Improvisando una Oktoberfest en casa.



Como seguramente ya sabréis, ayer finalizó la conocida Oktoberfest muniquesa, un evento del que ya os hablamos brevemente en éste post hace un par de semanas. En la citada entrada también os comentamos que buscando por aquí y por allá nos habíamos hecho con un pequeño cargamento de cervezas alemanas para, a diferencia de años anteriores, celebrarlo en la tranquilidad del hogar. De todas ellas ha habido varias y muy gratas sorpresas que he pensado en compartir brevemente con vosotros.

La primera y probablemente una de las que más satisfechos nos dejó fue la Ayinger Jahrhundert, algo que pensándolo un poco tampoco debería extrañar a nadie viendo la maravillosa Doppelbock que también elabora esta cervecera bávara. En este caso se trata de una Helles bock en la que destaca a partes iguales un dueto cereal y cítrico impecable, con un buen cuerpo para sus 5,5% de alcohol. Una cerveza muy pero que muy bien balanceada para tomar infinitamente y no cansarse nunca.



A continuación, dos representantes de un estilo que desgraciadamente no se prodiga en exceso por nuestras latitudes y que más me enamora a medida que lo voy probando: las Kellerbier. La primera, Göller Kellerbier, con un marcado carácter cereal y a levadura, tremendamente refrescante, aunque con un pequeño pero, el exceso de carbonatación.



La segunda, Ayinger Kellerbier, en mi opinión aún mejor que la anterior, con la carbonatación mejor integrada, menos notas a cereal y más a limón, manzana verde y de tipo herbal. En definitiva, una muy buena cerveza, refrescante y adictiva como ella sola.



Otra que nos dejó más que satisfechos fue la Unertl Ursud. Quizás fue el hecho de que hacía cierto tiempo que no probaba una dunkelweizen, o puede que las ansias germanófilas sugestionaran positivamente mi impresión. Sea cual fuere el caso, la verdad es que disfruté muy mucho de ella, más ligera y menos sedosa de lo habitual en el estilo, con un marcado carácter acaramelado y evidentemente tostado, así como un ligero toque cítrico y muy mineral. Un punto curiosa y muy bebible a la par que refrescante.



Y para finalizar, una auténtica joya que ya había probado con anterioridad pero que no dudé en repetir al cruzármela: Kuchlbauer Aloysius. Se trata de una weizenbock magnífica, es más, antes de conocerla todas mis adulaciones hacia ese estilo estaban monopolizadas por la no menos asombrosa Schneider Aventinus (TAP6), pero ésta trigueña oscura y muy sabrosa, con una deliciosa amalgama de notas entre las que destacan el bizcocho, el chocolate y las notas especiadas, ataviada con una etiqueta que en mi opinión no hace honor a su contenido, sin duda se le acerca sin ningún tipo de complejo.



Así que ya sabéis, si os cruzáis con alguna de ellas y os invade el espíritu alemán como a un servidor, os recomiendo encarecidamente que no las dejéis escapar.

¡Prost!