El maíz transgénico desata la ira de agricultores y ambientalistas


Jean Guerrero
IPS


La cuna del maíz avanza hacia el uso de variedades genéticamente modificadas para disminuir su dependencia de las importaciones, pero la férrea oposición de algunos agricultores y defensores del medio ambiente, que lo ven como una amenaza a las especies nativas, ha desacelerado la marcha.

Monsanto Co., Pioneer Hi-Bred y Dow AgroSciences completaron recientemente experimentos pequeños y controlados con cultivos transgénicos en el norte de México y están solicitando autorización al gobierno para entrar en una etapa "pre-comercial" que podría expandir el área de cultivos de 14 hectáreas a poco más de 200 hectáreas. Los experimentos comenzaron en octubre, cuando se levantó una moratoria de 11 años sobre el maíz genéticamente modificado.

Sin embargo, muchos temen que los cultivos transgénicos podrían cruzarse con las cerca de 60 variedades locales documentadas de maíz, modificando la biología de un grano culturalmente significativo.

El algodón, la alfalfa y la soya transgénicas se han extendido a través de unas 100.000 hectáreas en México con escasa oposición debido a su menor importancia cultural. "Somos los hijos del maíz, es nuestra vida y tenemos que protegerlo", dice José Bernardo Magdaleno Velasco, un productor de maíz en Venustiano Carranza, en el estado de Chiapas, donde cultiva nueve variedades nativas. De acuerdo con una leyenda maya, los dioses crearon a los humanos a partir del maíz y la planta todavía se usa en algunos rituales religiosos indígenas.

Dos tipos de maíz genéticamente modificados se producen comercialmente en 16 países, pero en ninguno su introducción se ha topado con el tipo de resistencia que ha encontrado en México. Se han realizado manifestaciones a lo largo del país y una coalición de 300 organizaciones ha llevado adelante una campaña llamada "Sin Maíz no hay País".

Temen que abrir las puertas al maíz transgénico contamine variedades nativas como el Xocoyol rojo o el negro Yautsi e incremente la dependencia de las compañías extranjeras.

Los partidarios de las semillas genéticamente modificadas indican que ayudarían a que su sector agrícola mexicana dependiera menos de Estados Unidos, del cual importa hasta 10 millones de toneladas de maíz amarillo anuales para la alimentación del ganado, la mayor parte genéticamente modificado. En un país donde el rendimiento promedio del maíz es de 3,3 toneladas por hectárea y donde muchos agricultores de subsistencia obtienen menos de una tonelada por hectárea, subrayan que también disminuiría el hambre y el uso de pesticidas que perjudican el medio ambiente.

"Siendo el principal cultivo de México, el maíz es donde podemos tener el mayor impacto en el sector rural", señala José Manuel Madero, presidente de Monsanto México. Agregó que las semillas híbridas de la compañía ya han cuadruplicado los rendimientos en algunas partes de México en los últimos 60 años y piensa que el maíz genéticamente modificado podría aumentar los rendimientos entre 15% y 30% adicional.

Si la biotecnología fuera adoptada por el sector del maíz en el país, México podría volverse autosuficiente en este cultivo en los próximos 10 años, opina Madero. "Lo importante es que el agricultor puede elegir el paquete tecnológico que quiere", explica.

Decenas de solicitudes adicionales para realizar experimentos con maíz transgénico han sido presentadas después de los resultados de las pruebas más recientes, que según funcionarios del gobierno han mostrado que los cultivos son resistentes tanto a plagas como a herbicidas. Aún así, aún está pendiente una decisión respecto al paso a la siguiente fase, en la cual se evaluarían los beneficios económicos.

La moratoria sobre el maíz genéticamente modificado fue adoptada inicialmente en 1998 para proteger al maíz nativo de México, donde se originó el cultivo a partir de una planta llamada teocinte.

- Fuente: http://online.wsj.com/article/SB129185382594764691.html?mod=WSJ_ESP_CarouselHighglights_1

La farmacéutica Pfizer conspiró para evitar un juicio en Nigeria


La farmacéutica destapó negocios turbios del funcionario que investigaba el ensayo de una medicina que mató a 11 niños y dejó secuelas en un centenar

La mayor multinacional farmacéutica, la estadounidense Pfizer, negoció en abril de 2009 con el Gobierno de Nigeria un acuerdo para evitar un juicio por la muerte de 11 niños en el país africano y las secuelas causadas en decenas de ellos en el ensayo clínico de un medicamento llamado Trovan. Unas 200 familias de Kano, al norte de Nigeria, aseguraban que su país fue en 1996 un experimento para probar el Trovan y utilizar a sus hijos como cobayas humanos. La compañía pagó 75 millones de dólares (57 millones de euros), para indemnizar a las familias y evitar así que la causa criminal que había comenzado en los tribunales llegase a prosperar.

