad, el Santo, al defender con todas las fuerzas de su alma la santidad de estos dogmas, imploraba el auxilio de la Virgen Madre. Con cuánto agrado recibiese la Reina de los cielos la súplica de su piadosísimo siervo, fácilmente puede colegirse por el hecho de haberse servido de él la Virgen para que enseñase a la Iglesia, Esposa de su Hijo, la devoción del Santísimo Rosario: es decir, esa fórmula deprecatoria que, siendo a la vez vocal y mental (pues al mismo tiempo que se contemplan los principales misterios de la religión se recita quince veces la oración dominical con otras tantas decenas de ave marías), es devoción muy a propósito para excitar y mantener en el pueblo el fervor de la piedad y la práctica de todas las virtudes. Con razón, pues, Domingo de Guzmán mandó a sus hijos que, al predicar a los pueblos la palabra de Dios, se dedicasen constantemente y con todo empeño a inculcar en los ánimos de sus oyentes esta forma de orar, cuya utilidad práctica tenía él harto experimentada."
Este es, por consiguiente, según el parecer unánime de la tradición, robustecida por los documentos pontificios, el celestial origen del Santísimo Rosario. La moderna crítica pone, sin embargo, no pocos reparos a este sentir. Las trazas del rosario como devoción popular son muy posteriores, y aparecen con independencia de la actuación de Santo Domingo.
No es éste el lugar de discutir una cuestión histórica. Como suele suceder en estas ocasiones, hay un desenfoque inicial en la actitud de los críticos: una idea, una institución, una devoción, no nacen nunca enteramente hechas. Piénsese en la devoción al Corazón de Jesús, elaborada durante siglos por el amor hacia la humanidad de Cristo, que iba en aumento. O piénsese en la serie de vicisitudes por que pasa una idea antes de plasmar en una realización práctica, poniendo ante los ojos, por ejemplo, las di versas tentativas y ensayos que precedieron a la configuración jurídica de la Compañía de Jesús. Que Santo Domingo de Guzmán concibió su apostolado y el de sus hijos con un matiz eminentemente mariano, no hay quien lo discuta. Que ya en los primeros tiempos de la Orden dominicana encontramos la recitación frecuente del avemaría, utilizando incluso cuerdas con nudos, también parece cierto. Recuérdese el ejemplo de Romeo de Livia, O. P. (t 1261); el de Delfín Humberto, O. P. (t 1356); el de la Beata Margarita Ebner, O. P. (t 1351); el de Juan Taulero, O. P. (t 1361), y otros muchos personajes eminentes de la Orden de Predicadores en los que encontramos elementos que luego han de servir para dar la estructuración definitiva al rosario. Esto sólo puede explicarse, o al menos se explica muy fácil mente, teniendo presente una tradición que arrancara del fundador y persevérase dentro de la Orden.
A base de estos elementos comienza la devoción del rosario a extenderse en el siglo xv por obra principalmente de dos in signes dominicos: Alano de Rupe, forma latinizante de su apellido de la Roche, y Santiago Sprenger. El primero prefería la fórmula "salterio de la Virgen" más que la de rosario, que le parecía un tanto paganizante, y trabajó no poco en los Países Bajos por extenderlo. Sprenger no sólo consiguió difundir gran demente el rosario por Alemania y los países del centro de Europa, sino que escribió un folleto de propaganda y consiguió la primera aprobación por parte de la autoridad apostólica, otorgada por el Papa Sixto IV el 10 de marzo de 1476. Ni fue ésta sola la aprobación que obtuvo, sino que antes de morir logró nuevos documentos pontificios y la confirmación de todo lo actuado por parte del maestro general de la Orden. Por eso, aunque algunas veces no se valore suficientemente su influencia en la difusión del rosario, es necesario tenerle por uno de los más destacados artífices de la difusión de la misma.
Ya desde entonces puede decirse que la marcha del rosario por todo el mundo es verdaderamente triunfal. Pronto salta de los países de la Europa central a los países latinos, y las concesiones papales se encuentran ya en abundancia. En España mismo vemos cómo el cardenal Gil de Viterbo, legado para España y Portugal, después de definir el rosario en su forma actual, con cede gracias en 1519 a la cofradía que se había fundado en Tu dela. En Vitoria, en el convento de Santo Domingo, había una capilla y altar bajo la advocación del rosario, a la que Adriano VI concede amplias indulgencias el 1 de abril de 1523, confirma das luego por Clemente VII y dos veces por Paulo III. Algo parecido se encuentra ya por todas partes, no sólo en Europa, sino también en América, a la que la devoción del rosario es llevada por los dominicos. Ni se piense sólo en el rosario como una devoción exclusivamente dominicana: San Ignacio de Loyola, por ejemplo, y los primeros jesuitas fueron extraordinariamente afectos a ella.
