De espaldas a la Belleza


Presentamos la traducción del sermón pronunciado por el P. Franklyn M. McAfee, D. D., en la cripta del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción (USA), en una Misa celebrada en la Forma Extraordinaria.
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A thing of beauty is a joy foreverIts loveliness increases;It will never pass into nothingness. John Keats


Cuando los enviados de Vladimir, el Príncipe de Kiev, regresaron tras haber participado en la Divina Liturgia en la Catedral de Hagia Sophia en Constantinopla a fines del siglo décimo, dieron este informe: “no sabíamos si estábamos en el cielo o en la tierra, ya que, por cierto, no existe en la tierra tal esplendor o belleza. No podemos describírsela; sólo esto sabemos: que Dios habita allí entre los hombres y que sus ceremonias sobrepasan el culto de todos los demás lugares. ¡No podemos olvidar la belleza!”.
El presidente John Adams, en una carta a su esposa Abigail, le contó sobre una visita a una “capilla romanista”: “La música consistía de un órgano y un coro de cantores; duró toda la tarde, excepto durante el sermón, y la asamblea cantaba muy dulce y exquisitamente. Aquí está todo lo que los ojos, los oídos y la imaginación pueden alcanzar. Todo lo que puede encantar y cautivar al simple y al rudo. Me pregunto cómo hizo Lutero para romper el hechizo”.
Santa Teresa de Ávila declaraba: “Siempre me conmueve la grandeza de las ceremonias de la Iglesia”. El amor a la belleza y su expresión en la obra de arte no son en sí mismos belleza, pero tal expresión es homenaje a Dios porque, según Santo Tomás de Aquino, “Belleza es uno de los nombres de Dios”. Así la Iglesia, cuando es convocada para celebrar los Divinos Misterios, utiliza todas las artes que apelan a los sentidos, porque lo bello es “id quod visum placet”, ‘visión de lo que’ al ser contemplado es agradable. La sobriedad del canto, el esplendor de los instrumentos, lo festivo de los ornamentos, la pompa del incienso, las velas, los vasos sagrados, el agua bendita – todo esto nos ayuda en nuestro culto al Dios Trino que creó la belleza, sostiene la belleza, redimió la belleza, y es Él la Belleza misma.
Tradicionalmente, la Iglesia ha revestido de misterio al Santo Sacrificio de la Misa. Haciendo uso de los bienes de la creación, la Iglesia, en su trascendencia, guía a sus hijos hacia Dios; y Dios, por los mismos medios, desciende hacia ellos. A veces, la Iglesia olvida esto. El Papa Benedicto XVI (como Cardenal Ratzinger) lamentaba: “Desde el Concilio Vaticano [Segundo], la Iglesia ha dado la espalda a la belleza”. Hace apenas algunos años, el Consejo Pontificio para la Cultura en Roma hizo esta petición: “¡devuelvan la belleza a los edificios eclesiásticos, devuelvan la belleza a los objetos litúrgicos!”. La Iglesia no sólo ha dado la espalda a la belleza, parece estar avergonzada de la misma. La Iglesia, que un tiempo fue la patrocinadora de las artes.
Nos hemos empobrecido. Usando una frase de Paul Claudel, “vivimos en una era privada de imaginación”. Según el filósofo Plotino, “el alma debe subir la escalera de lo bello antes de que pueda encontrar la visión de la Belleza Primera”. Pero, ¿qué sucede cuando se quitan los peldaños de la escalera?
Los científicos afirman que la mitad izquierda del cerebro se especializa en las matemáticas, el análisis, la ciencia y cosas por estilo. Es la parte derecha del cerebro la que es incurablemente romántica; su competencia es la poesía, el amor, el arte, la música. Es la parte derecha del cerebro la que es puesta en juego por una forma elevada de Liturgia. Un autor ha dicho: “durante una Misa vernácula más des-ritualizada, la parte derecha del cerebro, ese Homero o Shakespeare en miniatura que todos tenemos, es asfixiado a muerte”.
H.L. Menken, que escribía para un periódico de Baltimore y no era amigo de religión alguna, se encontró a sí mismo admirando a la Iglesia Católica, como dijo en 1923: “La Iglesia latina, a la que constantemente me encuentro admirando, a pesar de sus frecuentes imbecilidades pasmosas, ha conservado siempre claramente ante sí misma, el hecho de que la religión no es un silogismo sino un poema… Roma, por cierto, no sólo ha preservado la poesía original de la cristiandad; también ha hecho adiciones capitales a esa poesía – por ejemplo, la poesía de los santos, de María, de la liturgia misma”. “Una Misa Solemne”, concluía, “debe ser mil veces más impactante que el sermón más poderoso que se haya proclamado bajo el cielo… a la vista de tal irresistible belleza, no es necesario cansar a los fieles con lógica; se los convence mejor dejándolos en paz”.