Los cables de la Embajada de Estados Unidos en Abuja revelan ahora cómo se llegó a ese acuerdo y todas las maniobras que Pfizer llevó a cabo para conseguir que el fiscal general de Nigeria abandonase el asunto. Entre esas maniobras destaca el pago de detectives para investigar al fiscal y airear sus corruptelas en la prensa.

El 20 de abril de 2009, los diplomáticos estadounidenses relatan al Departamento de Estado el encuentro que ha tenido unos días antes el Departamento de Economía de la Embajada con el responsable de Pfizer en Nigeria, Enrico Liggeri. Este les cuenta que Pfizer ha contratado a detectives privados para investigar casos de corrupción en los que estaba involucrado el fiscal general, Michael Aondoakaa. Tratan así de ponerle en entredicho y obligarle a dejar el caso. "Dijo que los detectives de Pfizer pasaron la información a los periódicos locales [...] Una serie de artículos detallando los presuntos lazos de Aondoakaa con casos de corrupción fueron publicados en febrero y marzo", cuentan los diplomáticos estadounidenses. "Liggeri mantuvo que Pfizer tenía más información contra Aondoakaa y que sus compañeros le presionaron para que dejara el asunto por miedo a más artículos".

Negociación prácticamente terminada

Los diplomáticos relatan en el mismo telegrama un encuentro del embajador Sanders con los abogados de la farmacéutica, Joe Petrosinelli y Atiba Adams. La reunión es el 2 de abril, casi un mes antes de que el acuerdo se haga público. Los abogados cuentan al embajador que la negociación está prácticamente terminada y que pagarán 75 millones de dólares: "10 millones en costes legales, 30 millones para el Gobierno del Estado de Kano, y 35 millones para quienes participaron y sus familias". Los representantes legales de Pfizer manifiestan también su preocupación por cómo va a ser administrado el dinero para las víctimas. Sugieren que lo haga una tercera parte neutral y señalan que los políticos nigerianos han pedido un pago único en cheques. "Pfizer está preocupada por la transparencia".

La embajada, que asegura que Petrosinelli y Adams informan a los diplomáticos estadounidenses desde 2006, señala la participación en el caso de un ex presidente de Nigeria, Yakubu Gowon. Uno de los abogados, Petrosinelli, explica que él es quien ha convencido al gobernador de Kano, Mallam Ibrahim Shekaru, para que intercediese ante el fiscal general y rebajase de 150 millones a 75 la cantidad reclamada a la empresa.

Según los abogados, es también Gowon el que persuade al presidente Yar'Adua, fallecido en mayo de 2010, para que las causas abiertas contra Pfizer, una civil y otra penal, se cierren.

El telegrama concluye con la siguiente afirmación de los diplomáticos: "La imagen de Pfizer en Nigeria ha quedado dañada con este caso. Los directivos de Pfizer consideran que Nigeria es un mercado creciente para sus productos y dejar atrás este caso ayudará a reconstruir la imagen de la empresa".

Violación de las normas éticas

La historia del experimento del medicamento Trovan fue corroborada por uno de los médicos de la compañía, Juan Walterspiel. Un año y medio después del experimento, el experto se puso en contacto con la directiva de Pfizer y denunció la violación de las normas éticas en el ensayo clínico. Walterspiel fue despedido. Según Pfizer, por otros motivos. El medicamento se aprobó después en Europa y Estados Unidos. Allí se sigue usando aunque solo como un tratamiento para infecciones muy severas. La Unión Europea lo retiró porque causaba problemas hepáticos.

Solo entonces, con la denuncia de Walterspiel, el caso salió de las fronteras de Nigeria. El país más poblado de África, con unos 140 millones de personas, normalmente enfrentadas en diferentes etnias, se echó a la calle en 2002. Tras las manifestaciones, el Gobierno demandó a Pfizer. La batalla legal se prolongó durante años y se terminó cuando la compañía y el Gobierno nigeriano llegaron a un pacto. Los cables de la Embajada de EE UU en Abuja demuestran que, lejos de ser fruto de una negociación, el acuerdo se cocinó para evitar que la empresa se sentase en el banquillo.

Pfizer siempre insistió en su inocencia. Un comunicado de la compañía publicado poco antes de pactar con el Gobierno aseguraba que Trovan salvó vidas durante la epidemia de cólera y meningitis de 1996, que mató a 12.000 personas. Pfizer nunca se ha hecho responsable de las secuelas y asegura que cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) les pidió ayuda para frenar las muertes en Nigeria, ya se había probado el Trovan en 5.000 pacientes.

