Los malos duermen bien

 

 Por Pedro Corzo

 Después de conocer como viven numerosos victimarios y los privilegios que disfrutan a pesar de sus depredaciones, a los cínicos nos les es difícil arribar a la conclusión de que los malos duermen bien y que el crimen paga con los mejores intereses del mercado. Desde hace muchos meses se ha podido apreciar, gracias a la libertad de prensa y el talento de algunos periodistas y productores, de los privilegios que disfrutaron y que disfrutan, a pesar del cambio de dueño y escenario, muchos de los muchísimos cancerberos que ha tenido el infierno cubano. Los hay de toda laya. Militares, ex oficiales de los servicios de inteligencia y seguridad, funcionarios, profesionales de todas las ramas, intelectuales, cortesanas, en fin, un muestrario de todos los tipos de individuos que han servido al totalitarismo por décadas. 

Estos personajes reniegan de sus compromisos pero pocas veces repudian su pasado. Justifican sus actos más macabros con el argumento de que defendían un ideal, pero casi nunca tienen argumentos para sostener en un debate las razones que le asistían para sus abusos. Admiten con una desfachatez inaudita que conocían los más oscuros actos del sistema pero que no podían hacer nada para cambiarlo, porque para sobrevivir se tenían que convertir en victimarios. Salvo contadas excepciones un denominador común les identifica: están orgullosos de los roles protagónicos que interpretaron sin detenerse a pensar en las penas, injusticias y víctimas que sus acciones directa o indirectamente causaron. Cuando describen sus aventuras lo hacen con jactancia, se pavonean de sus relaciones con la cúpula del poder castrista y se regocijan de conocer los chismes más exclusivos de sus antiguos amos, porque en verdad eran servidores, esclavos de lujo del olimpo antillano. 

Paradójicamente muchos de estos renegados tienden a servir a los gobiernos e instituciones que en algún momento trataron de destruir. El espíritu mercenario que les caracteriza no pone reparo cuando les ofrecen seguridad personal y económica, convirtiéndose en fieles devotos de quienes fueron sus enemigos mortales. Pero lo peor no es eso, sino que hasta ciertos sectores de la oposición en el exterior les confiere reconocimientos y honores porque consideran que ganan preeminencia al asociarse a quienes después de haber sido arquitectos y albañiles de la destrucción de un país, mutan vertiginosamente a expertos en la reconstrucción, o en teóricos de las soluciones posibles de la tragedia cubana. Pero entre esos renegados que en otros tiempos habrían tenido el rechazo más contundente hay unos ejemplares que merecen el mayor de los desprecios y son aquellos que justifican sus acciones pasadas responsabilizando a las víctimas de su conducta. Estos individuos con extremo cinismo justifican complicidades y abusos y en un vil intento por escamotear su responsabilidad en el pasado colectivo, niegan valores morales, razones y derechos a quienes enfrentan el proyecto que ellos defendían. El cinismo, la arrogancia y la prepotencia son sus atributos más conspicuos. Son egoístas porque solo piensan en su entorno más directo. La frustración les induce a justificar los crímenes individuales en que participaron y obviar su complicidad en la destrucción de una sociedad, de una economía, de un país. 

Desprecian a las víctimas del sistema y a la nación en la que cometieron sus tropelías, no respetan a los que han tenido el valor de luchar por sus convicciones ni a los infelices que han padecido los abusos del régimen. Por otra parte, es justo puntualizar que muchos de los que renegaron del totalitarismo han asumido sus nuevos compromisos ideológicos y políticos con dignidad, coraje y dedicación. Demuestran estar estrechamente asociados a su nuevo pacto social. Trabajan arduamente por el cambio y promueven soluciones lo menos traumática posible para nuestra tragedia. Errar es de humanos, pero las lesiones que derivan de esos actos no pueden quedar impunes, aunque sea en el aspecto moral, y si existe un mandato ético de que se debe comprender y perdonar la falibilidad humana, esa conducta no es posible si falta un arrepentimiento que transite por la rectificación de los errores. La prepotencia, el justificar las malas acciones nos aleja de la tan promovida reconciliación. Si los ex verdugos siguen convencidos de que sus crímenes estaban justificados, ¿qué se puede esperar de aquellos que todavía siguen encarcelando, reprimiendo y matando, si se hace necesario? Que reflexionen los que solo ven entre los que se oponen al totalitarismo ánimos de vendetta, porque las evidencias indican que a los que hay que demandarles comprensión, entendimiento y tolerancia es a los que usaron el garrote y a los que lo siguen esgrimiendo todavía.