Los papas continuaron alabando esta devoción y cargándola de indulgencias. Pero quien verdaderamente aparece como eminente en la historia del rosario es San Pío V. Tras algunos actos de carácter más bien particular, el día 17 de septiembre de 1569 daba la solemne bula Consueverunt Romani Pontífices, en la que no sólo definía ya con precisión el rosario, sino que además resumía y ampliaba todos los privilegios e indulgencias unidos a esta devoción. Continúa durante todo su pontificado trabajando por la difusión del rosario. Y el 5 de marzo de 1572 da la bula Salvatoris Domini, en la que, recordando la victoria obtenida en
Lepanto el 7 de octubre, permite a la Cofradía del Rosario de Martorell (Barcelona) que ese día celebren todos los años una fiesta bajo la advocación de la Virgen del Rosario, según lo había pedido don Luis de Requeséns, señor de Martorell, que había estado presente en Lepanto. No parece que pueda decirse que fue San Pío V el que insertó en las letanías la invocación «Auxilium christianorum ", sino que tal invocación debió de tener origen en sus tiempos en Loreto mismo, por donde pasaron no pocos de los que habían participado en la batalla de Lepanto.
Su sucesor Gregorio XIII, el 1 de abril de 1533, extiende la fiesta del Rosario a todas las iglesias y capillas en que estuviera erigida la cofradía. Clemente XI, en 1716, extendió la solemnidad a la Iglesia universal, unida al primer domingo de octubre. Sólo en 1913, como consecuencia de la reforma litúrgica que quiso descargar de fiestas los domingos, quedó fijada en el calendario de la Iglesia universal esta fiesta en el 7 de octubre, conservando la Orden dominicana el privilegio de celebrar la fiesta el mismo primer domingo de octubre.
Todos estos datos cronológicos y eruditos no son al fin y al cabo más que una manifestación del unánime sentir del pueblo cristiano, que ama extraordinariamente esta devoción. Con el certero instinto que le caracteriza, adivina lo grata que es a la Santísima Virgen. Por eso en cuantas circunstancias, agradables o tristes, se presentan en la vida del cristiano, espontáneamente sube a sus labios esta hermosa oración. Ya se encuentre velando un cadáver, ya se acerque en peregrinación a un santuario famoso, ya trate de ofrecer algo por el éxito de unos exámenes o la resolución de un asunto difícil... en cualquier circunstancia el cristiano recurre al rosario, seguro de hallar en él un obsequio verdaderamente grato a la Santísima Virgen.
Y que tal sentir no es erróneo nos lo demuestra claramente la actitud de la Iglesia. Puede decirse que no hay devoción que de manera tan continuada haya sido recomendada e inculcada por los Romanos Pontífices. Es más, hay un hecho bien significativo: la devoción al rosario es para los papas un refugio providencial en las circunstancias difíciles que se presentan a la Iglesia. Ya se trate, como en tiempos de San Pío V, del peligro turco, ya se trate de los espinosos problemas que plantea la fermentación intelectual del siglo XIX, como en tiempos de León XIII, hacia esta devoción se vuelven los ojos de los papas.
¿En qué está el secreto de la eficacia? Precisamente los mismos papas nos lo dicen: en tratarse de una devoción que, siendo sencilla, está, sin embargo, llena de contenido. Sencilla, porque hartos estamos de ver cómo la más humilde mujercita sabe rezar su rosario. Llena de contenido, puesto que sistemáticamente nos obliga a recorrer los principales misterios de la vida de Jesucristo y de su santísima Madre.
Buena prueba de ello la tuvieron los misioneros que en 1865 descubrieron, viva aún, la fe de no pocos japoneses que ocultamente habían continuado, aislados del resto del mundo, siendo cristianos. La fiesta de Nuestra Señora del Japón, que se celebra allí el 17 de marzo, recuerda precisamente ese descubrimiento. Pues bien, una de las armas que habían servido para mantener viva la fe, había sido el rosario, recitado por aquellos que sobre vivieron a las persecuciones y por sus descendientes, que de ellos lo habían aprendido.
Trabajar, por consiguiente, en el conocimiento y en la difusión del Santísimo Rosario es hacer obra muy grata a Dios Nuestro Señor y contribuir al arraigo y difusión de nuestra santa fe. La aparición de la Santísima Virgen en Lourdes y Fátima, así nos lo confirman. Como nos confirma también la admirable adaptación de esta forma de devoción a los tiempos modernos: la asombrosa acogida que ha tenido la cruzada del rosario en fami lia, nacida en los Estados Unidos y difundida por todo el mundo.