Represión en La Habana contra Damas de Blanco y Reina Luisa Tamayo



 
Turbas y agentes del régimen comunista lanzaron un operativo contra las Damas de Blanco este jueves en La Habana, mientras las mujeres realizaban una marcha pacífica por el Día Internacional de los Derechos Humanos, que se celebra el viernes.

El incidente se produjo cuando estas mujeres -unas 65 entre Damas de Blanco y seguidoras- habían recorrido la mitad del trayecto que tenían previsto, con sus habituales gladiolos en las manos.
Al llegar a la altura de la heladería Coppelia, uno de los lugares más céntricos de la ciudad, comenzaron a ser increpadas y rodeadas por varios partidarios del gobierno, que les gritaron consignas como "Esta calle es de Fidel" y "Viva la Revolución".
No obstante, las Damas de Blanco siguieron caminando hasta llegar al parque Martin Luther King, donde lanzaron gritos de "Libertad" y "Vivan los derechos humanos".
Poco después, las Damas de Blanco regresaron a su punto de partida, el domicilio de Laura Pollán, quien había encabezado la marcha junto a Reina Luisa Tamayo, la madre del fallecido preso político Orlando Zapata Tamayo.


La agencia de prensa española, EFE, reporta que "como en otras ocasiones similares, agentes de la seguridad cubana vestidos de paisano se encontraban presentes en la marcha para controlar la situación, que provocó el corte del tráfico en algunas calles".
Con la marcha de hoy, las Damas de Blanco, que piden la libertad de los presos políticos en Cuba, iniciaron sus actividades para conmemorar el Día Internacional de los Derechos Humanos.
"Queremos demandar el cese de las violaciones de los derechos humanos no sólo para la oposición y los presos, sino para todo el pueblo cubano", dijo Pollán a EFE.
La portavoz de las Damas explicó que la idea de realizar una manifestación pública esta tarde en La Habana tenía como objetivo "esperar" el Día de los Derechos Humanos en plena calle, coincidiendo con la hora de llegada del 10 de diciembre en Europa.
Pulse en el audio para escuchar la conversación de Yolanda Huerga con la Dama de Blanco, Alejandrina García de la Riva.

El automóvil: una enfermedad mortal




Marcelo Colussi
Rebelión


A escala mundial cada dos minutos muere una persona por causa de un accidente automovilístico. En estos momentos ese hecho constituye la décima causa de muerte en términos globales, y de mantenerse la tendencia actual, para el año 2020 será la tercera. Estamos por tanto –sin ningún lugar a dudas– ante una "epidemia" en términos de política pública de salud; es, como dice la epidemiología, una "catástrofe oculta". Siguiendo ese ritmo entonces, la prospectiva indica que dentro de unos pocos años el 25% de los gastos mundiales en salud se dedicará a la atención de víctimas de accidentes viales, lo cual incidiría muy negativamente en la viabilidad financiera de las políticas sanitarias en términos planetarios.

Desde la aparición del automóvil, hace un siglo aproximadamente, su crecimiento ha seguido un ritmo vertiginoso como ningún otro bien industrial en toda la historia. Sin embargo esa prosperidad económico-industrial se ha dado a costa de crear artificialmente un problema sanitario nuevo, de proporciones gigantescas, con el agravante de constituirse además en uno de los factores de desastre medioambiental más grande que existe. La idea de progreso a cualquier costo es quizá en este fenómeno el ejemplo donde más claramente puede apreciarse: la llegada del automóvil abrió escenarios radicalmente nuevos en la historia de la humanidad cambiando la fisonomía de las sociedades; pero además de crear perspectivas fabulosas en cuanto a comunicaciones, generó problemas socio-sanitarios tanto o más grandes que los aportes que realizó.

Lo curioso, no obstante, es que el tema en cuestión no es abordado en esa perspectiva de "problema sanitario serio". Si bien los diversos Estados del planeta reconocen en general que hay ahí un factor a resolver, las medidas que se toman no están a la altura de la gravedad de los acontecimientos, por lo que la visión a futuro en este ámbito no se muestra muy prometedora. La idea de "progreso" sigue primando. O, si se quiere ver de otro modo, progreso yendo de la mano de crecimiento económico para un grupo favorecido, en este caso, la industria que produce la mercadería en cuestión (los automóviles) más las industrias tanto o más grandes que siguen indisolublemente su evolución (la petrolera fundamentalmente). Y que quede claro que esto no es un llamado a la no utilización de estos modernos transportes autopropulsados; sin ninguna duda una planificación racional de medios de transporte público rápidos, eficientes y seguros es un paso adelante maravilloso en la historia humana. Lo que está en discusión es el primado del automóvil particular, símbolo de la opulencia económica, marca de prestancia social, de triunfo…., y destructor del planeta como muy pocas otras cosas.