ASÍ DE SIMPLE………



Caricatura de Ilei Urrutia Álvarez.

A mí se me detiene en tu ombligo

Hace 5 años el 15 de Junio también cayó en viernes. Lo recuerdo perfectamente porque no fue un día cualquiera, ese era EL DÍA. Y yo lo tenía claro, tanto que tuve que andar media noche sin poder apoyar el pie en el suelo, no me importó, había cosas que me preocupaban bastante más aquella noche.
El 15 de Junio de 2007 se saldó con un esguince y el beso más tierno que me han dado nunca. Lo del esguince se solucionó a la semana siguiente después de una visita al fisio, lo del beso lo seguimos trabajando cada día (y cada noche).

 Últimamente no paro de darle vueltas a esto del tiempo. Si pudiera haría que estos años tuvieran más días, el doble por lo menos, que no pasasen tan rápido, estar así durante más tiempo… nosotras y lo que nos rodea, disfrutarlo y que todo se congelase. Alargar esta etapa más. Nunca se me dio bien cerrar etapas, ni de pequeña, recuerdo cuando mi hermana (que estaría en plena adolescencia) me dijo que ya no podía seguir pidiendo juguetes para Reyes, recuerdo más la tristeza que el orgullo de hacerme mayor. Y la misma historia siempre, al acabar el instituto o al dejar la universidad.
Pero el tiempo es el que es, y los años tienen 365 días (366 si estás de suerte) y pasan, y sé que hay cosas que si no se hacen, ya no se van a poder hacer, y la verdad es que me agobia tener que tomar una decisión. Cada día me atraviesan la cabeza unas mil ideas distintas y unos días pienso que esta etapa me encanta y que quiero que dure así, con esta libertad, toda la vida y otros días pienso que es sólo miedo y que no puedes permitir que el miedo te condicione.

 Lo único que tengo claro ahora mismo es que quiero que el tiempo que venga nos halle abrazadas las espaldas. Que mi tiempo lo quiero pasar contigo.

Y las arrugas de tu piel, amor, 
es señal de que hasta el tiempo se queda contigo. 
Y las arrugas de tu piel, amor, 
es tiempo que te dibuja los rostros que has sido.
Carlos Chaouen


La miliciana


La miliciana. 

Por Orlando González Esteva.

Radio Marti


El autor recuerda los últimos días de su madre.

 

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Un derrame cerebral devastó a mi madre, arrojándola a un hospital del sur de la Florida y a un centro de rehabilitación varios días después. Llegó de noche, en camilla, con la pierna y el brazo izquierdos inútiles y adoloridos, el campo visual recortado, los nervios deshechos y el habla enredada. Las autoridades del centro no faltaron al protocolo: era imperativo someterla a una evaluación física para precisar su estado y, quizás, registrar cualquier magulladura o herida por las cuales la familia pudiera, luego, hacer reclamos a la institución.

Aunque el reconocimiento se condujo en presencia de mi cuñada, a quien tanto quería, y la enfermera escogida para evaluarla fue respetuosa, esa vulneración de su privacidad, la extrañeza del sitio, el nuevo estilo de vida y la heterogeneidad del equipo médico que a partir de entonces se ocupó de ella la abrumaron. Eran ojos, voces y manos extrañas, aunque femeninas, escudriñándola, interrogándola, tanteándola, volviéndola de un lado al otro, tomándole la presión, inspeccionando cuánto alimento ingería, medicándola, instándola a sobreponerse al sufrimiento y a ejercitar las extremidades dañadas, pero con tanta y tan reglamentaria insistencia, que sobrevivía extenuada. No se violó ningún derecho: se honró a pie juntillas una formalidad y se recurrió al tratamiento adecuado para propiciar una recuperación, pero mi madre estaba rota.

