Estreno 24 de mayo: Instrucciones para conmemorar

Alejandra Flechner

Foto: Andres D'elia

Ahora es Juana Azurduy Pero también fue Evita y Zulema Yoma. Una actriz a la que le interesa que los trabajos tengan mística.

Por: Camilo Sánchez

Fui Evita, ahora soy Juana Azurduy, pero también me tocó hacer de Zulema Yoma. Todas coinciden en su pigmento de piel y de clase. No tanto Zulema -no lo digo por lo ideológico, sino porque jugó de acompañante de-, pero Evita y Juana fueron mujeres con vocación de liderazgo, con capacidad de llevar adelante sus convicciones con ese carisma necesario para convencer a otros.

A mí me gusta trabajar con mujeres. Es un espacio de mucho disfrute y diversión. Hay competencia, pero otras cosas también: hay complicidad, confianza, proximidad física. Entre mujeres muy rápido, por eso de la intuición, sabemos con quién estamos.

Caperucita fue uno de esos fracasos comerciales que honran un espectáculo.

El teatro requiere de un gran temple. Siempre: con sala llena o con sala vacía. Cuando comienza la obra, cuando te tiran a los leones, aunque el Coliseo esté lleno o medio vacío, los leones están ahí. Si hay gente y te arengan, puede que te den más ánimo. Pero cuando son pocos, el compromiso a veces es todavía mayor: uno quiere que esa gente se lleve algo.

Miguelito Fernández Alonso, el ajillo de las Gambas, siempre decía que el secreto del oficio es agregar, pero también soltar las gracias muy repetidas y frecuentadas.

El teatro es el cuerpo expuesto, tirado ahí, a la parrilla. O tal vez estoy medio tomada por lo que me pasa en escena con Juana: un cuerpo lanzado a las convicciones. Es que es un viaje. Un viajazo. Santa Juana de América es un compacto de la vida de Juana: va desde los 17 hasta los 83. Hay que tener coraje para agarrar un sable y salir, a la madrugada, durante años, a matar o morir.

La generación de los ochenta recupera una posta de otras generaciones: el tango, Niní Marshall, Los Cinco Grandes del Buen Humor.

En cine, hicimos con Urdapilleta, Goity y Tortonese, una película de Spiner, Adiós, querida luna. Fue hecha en el 2001: era la historia de tres astronautas que los argentinos los habían dejado arriba, boyando en el cielo. Salíamos de grabar en diciembre y cruzábamos avenidas con fuego en las esquinas, gomas que se incendiaban, no había desayuno en el estudio, porque teníamos que sacar 250 pesos por semana por el corralito.

El trabajo como trabajo no me alcanza. Soy una ambiciosa: quiero vivir algo interesante cada día. Quiero pasarla bien y tengo mis exigencias para pasarla bien.

En octubre filmé "Pájaros volando", de Néstor Montalbano, guión de Damián Dreizik, con Diego Capusotto, Pipo Luque, Vero Llinás, Vanesa Weinberg. Paramos en un hotel de Los Cocos todo el equipo de filmación. Lo bien que la pasamos. Era un viaje de egresados.

Me interesan los trabajos que tengan una mística. Si no hay mística para trabajar, me la invento: es el fuego sagrado para mí.

Alguien que vuelve a mi memoria muchas veces es Jorge Mayor. Era un bronce, pero de esos que no fraguan: un bronce líquido. Con él hice Una visita inoportuna, de Copi, en el San Martín. Mi primera obra en el teatro oficial, con todos los prejuicios que yo podía tener. El encuentro personal fue tan extraordinario: con él aprendí lo que, ahora para mí, significa no envejecer.

El teatro es intimidad. Cuando uno empieza a ensayar, está lleno de miedos, hace papelones delante de todo el mundo. Es como estar con el culo al aire delante de desconocidos. Y hay que bancarse. Es de una gran intimidad. Ahora, si no querés estar culo al aire y te quedás en zunga, tu actuación será un poquito con zunga también.

Soy agnóstica y atea, con los peores adjetivos ligados a la herejía, pero con espíritu religioso. Tengo función y me cuido como un monje tibetano.

¿Quién es?