Escuchemos a los enemigos de la Iglesia. Tiemblan ante cada movimiento del incienso y ante cada una de las genuflexiones. En 1888, un adventista del séptimo día publicó un libro sobre la Prostituta de Babilonia. Cuando el juez Clarence Thomas fue nombrado para la Corte Suprema, el libro fue reeditado. El autor habla también sobre el culto litúrgico… recuerden que esto pertenece al siglo XIX: “Muchos protestantes suponen que la religión católica no es atrayente, y que el culto es una ceremonia aburrida y sin sentido. En esto se equivocan. Aunque el romanismo se basa en el engaño, no es una impostura burda y tosca. El servicio religioso de la Iglesia Romana es un ceremonial muy impresionante. Su magnífico despliegue y sus ritos solemnes fascinan los sentidos del pueblo y silencian la voz de la razón y la conciencia. El ojo se ve encantado. Las magníficas iglesias, las procesiones imponentes, los altares dorados, los santuarios adornados, las pinturas selectas, y la exquisita escultura llaman al amor de la belleza. El oído también es cautivado. La música no tiene igual. Las suntuosas notas del órgano en tono profundo, combinadas con la melodía de muchas voces que recorren las nobles cúpulas y las naves de sus grandiosas catedrales, no pueden dejar de impactar la mente con sobrecogimiento y reverencia. La pompa y ceremonia del culto católico tiene el poder seductor, fascinador, por el cual muchos son engañados; y se acercan a contemplar la Iglesia Romana como la misma puerta del Cielo”.
Fue de esta manera que muchos corazones endurecidos para con la Iglesia se derritieron; como en el caso de los “decadentes” – Baudelaire, Verlaine, Aubrey, Oscar Wilde y otros. La belleza puede entonces ser adecuadamente llamada evangélica, belleza evangélica, via pulchritudinis; puede abrir la senda para la búsqueda de Dios y “disponer los corazones y los espíritus para el encuentro con Cristo que es la Belleza de la Santidad Encarnada ofrecida por Dios a los hombres para su salvación”.
Según Santo Tomás de Aquino, para que algo sea considerado bello debe tener tres cualidades: integridad, armonía, claridad o resplandor. Cuando brota el resplandor, y las enseñanzas de la Iglesia se hacen manifiestas, la Iglesia Católica es reconocida como el lugar donde habita la verdad y el hogar de la belleza. Éste fue el caso con los “decadentes”. Hans Urs Von Balthasar ha escrito que cuando “el bien haya perdido su poder de atracción, cuando las pruebas hayan perdido su carácter conclusivo, entonces, será la belleza la que impere”.
El Papa Benedicto XVI, hablando de la visita de los delegados del Príncipe Vladimir de Kiev a Constantinopla, afirmó que la delegación y el príncipe aceptaron la verdad de la cristiandad no por lo convincente de sus argumentaciones teológicas sino por la belleza del misterio de sus liturgias.
El poeta Baudelaire escribió: “Es al mismo tiempo por medio de la poesía y a través de la poesía, por medio de la música y a través de la música, que el alma vislumbra el esplendor situado más allá de la tumba; y cuando un poema exquisito trae lágrimas a los ojos, esta lágrimas no son prueba de un gozo excesivo. Son testimonio de una melancolía irritada, una demanda de los nervios, de una naturaleza exiliada en lo imperfecto y que ahora desea tomar posesión de su mundo”.
Baudelaire fue influenciado significativamente en su idea de la belleza por un escritor norteamericano que él admiraba mucho, Edgar Allan Poe. Acerca de la belleza, Poe declara: “Tenemos aún una sed no saciada, la sed que pertenece a la inmortalidad del hombre. Es a la vez una consecuencia y una indicación de esta naturaleza perenne. Es el deseo de la palomilla por las estrellas. No es la mera apreciación de la belleza que tenemos delante, sino el velado esfuerzo por alcanzar la belleza que está más allá”.
¿Por qué, entonces, tiene que ser bella la Liturgia? Porque la belleza provee un vehículo para trascender nuestras vidas presentes y tocar los bordes del cielo. Cuando encontramos belleza finita, se engendra una añoranza más apasionada por la belleza absoluta e inmortal de la que la belleza temporal no es más que una efímera epifanía.
En la Epístola a los Hebreos, Cristo es llamado el “leiturgos”, el Liturgista que preside todos los rituales, Quien ofrece la Liturgia. Dado que Cristo es el “leiturgos” y Cristo es la Belleza Encarnada, toda belleza debe reflejarlo a Él, y toda belleza debe manar de Él en la Liturgia.
Cristo, la Palabra hecha Carne, es la más grande obra maestra. Cristo es la más perfecta sinfonía. Cristo es la pintura más encantadora. Cristo es el ritmo cósmico en el poema eterno.
San Juan de la Cruz decía: “Dios pasa a través de los matorrales del mundo, y dondequiera que cae Su mirada, transforma en belleza todas las cosas”.
San Pablo escribió a Timoteo: “Él es el Rey de reyes y el Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible”. Y así y todo, en la Divina Liturgia de la Misa nos atrevemos a acercarnos a Él que vive en una luz inaccesible.
¿Cómo puedo describir la Liturgia? Puedo describirla con una palabra. En las cortes celestiales, entre los coros celestiales, no se habla sino una palabra, una sola palabra que los querubines y los serafines pronuncian ante la majestad de la liturgia cósmica del Cordero glorificado que estuvo muerto pero ahora ha resucitado, y esa palabra es…
Esa simple palabra es…
Esa gloriosa, triunfante palabra es…
Ahhh!!!