Introito. -Regocijémonos todos en el Señor, al celebrar esta fiesta en honor de la bienaventurada Virgen María; de cuya solemnidad se alegran los Ángeles, y alaban juntos al Hijo de Dios. -(Ps. 44). Brota de mi corazón una buena palabra: al Rey consagro yo mi canción. V. Gloria al Padre.



ORACIÓN


¡Oh Dios! cuyo unigénito Hijo con su vida, muerte y resurrección, nos alcanzó los premios de la salvación eterna: os suplicamos nos concedáis que, meditando estos misterios con el sacratísimo Rosario de la bienaventurada Virgen María, imitemos lo que contienen, y alcancemos lo que prometen. Por el mismo nuestro Señor Jesucristo. Amén.

" Rebelión en la granja (Libro) "

Rebelión en la granja (en inglés Animal Farm) (1945) es una novela satírica de George Orwell acerca de un grupo de animales en una granja que expulsan a los humanos y crean un sistema de gobierno propio que acaba convirtiéndose en una tiranía brutal. Orwell, un socialista democrático y un miembro del Partido Laborista Independiente por mucho años, fue un critico de Joseph Stalin. La novela fue

La Presencia Real: un don sagrado

En el IV Concilio de Letrán, en 1215, la Iglesia definió formalmente que "por divino poder, el pan y el vino son transubstanciados en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo".

La fe en la Presencia Real de Nuestro Señor en la Eucaristía es una marca de la Iglesia Católica. De modo claro y conciso, el obispo de Paterson (EE.UU.) Mons. Arthur Joseph Serratelli presenta una sinopsis histórica de esta verdad de fe.



Una de las divisiones más grandes entre católicos y protestantes tiene como motivo principal la Eucaristía. ¿Cómo entender lo que realizó Jesús en la Última Cena?¿Cuál fue su intención?¿Obsequió a su Iglesia con un simple memorial de su Pasión y Muerte, dándole el pan y el vino como símbolos del Misterio Pascual?¿Dio realmente su Cuerpo y Sangre a los discípulos reunidos en torno a la mesa del cenáculo?¿Da hoy su Cuerpo y Sangre a los fieles reunidos en torno al altar?

Desde tiempos apostólicos, todos los seguidores de Cristo creyeron en la Presencia Real, lo cual siguió así hasta el nacimiento del protestantismo en el siglo XVI.


La fe en la Presencia Real a lo largo de la historia de la Iglesia


Sin embargo, antes de la época de Lutero hubo ya algunas pocas voces disidentes que negaron la fe de la Iglesia en la Presencia Real. San Ignacio de Antioquía (110 d.C.) cuenta que los gnósticos se rehusaron desde un comienzo a creer en la Presencia Real. "Se abstienen -dice él- de la Eucaristía y de la oración porque no profesan la doctrina de que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, carne que padeció por nuestros pecados y que el Padre, en su bondad, resucitó"(Carta a los fieles de Esmirna 6, 2-7, 1). Tenían al menos la honestidad de no acercarse a la Eucaristía, porque no aceptaban lo que enseñaba la Iglesia.

Cuando los antiguos Padres de la Iglesia analizaban lo escrito en 1Cor 10, 16-17; Jn 6, 32-71, así como los relatos de la Última Cena (Mt 26, 26-28; Mc 14, 22-23; Lc 22, 19-20; y 1 Cor 11, 23-25), interpretaban estos pasajes literalmente. J. Kelly, renombrado historiador protestante de la Iglesia primitiva, resume la enseñanza de los Padres acerca de la Presencia Real cuando escribe: "Su doctrina eucarística -y es preciso entenderlo desde un comienzo- era en general incuestionablemente realista, esto es, el pan y el vino consagrados eran tomados, tratados y designados como el Cuerpo y la Sangre del Salvador". (Early Christian Doctrines, 440).

El primer cristiano de alguna importancia en negar la Presencia Real fue Berengario de Tours. ¡Y vivió en el siglo XI! Este joven sacerdote tenía a su cargo una escuela de Teología en Tours, la que frecuentaban muchos estudiantes ilustres que más tarde llegarían a ser obispos y arzobispos. Berengario negaba la creencia de que Jesús está real y verdaderamente presente en la Eucaristía bajo las apariencias del pan y del vino.