Está protagonizando Santa Juana de América en el Regio. Fue socia fundadora e integrante del grupo Gambas al ajillo. En teatro, participó en Una visita inoportuna, Eva Perón, Confesiones de mujeres de 30 (premio Estrella de Mar a la mejor actriz de 2000), Monólogos de la vagina, El Método Grönholm, entre otras. En televisión participó en Desde adentro, Cha-Cha-Cha, Sin condena, Señoras y señores (Martín Fierro a mejor actriz protagónica de comedia), Tiempo final y Resistiré. En cine, trabajó en Besos en la frente, Yepeto, Samy y yo, Adiós, querida luna, entre otras.

Fuente: Clarín

Crítica. "El descenso del Monte Morgan"

MARTINEZ EN LA PIEL DE LYMAN FELT

Mentira verdadera

Correcta versión de Arthur Miller con protagónico de Oscar Martínez y puesta de Daniel Veronese.

Por: Camilo Sánchez

El hombre hizo plata, pagó religiosamente los impuestos, dejó de escribir poemas hace décadas. Está muy adaptado, con todos los deberes sociales correspondientes bajo control. Fue un acompañante atento de la crianza de Bessie, su hija mayor, y le enseñó a esquiar y a escalar montañas a Benjamín, su hijo menor. Sólo que ellos no sabían de la existencia uno del otro hasta el desbarranco automovilístico de su padre por el Monte Morgan.

Junto a la rodada, el señor Lyman Felt -que ha pasado los 50 y alcanzó a superar, entre otras cosas, la edad que tenía su padre en el momento de la muerte-, se accidentan también los mundos que este eficaz vendedor de seguros había diseñado paralelos. Sus dos mujeres aparecen por la clínica y la angustia por el destino de su esposo se trastoca en otra, existencial: cómo seguir viviendo cuando se instala la verdad.

El descenso del Monte Morgan es una de las últimas obras de Arthur Miller. Escrita en 1991, trabaja -como lo sugiere el director, Daniel Veronese, en el programa del espectáculo- sobre la crítica moral del marido engañador y, a la vez, enarbola la defensa del deseo del hombre que ha hecho felices a sus mujeres. Arrinconado por las circunstancias, el señor Felt, desde el hospital, intenta incluso el contraataque, con ganas de desenmascarar hipocresías ajenas.

El desafío para el director no ha sido fácil porque a la artillería verbal de la pieza se le suma un quietismo espacial muy riguroso: los alrededores de una cama de hospital. Por suerte, hay muchos momentos en que se mezclan los tiempos y el pasado se hace presente, ayudando así a descomprimir la linealidad de la acción.

Oscar Martínez encuentra el tono de su sinuoso Lyman Felt desbordado por la realidad y resulta inquietante la presencia física que le imprime Eleonora Wexler a su Leah. En un elenco -Carola Reyna, Ernesto Claudio, Malena Figó- de interpretaciones precisas, Gaby Ferrero, como la enfermera, no pasa desapercibida, y alcanza, en ciertos momentos de intimidad con su paciente, una cercanía creíble. La pieza allí reposa del ritmo que le imprime la dirección.

La escenografía es contundente en su sugerencia: los paneles con reflejos y transparencias exponen todo de tal manera que, a la vez, lo oculta; así como las líneas de iluminación, que, durante buena parte, surgen desde el piso. Es interesante, también, la compaginación musical, cuando interacciona con el diseño y las luces para generar cambios de rumbo de la obra.

Fuente: Clarín

Mercedes Morán, directora

Bambalinas

Por Pablo Gorlero

Mercedes Morán aprovechó el descanso de las funciones de Agosto, condado Osage , por el Día del Trabajador, y viajó a Nueva York para ver la obra Love, Loss and What I Wore , de las hermanas Nora y Delia Ephron, la imbatible dupla autoral de éxitos cinematográficos como Cuando Harry conoció a Sally, ¿Tienes un e-mail?, Sintonía de amor y Julie & Julia . La actriz aceptó el ofrecimiento de Daniel Grinbank para adaptar la obra junto a Fidel Sclavo -con quien ya trabajó en la adaptación de Agosto - y dirigir la versión local, que se llamará Amor, dolor? ¿y qué me pongo? , cuyo estreno se prevé para la segunda quincena de julio, en el Tabarís. La obra fue estrenada con gran éxito de público y críticas en el off Broadway en octubre de 2009 y está inspirada en el best seller de Ilene Bekerman, así como en historias personales del círculo íntimo de las hermanas Ephron. En esta pieza la ropa y los accesorios son el detonante para contar historias en las que cualquier mujer podría ser protagonista. Tiene un formato de elencos rotativos, pero no se sabe aún si Grinbank tendrá la misma fórmula en Buenos Aires.