Cualquier epidemia, en tanto se constituye en un problema sanitario, rápidamente pone en marcha medidas que tienden a evitar su propagación, su ampliación. En el caso de los accidentes de tránsito significativamente no ocurre eso. Es obvio que hay intereses creados para que ello no suceda. La industria del automóvil, y la del petróleo que va coligada, son dos sectores industriales de los más grandes en el mundo moderno. La tendencia en marcha busca su ampliación continua. De esa cuenta el desastre sanitario en juego no encuentra una verdadera contención, sino solo remiendos cosméticos.

Todo indica que, en tanto existan reservas petroleras (y eso será aproximadamente hasta fines del presente siglo), el motor de combustión interna que hace caminar a estos fabulosos ingenios que son los automóviles no sufrirá mayores variaciones. Autos que, en la gran mayoría de casos, transportan a una sola persona, o a una sola familia. En todo caso, se reemplazarán los derivados de combustibles fósiles (gasolina y diesel) por otros derivados de biomasa, los llamados biocombustibles (a base de maíz, caña de azúcar o palma africana), tanto o más desquiciantes en términos de sustentabilidad planetaria que la utilización del petróleo (para producir un galón de biocombustible se necesita una hectárea de maíz).

La gran industria de la fabricación de vehículos automotores para uso individual ha transformado la cultura del siglo XX; tener auto propio es sinónimo de progreso –aunque haya "epidemia" de accidentes y contaminación a niveles demenciales–. El mercadeo de estos productos ha alcanzado ribetes por demás de sutiles, logrando hacer del consumo del automóvil privado una necesidad casi de primer orden. Para los primeros veinte años del siglo en curso las grandes corporaciones de fabricantes de automóviles estiman vender cantidades fabulosas de vehículos en un nicho de mercado aún bastante poco explotado: los países pobres del Sur, gracias a campañas publicitarias agresivas y planes crediticios favorables. Como consecuencia de esa política global de mercadeo, más las unidades que siguen vendiéndose en el Norte, para el 2020 se estima llegar a los mil millones de automóviles individuales a nivel planetario en circulación. Vehículos, obviamente, que habrá que alimentar no con agua, no con energía eléctrica ni solar, sino con petróleo, el mismo por el que se siguen produciendo guerras e invasiones.

En tanto haya cada vez más automóviles circulando, no hay real solución a la problemática de los accidentes: la epidemia –o pandemia, más precisamente– no puede ceder. Y no puede hacerlo por varios motivos inmodificables: 1) la cantidad de vehículos en movimiento es tan grande que torna matemáticamente imposible evitar un porcentaje de colisiones entre tantos móviles. Al respecto no hay medidas técnicas que puedan evitarlo: ni nuevos sistemas de frenos, ni mecanismos de guiado automatizado que minimicen al máximo el error humano. Mientras haya cuerpos en movimiento, necesariamente habrá colisión entre algunos de ellos. 2) Los conductores de esos aparatos son seres humanos, y los seres humanos somos falibles. Por otro lado –ahí está la llave del negocio justamente– de lo que se trata es que cada vez más gente disponga de su auto privado, que lo maneje, que lo renueve cada tanto, o que compre repuestos (por cada unidad nueva que se vende, se venden dos más en forma de autopartes, de repuestos). Quienes los manejamos somos ciudadanos comunes muy precariamente capacitados para ese oficio, y no pilotos profesionales (como sucede con otros medios de transporte: aéreos, acuáticos); por tanto, el grado de impericia conductual es imposible de ser reducido. Conclusión: no hay modo alguno, con esa tendencia, que pueda reducirse el número de accidentes. 3) Psicológicamente considerado, todo conductor de automóvil dispone de un medio que le permite dejar aflorar legalmente su violencia. La agresividad humana se manifiesta de las más variadas formas: el conducir es una de ellas, y quizá de las más sutilmente horrendas. Disponer de un automóvil es disponer de un arma –los peatones atropellados (30% de las víctimas de accidentes de tráfico) pueden testimoniarlo de modo fehaciente. Este tenor agresivo que nos surge tras un volante, valga aclararlo, no es en modo alguno patológico; es lo más común y esperable que pueda suceder. Ahí está la contaminación sonora de toda gran urbe para evidenciarlo.