Llamaba a esta creencia "opinión de la ralea", y enseñaba que la Eucaristía es sencillamente un símbolo de la prsencia de Cristo entre nosotros.

La doctrina de Berengario terminó sirviendo de ayuda a la Iglesia. Como respuesta a la negación de un elemento esencial del depósito de la fe, la Iglesia empezó a predicar más ampliamente sobre la Presencia Real. Es interesante observar que, en el curso del debate de su doctrina entre teólogos y obispos, Berengario se retractó por lo menos cinco veces de sus opiniones. Finalmente en 1215, en el IV Concilio de Letrán, la Iglesia definió que "por divino poder, el pan y el vino son transubstanciados en el Cuerpo y la Sangre" (Canon). La doctrina de la Presencia Real es muy sencilla, si bien profunda: la Eucaristía es el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo bajo las apariencias del pan y del vino.


Bajo apariencia de pan y vino


Bajo las apariencias de pan y vino.

Esto significa que no es pan, ni vino; es el Cuerpo y Sangre de Cristo.

Qué mal servicio se hace a la fe de la Iglesia cuando alguno, en el momento de la Comunión, dice que el pan será distribuido de tal o cual manera o repartido de cierto modo. ¿Por qué no llamar a la Sagrada Comunión por lo que es: el Cuerpo de Cristo?

En el cuarto Evangelio es notable la ausencia del relato de la institución de la Eucaristía en la Última Cena; pero Juan es profundamente eucarístico en su Evangelio. El día posterior al milagro de la multiplicación de los panes y los peces en la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús declara abiertamente que ha venido a darnos su carne y su sangre como verdadera comida y verdadera bebida (Juan 6, 26-58). Doctrina que para muchos era extraña y difícil de admitir. Muchos de sus seguidores hasta entonces reclamaron: "Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?" (Juan 6, 60). Algunos de sus discípulos dejaron de seguirlo a causa de esta enseñanza sobre la Eucaristía. Jesús los dejó marcharse. "Entonces como ahora, la Eucaristía permanece como 'signo de contradicción' y no puede dejar de serlo, porque un Dios que se hace carne y se sacrifica a sí mismo por la vida del mundo pone en aprietos a la sabiduría de los hombres" (Benedicto XVI, Homilía en San Juan de Letrán, 7/6/2007). El verdadero seguimiento de Jesús incluye la aceptación del sagrado don de la Eucaristía. Y una auténtica fe en la Eucaristía como Presencia Real nos abre el camino para entender todas las dimensiones de este misterio y el carácter sagrado de toda nuestra vida.

¡No te atrevas a encender estos cirios!


