Crónicas futuristas: Cristina frente a su reelección


2211. Pese a que el Modelo es favorecido por el viento de cola que trae la reciente colonización del planeta Marte, la Argentina enfrenta una de las peores crisis alimenticias internas, producto de haber extendido el monocultivo de soja y pino por casi todo su territorio durante cientos de años, y la vez se acercan las elecciones presidenciales, hecho que demanda la pronta definición de las candidaturas. El jefe de gabinete, Máximo XV, tatara-tatara-tatara nieto de Cristina Fernández de Kirchner, se encuentra en el umbral del cuarto de la primera mandataria esperando una respuesta, entretenido con un choripán sintético, mientras ella se obstina en observar el patio de su casa en Calafate.
Transcurre el mandato democrático número 51 de la motorwoman del proyectito nacional y popular, pero el mundo cambió bastante, o masomenos, desde la última vez que ella tuvo esa sensación de incertidumbre. Stephen Hawking, finalmente, tras someterse a un transplante de cuerpo, se convirtió en emperador del planeta tierra, donde Argentina nos es más que una provincia productora de materias primas; las Islas Malvinas fueron canjeadas a Gran Bretaña por un cargamento de azúcar tucumana; Chile, al igual que el radicalismo con sus aliados, desapareció del mapa jaqueado por los constantes tsunamis, erupciones y terremotos; los teléfonos celulares ya pueden tenerse antes del nacimiento, con un implante intrauterino en la próstata del feto que previene todo tipo de enfermedad y alarga la vida; River hace dos siglos que no logra salir de la promoción, pero que tampoco desciende.
Cristina se despega del vidrio y mira hacia el costado de su cama. Deja correr el segundero de su viejo reloj de pared, vuelve a mirar hacia afuera donde años atrás había glaciares, cuando él todavía estaba, y ahora sólo hay pinos y más pinos y más pinos. Se pone melancólica, “tanto tiempo y los boludos del CONICET siguen sin saber cómo revivirlo, tendría que patearlos a todos”, piensa Cristina. Máximo XV carraspea porque se atraganta con un cacho de grasa transgénica del chori, y ella entiende que su jefe de gabinete requiere una definición rápida. Mira a su tatara-tatara-tatara nieto, y le dice: “obvio nene… ¿cuando dudé?”