A lo anterior se suma el caos del tránsito vehicular creciente de cualquier ciudad de mediana para arriba. Los automóviles ocupan lugar, y millones y millones de automóviles en circulación ocupan, naturalmente, más lugar. Circular en las ciudades modernas de más de un millón de habitantes ya ha pasado a ser una tragedia en cualquier parte del mundo. Todo esto es sabido por los planificadores sociales, así como la degradación medioambiental que producen cantidades infernales de motores de combustión interna expeliendo gases tóxicos a la atmósfera. Entonces, si todo ello se sabe: ¿qué pasa que nada da muestras de cambios profundos en el corto ni mediano plazo? Obviamente algo sucede que no permite su modificación real. Con las armas ligeras en manos de civiles, con el tabaco más recientemente, al ver su potencialidad mortífera, al ver su grado de incidencia nociva en tanto epidemia, se tomaron severas medidas correctivas: campañas de despistolización y regulación de la tenencia de armas, propaganda anticigarrillo, etc. Pero con la industria del automóvil/petróleo ello no sucede. Y el reemplazo parcial de los derivados del petróleo por biocombustibles no es ninguna solución de fondo sino, por el contrario, una mayor cuota de sacrificio para los habitantes del Sur –el lugar donde se produce la materia prima para esos carburantes–, que por esta vía se verán condenados a una menor disponibilidad de alimentos para favorecer la circulación de autos en el Norte.

Apelar a la educación vial –la experiencia lo confirma– definitivamente no basta para modificar la situación de tragedia accidentológica. Puede ayudar, sin dudas, pero no disminuye en forma drástica el porcentaje de víctimas. La mejora técnica en las condiciones de seguridad de los vehículos tampoco aporta soluciones de fondo: la prueba está en que el grado de accidentalidad, en vez de reducir, sigue aumentando. Considerando entonces que de las tres causas más arriba apuntadas las dos últimas no pueden cambiarse, queda por actuar sólo con la primera: para reducir el número de muertos y heridos por accidentes de tránsito no hay otra posibilidad que reducir el número de vehículos en circulación.

Es ésta una verdadera opción práctica, concreta y posible, a este fenómeno de la accidentalidad vial. Claro que ello implica una disputa contra factores de poder del más alto rango. ¿Quién y de qué manera le pone hoy el cascabel al gato? Modestamente podríamos empezar por un cambio de actitud personal: pese a la avalancha de propaganda consumista en sentido contrario, también se puede vivir sin automóvil privado. Podemos luchar por medios de transporte público de óptima calidad que, combinado con la decisión de no seguir consumiendo automóviles individuales, pueden constituir un interesante camino alternativo y una respuesta eficiente a esta enfermedad mortal.

El automóvil individual es, como pocos, símbolo del éxito del sistema capitalista, la representación de su prosperidad y su llamado a un consumo interminable donde la "superación" y el "avance" personales se mide en función del nuevo modelo de automóvil de que se dispone. Dentro de esos marcos, pensar en reemplazarlo se muestra una tarea titánica, muy difícil en principio, quizá imposible. La catástrofe ecológica ya en curso puede sensibilizar a más de algún consumidor, a muchos quizá quienes reemplazarán su auto por la bicicleta quizá, pero la oferta de vehículos no cesa. Y en tanto las grandes multinacionales productoras de autos sigan existiendo, la tentación estará siempre puesta ahí, al alcance de cualquiera, para "mostrar su nivel". Todo lo cual demuestra que, lo quiera o no, el sistema capitalista no tiene en el largo plazo sino el futuro de seguir hundiendo a la humanidad, o a buena parte de ella.

Si una sana conciencia ecológica y sanitarista pudiese imponerse dentro del capitalismo, una de las primeras medidas sería reemplazar esta cantidad infernal de vehículos particulares por transportes públicos, más eficientes, menos traumatizantes, más amigables con el ambiente. Algunas islas dentro del mundo (países nórdicos por ejemplo) van camino de eso. Pero son islas. El sistema, como globalidad, no puede permitirse tamaña "civilización". Es entonces ahí donde cobran cabal sentido las palabras de una socialista ya histórica, la polaco-alemana Rosa Luxemburgo: civilización o barbarie. Es decir: o reemplazamos esto que lo único que puede hacer es brindar felicidad a unos pocos sobre la base de la miseria de muchos y destruyendo nuestra casa común, o nos morimos todos cocinados en este mismo caldo de la barbarie consumista.


http://rebelion.org/noticia.php?id=118270

Reina Luisa Tamayo,,,Esta en Peligro





Art by Guillermo Gonzalez