Terminada la misa, los últimos fieles dejaban poco a poco la iglesia matriz de San Alexander, en una villa cerca de Białystok, al este de Polonia. Afuera caía la noche, mientras el viento frío arremolinaba los copos de nieve. Estanislao, el pacato sacristán, estaba a punto de cerrar las puertas cuando un hombre alto y corpulento entró rápidamente al atrio del templo. Se sacudió un poco la nieve amontonada en su abrigo y lo saludó con cortesía.
Su acento lo delataba: era extranjero, tal vez ruso, lo que no sería extraño porque la frontera estaba cerca.
Se disculpó por llegar tan tarde y explicó:
–Voy de viaje y mañana temprano tengo que negociar un asunto muy importante para mí. Por eso decidí hacer una promesa a la Virgen. Mire, aquí tengo dos cirios y quiero encenderlos muy cerca de esa imagen de Nuestra Señora de la Paz, porque conozco la devoción que le tiene la gente de aquí.
Estanislao, un poco contrariado, le respondió que no se acostumbraba a encender velas en ese altar. Pero el forastero fue insistente, y para zanjar la situación sacó de su bolsillo tres monedas de plata. Una oferta difícil de rechazar para un padre de familia pobre y con muchos hijos.
–Bueno, creo que podría hacer una excepción… Mire, se las dejaré encendidas toda la noche, pero mañana temprano usted tendrá que recogerlas, porque al Padre Lozinskij no le gustará mucho verlas ahí.
El extranjero concordó, y después de cerciorarse de que las velas habían sido puestas en el lugar requerido, partió tan rápido como había llegado. Al sacristán le pareció un poco raro que alguien tan ansioso por hacer una promesa no rezara nada frente al altar o no hiciera la señal de la cruz al salir. Pero se encogió de hombros y pensó en otra cosa. Al fin y al cabo, el hombre parecía tener verdaderamente mucha prisa…
Terminado el arreglo, Estanislao se dispuso a cerrar bien la iglesia y luego marcharse, cuando frente al altar de la Virgen recordó que no había rezado todavía su último rosario.
“Bueno –pensó–, tal vez sea mejor terminar el rosario en casa, donde al menos habrá calor”. Sin embargo sintió un inesperado deseo de quedarse ante el altar de la imagen.
Además se veía muy bonita iluminada con esas dos velas, que por cierto eran enormes.
El frío aumentaba cada vez más en la iglesia vacía, ante lo cual Estanislao se cubrió con la chaqueta y el sombrero de piel para luego sentarse cerca del altar y empezar a rezar. La baja temperatura le daba un poco de sueño y se distraía entre avemarías y padrenuestros. Ya con la vista un poco nublada, creyó ver a uno de los ángeles del retablo inflando sus mejillas y soplando con fuerza los cirios del extranjero.
–¡Estoy soñando con los ojos abiertos!
Pero no obstante las velas se habían apagado. ¿Cómo era posible?
Miró en busca de una ventana abierta sin encontrar nada. ¿De dónde había salido el viento que apagó los cirios? Volvió a prenderlos sin entender bien lo sucedido, y para evitar la modorra decidió rezar de pie el resto del rosario. Antes de terminar la siguiente decena vio al mismo ángel –y ahora con toda claridad– soplando las velas por segunda vez. Las dos se apagaron al instante, dejando sólo un ondulante hilo de humo.
Estanislao se atragantó mientras un escalofrío subía por su espalda.
Hizo la señal de la cruz varias veces y dio tres pasos hacia atrás, pero en seguida recordó que estaba en una iglesia, y además frente a una imagen de la Virgen rodeada de ángeles. No, no podía ser cosa del maligno.
–¡Parece que el frío me hace ver visiones!
Una vez más encendió las velas y acabó de rezar lo más rápido que pudo.
Después se preparó para dejar la iglesia, pero antes se acercó titubeando hasta el ángel para observarlo mejor.
Para su asombro, la pintura pareció llenarse de vida, y mientras lo miraba fijamente, sopló sobre las velas una tercera vez. Apenas se apagaron, el ángel le dijo con voz suave pero muy firme:
–¡Estanislao, no te atrevas a encender estos cirios!
El pobre hombre soltó un grito y cayó hacia atrás, se levantó y salió corriendo despavorido hasta la casa del párroco. Tartamudeando y con los ojos desorbitados le contó lo ocurrido. Volvieron juntos al templo (el sacristán casi escondido atrás del sacerdote) y se detuvieron frente al misterioso altar. El Padre Lozinskij, una persona piadosa y al mismo tiempo muy firme, miró fijamente la imagen, los ángeles pintados y finalmente los cirios apagados. Una repentina sospecha vino a su mente, recogió las tales velas y se puso a examinarlas.
Comprobó que pesaban mucho más que lo normal. Con una navaja cortó uno de los costados para descubrir, atónito e indignado, que los grandes cirios escondían un poderoso explosivo. Girando hacia el sacristán con el rostro muy serio, le dijo:
–¡Mira, Estanislao! Este milagro nos enseñó lo vigilantes que debemos ser. Es bueno mostrar buena voluntad y caridad con todos, pero siempre hay que guardar una distancia prudente, ya que todo hombre tiene un lado malo. Además, por desgracia existen personas que hacen el mal deliberadamente, y eso no lo podemos negar.
“Así que mi querido Estanislao, tengamos los ojos siempre muy abiertos. Prestemos atención a los prudentes recados e inspiraciones que muchas veces el Buen Dios nos envía, pero no siempre tomamos en cuenta.”

Me ha dado el sonido y el abecedario

Algunas voces te estremecen cuando las escuchas. No puedes definirlo, pero al escucharlas algo se remueve por dentro. La de Mercedes Sosa era una de ellas.
Para mí siempre estará ligada al Gracias a la Vida. Sólo nos queda darle gracias por habernos emocionado así.

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto
Así yo distingo dicha de quebranto
Los dos materiales que forman mi canto
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos que es mi propio canto

Gracias a la vida, gracias a la vida

Letra: Violeta Parra
Interpretada por Mercedes Sosa como por nadie.


La música está de luto otra vez. Una vez más, se van los mejores.