De los 50 a los 60. Liliana Pécora pasó seis años exitosos de su unipersonal Mujeres de 50 . Claro que ha pasado un tiempo y la experiencia vivida avanzó hacia otro lado. Ya está en plena gestación de su nuevo espectáculo: Mujeres de 60 . Lo estrenará en agosto, en La Comedia.

Novicia. El mundillo del teatro musical siempre anda a la pesca de alguna noticia que dé cuenta de una nueva producción. Y en las últimas dos semanas una noticia se propagó con suma rapidez en las instituciones de educación, camarines y hasta audiciones. Ya estaría confirmado que la megaproductora Time 4 Fun pondría en escena una nueva versión de La novicia rebelde , en el primer semestre de 2011. Como ocurrió con Cabaret , sería un montaje local, aunque aún no trascendió el nombre del director. Todos los personajes saldrán de las audiciones, que serían en septiembre-octubre. La novicia rebelde tuvo ya una versión local, en 1969, en el teatro Cómico, con Violeta Rivas, José Cibrián, Thelma del Río, Mario Fontana, Ricardo Dupont y Carlos Gross, entre muchos otros, dirigidos por Cibrián mismo.

Fuente: La Nación

En defensa de los mundos fantásticos

Algunas reflexiones vertidas en su libro: El teatro para niños y sus paradojas

En el último libro escrito por Ruth Mehl, El teatro para niños y sus paradojas , se vislumbran algunas claves para entender el trabajo de esta sensible y aguda observadora del teatro para chicos. "El área del teatro para niños es un espacio delicado en muchos sentidos y uno muy importante es que, en ese espacio, los adultos nos encontramos con nuestra infancia e, inevitablemente, nos tropezamos con el inconsciente", escribe ella en el libro recientemente publicado por el INT. De alguna manera, se podría interpretar que, desde 1978 cuando comenzó a escribir en estas mismas páginas, Ruth se la pasó visitando su propia e insondable infancia. Quizá sea por eso mismo que su mirada, la mirada crítica y la de sus propios ojos, siempre irradiaba luz.

"Es frecuente escuchar que en un espectáculo para chicos no deben faltar los títeres, que la puesta debe ser musical, que debe tener participación [...], que debe haber payasos, que no debe haber payasos, que debe ser corto, que debe terminar bien, que no debe terminar bien y ser «abierto», que debe hablar de la realidad... [...] La lista es interminable y, por supuesto, el péndulo oscila con la moda. Afortunadamente, hay buenos espectáculos que sobreviven a todas las tendencias", decía ella, que, a su manera, fue la única sobreviviente a los vaivenes de la crítica teatral en nuestro país.

"A pesar de la forma en que se creen los megaespectáculos vinculados a la televisión y del lugar del televisor como aparato con presencia doméstica, la magia del teatro no se evapora así nomás, algo persevera, algo que hace que no deje de existir ese rincón porfiado de los que buscan un poco de silencio para decir lo que piensan y lo que sienten, o intentan jugar con un material más sutil para decir cosas que se susurran, que no se gritan. Para escucharse y escuchar. Es la esperanza", acotaba, casi al final de ese recorrido por paradojas y una certeza: su defensa permanente hacia los chicos y sus mundos fantásticos.

"Los niños son como esponjas, absorben todo lo que tienen a mano, también las palabras: como en las rondas, como en las nanas, como en las canciones populares, como en las canciones y poemas de músicos que están escribiendo para ellos. Y también, desde muy pequeños, los niños, con su natural sabiduría, piden cuentos", reflexionaba ella. A su manera, de acá en adelante, lo que dejó en su columna Platea Infantil podrá leerse como sus cuentos semanales narrados por una persona que, como los chicos, absorbía todo lo que tenía a mano.

Alejandro Cruz
Fuente: La Nación