La Unción de los Enfermos


Es un sacramento de enfermos; la enfermedad ha de entenderse como física, pero no hay que olvidar que el mal físico es una cuestión del hombre entero ante Dios. El sacramento es dirigido al cristiano que sufre una enfermedad seria y que está ante Dios su Señor y Salvador, para este momento instituyó Cristo la Unción de los enfermos.

Su finalidad es ayudar al enfermo a vivir cristianamente su período difícil.



  • El sacramento produce el consuelo y la fortaleza del enfermo ante su enfermedad.

  • Confiere el perdón de los pecados, en el caso de que no tenga conciencia de ellos, en caso contrario debe confesarse.

  • Une sus sufrimientos a la pasión de Cristo, convirtiendo su mal físico en un bien redentor.

Institución:


Mc. 6,7
Mc 6,13
Santiago 5, 14.


Efectos del sacramento de la Unción:



  • Un don particular del Espíritu Santo. La primera gracia es de consuelo, paz y ánimo para vencer las dificultades propias de la enfermedad o la fragilidad de la vejez. Es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, como el desaliento y la desesperación.

  • El perdón de los pecados. Se requiere además el arrepentimiento y confesión de la persona que recibe el sacramento.

  • La unión a la Pasión de Cristo. Se recibe la fuerza y el don para unirse con Cristo en su Pasión y alcanzar los frutos redentores del Salvador.

  • Una gracia eclesial. Los enfermos que reciben este sacramento, uniéndose libremente a la Pasión y Muerte de Jesús, contribuyen al bien del Pueblo de Dios y a su santificación.

  • Una preparación para el paso a la vida eterna. Este sacramento acaba por conformarnos con la muerte y resurrección de Cristo como el bautismo había comenzado a hacerlo. La Unción del Bautismo sella en nosotros la vida nueva, la de la Confirmación nos fortalece para el combate de la vida. Esta última unción, ofrece un escudo para defenderse de los últimos combates y entrar en la Casa del Padre. Se ofrece a los que están próximos a morir, junto con la Eucaristía como un "viático" para el último viaje del hombre.

"¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" (St 5, 14-15).

" Sympathy for the Devil "

_ _ . Sympathy for the Devil» (en castellano: «Simpatia por el diablo») es una canción de la banda británica de rock The Rolling Stones. Fue escrita por el cantante del grupo Mick Jagger inspirándose en la novela de Mijaíl Bulgákov El maestro y Margarita, que llegó a sus manos a través de su novia de ese tiempo: la actriz y cantante Marianne Faithfull. El propio autor mencionó que también pudo

La Penitencia


Existen dos peligros en la vivencia del sacramento de la penitencia:


  • la rutina.

  • el apartamiento.

Rutina


Actos religiosos que no tocan la profundidad de la persona.
No provoca una crisis saludable de conversión interior.
Vida espiritual anquilosada


Abandono (desafección práctica)


Mas perniciosa que la rutina porque corta los canales de la vida sobrenatural.


Para que produzca saludables efectos:



  • Actuación consciente de nuestra fe y de nuestro amor personal.

  • El sacramento de la penitencia es un verdadero encuentro personal y vital del hombre arrepentido y renovado interiormente con Cristo perdonador.