            No hubo un solo trastorno de orden emocional relacionado con una apoplejía que no pareciera ensañarse con ella: ansiedad, apatía, psicosis, desesperanza, insomnio y, sobre todo, miedo, un miedo que fue filtrándolo todo --la tarde, la madrugada, los alrededores del lecho, los traslados a la silla de ruedas, los viajes al consultorio de los especialistas, las sesiones de terapia-- y que acabó explayándose en una serie de imágenes a las que sólo ella era sensible y que nos hicieron temer por su cordura. El diagnóstico fue tan puntual como tranquilizador: “No está loca. Es el síndrome de Charles Bonnet.”

El síndrome, identificado en el siglo XVIII por el naturalista y filósofo suizo que le dio nombre, radica en la propensión del cerebro a compensar, con independencia absoluta de la voluntad de la persona cuya visión sufre merma, la escasez de imágenes procedentes del exterior, y compensarla recurriendo a la memoria, presentando como periféricas algunas de las imágenes archivadas en ésta. La persona goza de buena salud mental pero no puede evitar los brotes de alucinaciones: el pasado da fe de vida de una manera tan avasalladora como el presente; lo que fue, vuelve a ser; quien no está ahí, está, aunque la víctima del síndrome lo sepa distante o muerto. William James, psicólogo estadounidense, advirtió a finales del siglo XIX que mucho de lo que percibimos no es obsequio de nuestros sentidos sino de nuestra mente. Éste era el caso.

            Los temores de mi madre no disminuyeron. Veía pájaros negros que invadían la habitación y fijaban su mirada en ella, amenazantes; hombres ocultos detrás de los árboles que crecían cerca de la ventana, y, finalmente, una mujer que le infundía terror y a la que sólo se atrevía a referirse en voz baja, entre dientes, recelosa de que anduviera cerca o de que nosotros, incrédulos, desestimáramos su zozobra. Sólo al cabo de varios días se arriesgó a revelar, con un hilo de voz y luego de asegurarse de que la susodicha no rondaba, su identidad: es la miliciana, dijo. ¿Qué miliciana? La de la cárcel. ¿La de qué cárcel? La de Boniato. ¿La de Boniato? La que nos obligaba a mami y a mí a quitarnos la ropa y nos registraba cuando íbamos a ver a tu abuelo.

Los ultrajes sufridos por los familiares de los presos políticos que visitaban la Cárcel de Boniato no excluían, en el caso de las mujeres, el verse forzadas a desnudarse, el cacheo de las gendarmes, el comentario soez o burlón en torno a su aspecto físico y, en ocasiones, la vergüenza de verse apremiadas a arrancarse la toalla sanitaria para que no cupiera duda de que no había objeto prohibido debajo de ella, aunque el verdadero propósito de la infamia era divertir a la chusma vestida de verde olivo.

De nada sirvió que tratáramos de convencer a mi madre de que esa mujer no podía estar allí, en una instalación médica de Estados Unidos, aguardando la primera oportunidad para humillarla; de nada, tratar de convencerla de que esa mujer no podía haber sido la misma que la examinó a su llegada al centro, de que esa mujer era sólo un recuerdo de sus visitas a aquella prisión donde mi abuelo había pasado años por conspirar contra un gobierno que él mismo, antagonista acérrimo del gobierno anterior, había contribuido a instaurar y había decidido combatir apenas instaurado. De nada sirvió que le recordáramos a mi madre que su última visita a la Cárcel de Boniato había tenido lugar hacía más de cuatro décadas y que era imposible que aquella esbirra figurara entre el grupo de enfermeras que ahora la atendían: había vuelto a verla y presentía que en cualquier momento, aprovechando una de nuestras ausencias y su invalidez, volvería a personarse y a infligirle una nueva vejación. El pasado abolía, consumiéndolo, el presente.