  • Confesión periódica, semanal si es posible.

  • Apreciar el sacramento.

  • Práctica asidua, consciente y viva, llena de fe y sencillez.

  • Fuente de renovación interior y de progresiva identificación con Cristo.

El cristiano acude a él para:



  • El perdón de los pecados.

  • Obtener la fuerza para luchar contra infidelidades, costumbres torcidas, hábitos de rutina y dispersión, y tendencias incontroladas de concupiscencia y amor propio.

  • Purificación interior.

  • La firmeza de voluntad en su lucha por el Reino.

  • Nuevas fuerzas para cumplir su misión.

Frutos:



  • Una más íntima identificación con el espíritu y las actitudes de Cristo.

  • Aumenta el conocimiento propio.

  • Crece la humildad cristiana.

  • Se desarraigan las malas costumbres.

  • Se hace frente a la indolencia y pereza espiritual.

  • Se purifica la conciencia.

  • Se robustece la voluntad.

  • Se lleva al cabo la saludable dirección de las conciencias.

  • Aumenta la gracia en virtud del sacramento.

El que se confiesa:



  • Tiene un proyecto vital que le preocupa y anhela realizar.

  • Quiere volver a ocupar su puesto en la inmensa marcha de la humanidad hacia el Reino.

  • Es consciente de que al pecar se ha desligado de Dios y se ha separado de los hermanos.

  • Sabe que en Cristo mediador vuelve a encontrar a Dios y vuelve a unirse con sus hermanos en el Cuerpo Místico de Cristo.

Encuentra a Cristo en el sacerdote que administra los sacramentos in persona Christi.

El Órden Sacerdotal


Aunque sabemos que todos los miembros de la Iglesia, fundada por Cristo, participan en virtud del Bautismo del Sacerdocio de Cristo, no hay que olvidar que el mismo Jesús escogió de entre el grupo de setenta discípulos que le seguían , a doce de ellos quienes fueron llamados APOSTOLES, es decir, enviados, encargados. Mt. 10, 1-4; Mc. 3, 13-19; Lc. 6, 12-16
Cristo pues eligió a doce:
Como patriarcas del nuevo Israel: Lc. 6, 12-16
Les trasmitió su propia misión, que el había recibido del Padre: Jn. 20, 21.
Les trasmitió el poder de celebrar la Eucaristía: Lc. 22, 19., 1 Cor. 11, 25 ss.
El poder de perdonar los pecados: Jn. 20, 22 ss.
Y de bautizar y de predicar: Mt. 28, 19 ss.
De esta manera todo hombre debe ver en el sacerdote "un servidor de Cristo y administrador de los misterios de Dios". 1 Cor. 4,1


Grados del Sacramento del Orden:

a) EL EPISCOPADO: o ministerio apostólico que se deriva directamente del ministerio de los apóstoles. El obispo es quien preside una comunidad de fieles, de la cual es también pastor. El posee el orden en toda su plenitud.
b) EL PRESBITERADO: este grado no llega a la cumbre del episcopado, sin embargo, los presbíteros (los que llamamos sacerdotes) están unidos a sus obispos en el sacerdocio, de ellos dependen en su ministerio y, en virtud del sacramento del orden, han sido consagrados como verdaderos sacerdotes participando, en su grado, del ministerio de Cristo, único mediador. 1 Tes. 2,5.
c)EL DIACONADO: es el grado inferior del orden sacerdotal. El diácono (que existe desde la Iglesia Apostólica) tiene las siguientes funciones:



  • Administrar solemnemente el sacramento del Bautismo.

  • Conservar y distribuir la Eucaristía.

  • Bendecir los matrimonios.

  • Llevar el viático a los enfermos.

  • Leer a los fieles la Sagrada Escritura.

  • Predicar.

  • Bendición e imposición de las cenizas.

  • Presidir los ritos funerales y sepelios (sin la celebración eucarística.

Un sacerdote es un hombre, elegido por Dios para servir a los hombres, en las cosas de Dios.


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El Matrimonio



  • El sacramento del matrimonio es la presencia de Cristo, presencia sacramental. Es decir siendo el matrimonio un sacramento, se convierte en un medio de comunicación de la gracia de Dios. Es un camino para la salvación de los que lo integran.

  • Como sacramento es un signo del amor y de la alianza de Cristo con su Iglesia.

  • La finalidad del sacramento del matrimonio es la santificación de los esposos mediante: la Unión y la procreación y educación de los hijos.

  • Es la manera de ayudarse mutuamente con la gracia de Dios en la realización de la propia vocación.