            Recordé unas palabras de Herta Müller, la escritora rumana galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2009, cuya madre fue deportada a la Unión Soviética y confinada a un campo de trabajo forzado, y a quien la renuencia a colaborar con la policía secreta de su país le valió el desempleo; la publicación de su primer libro, la censura, y la del segundo, publicado en el extranjero, el rechazo de las editoriales y los medios de prensa de su país. La represión sufrida durante el régimen comunista de Nicolae Ceauşescu, el deterioro de las relaciones humanas y la degradación paulatina de todo lo que ese régimen tocó signan su obra:

En realidad no alcancé a comprender los daños que sufrían aquéllos, mis familiares, hasta que no me vi, yo misma, en una situación desesperada. Fue entonces cuando realmente tomé conciencia de que una herida demasiado profunda deja los nervios destrozados para siempre. Que las consecuencias de tener los nervios destrozados se manifiestan después. Es más, que esas consecuencias abarcan épocas anteriores.

            Mi madre falleció el 30 de mayo de 2012. No hay consuelo. O lo hay, mínimo: saber que donde ella está no volverá a encontrarse con aquella mujer, no hay lugar para aquella mujer.

 

Presidents of the Republic of Cuba




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Tomás Estrada Palma
(1832–1908)
Moderate Party
20 May 1902 – 28 September 1906
Governors appointed by the United States

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William Howard Taft
(1857–1930)
Governor appointed by the U.S.
29 September – 13 October 1906

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Charles Edward Magoon
(1861–1920)
Governor appointed by the U.S.
13 October 1906 – 28 January 1909
Presidents of the Republic of Cuba
2
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José Miguel Gómez
(1858–1921)
Liberal Party
28 January 1909 – 20 May 1913
3
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Mario García Menocal
(1866–1941)
Conservative Party
20 May 1913 – 20 May 1921
4
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Cuban Popular Party-National League
20 May 1921 – 20 May 1925
5
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Gerardo Machado
(1871–1939)
Liberal Party
20 May 1925 – 24 August 1933
In exile after 12 August 1933

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Military
12 August – 13 August 1933
Provisional president

Carlos Manuel de Cespedes y Quesada.jpg
A.B.C. Revolutionary Society
13 August – 5 September 1933
Provisional President
5 – 10 September 1933

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Ramón Grau
(1887–1969)
Cuban Revolutionary Party

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Liberal Party

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Conservative Party

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Cuban Popular Party-National League

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Liberal Party
Presidents of the Republic of Cuba
6
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Ramón Grau
(1887–1969)
Cuban Revolutionary Party
10 September 1933 – 15 January 1934

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Carlos Hevia
(1900–1964)
Cuban Revolutionary Party
15 – 18 January 1934
Provisional President

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18 January 1934
Provisional President

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Carlos Mendieta
(1873–1960)
National Union
18 January 1934 – 11 December 1935
Provisional President

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José Agripino Barnet
(1864–1945)
National Union
11 December 1935 – 20 May 1936
Provisional President
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Miguel Mariano Gómez
(1889–1950)
National Union
20 May – 24 December 1936
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Federico Laredo Brú
(1875–1946)
National Union
24 December 1936 – 10 October 1940
9
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Fulgencio Batista
(1901–1973)
Democratic Socialist Coalition (CSD)
10 October 1940 – 10 October 1944
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Ramón Grau
(1887–1969)
10 October 1944 – 10 October 1948
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10 October 1948 – 10 March 1952
12

Fulgencio Batista
(1901–1973)
Military
United Action Party
Progressive Action Party
10 March 1952 – 24 February 1955
Provisional President
24 February 1955 – 1 January 1959


Progressive Party
1 – 2 January 1959
Provisional President


Carlos Manuel Piedra
(1895–1988)
2 – 3 January 1959
Provisional President
13

Manuel Urrutia Lleó
(1901–1981)
3 January – 18 July 1959
14
Allende,Cámpora,Dorticós 1973 (cropped).jpg
Integrated Revolutionary Organizations
United Party of the Cuban Socialist Revolution
Communist Party of Cuba
18 July 1959 – 2 December 1976
Presidents of the Council of State of Cuba

 
Desde 1959 no se han celebrados elecciones en Cuba 

15
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Fidel Castro
(1926– )
2 December 1976 – 24 February 2008


Raúl Castro
(1931– )
31 July 2006 – 24 February 2008
Acting President
16
24 February 2008 – Incumbent