Gerard Piqué: "La victoria es un vicio goloso"


Piel bronceada por las horas disfrutadas en las playas de Ibiza, Formentera y las islas griegas, la misma sonrisa de siempre y el pelo ensortijado por levantarse de una buena siesta de dos horas, a 7.000 metros de altura y camino de Argentina para disputar otro amistoso con la campeona del mundo. “Venga, que aún puedo dormir un poco más”, suelta Gerard Piqué (Barcelona; 1987), que se ha puesto de nuevo la camiseta de la selección española para dejar por unos días la del Barcelona. Lo mismo le da. Él lo que quiere es ganar.

Sus amigos dicen que tras eliminar en semifinales a Alemania, anticipó con algún mensaje que serían campeones del mundo. ¿Es cierto?
Sí, alguno. ¡Anda que si llego a fallar! Pero tuve ese presentimiento porque el juego de Holanda nos favorecía más que el de Brasil o Argentina, por ejemplo. Era una oportunidad única en la vida que no podíamos desaprovechar. Y no pensaba dejarla pasar.

¿Qué les dijo Del Bosque antes de la final?
Que planteáramos el partido normal, que era un encuentro más. Y, sobre todo, insistió varias veces en que acabáramos el partido con 11, que en las finales no te pueden expulsar. Luego marcó Iniesta y tuve claro que ya estaba, que era nuestro. Y que era justo porque fuimos el equipo que intentó plantear el mejor fútbol. Es verdad que no siempre salieron partidos redondos, pero eran duelos a vida o muerte, ganar o para casa.

Cuando se mira al espejo, ¿piensa qué es campeón del mundo?
Pienso que no estoy mal... No, en serio, nunca lo pienso. Me despierto predispuesto a disfrutar del día. Que soy campeón ya me lo recuerda la gente por la calle. La verdad es que la fama sólo me molesta cuando no me dejan comer tranquilo en un restaurante. Pero por la calle no me importa nada que me paren; intento que todo el mundo disfrute del momento tan especial por el que pasan la selección y el Barça. Aunque a veces es exagerado.

¿Se siente histórico?
Este es un triunfo de todos. Es algo inolvidable y que nadie antes había logrado. Quizá por mala suerte o por lo que fuera, pero es algo histórico y hay que disfrutarlo en su justa medida. La verdad es que algunos hemos nacido con estrella.

Por ganar el Mundial le dieron 600 mil euros. ¿Mucha plata con tanta crisis?
Sí, es mucho dinero. Por eso insisto en que soy un privilegiado.

¿Es usted feliz?
Sí, muy feliz. Pero ya lo era antes de ganar el Mundial o de jugar en el Barça. Se trata de hacer felices a los que te rodean para completarte. Seguro que he cambiado en pequeños detalles, porque maduro, crezco y me desarrollo como persona. Eso le pasa a todo el mundo, sea cual sea la edad. Pero más o menos soy el mismo. Tengo la misma novia, el mismo hermano, los mismos padres que me echan la bronca si hago alguna cosa mal. Y en lo deportivo, por supuesto, me siento realizado, orgulloso de mi carrera. He tenido, además, la suerte de jugar en equipos campeones y eso se traduce en títulos.

A sus 23 años ya lo ha ganado todo…
No, todo no. Me falta la Eurocopa. Y la quiero. Cuando ganas, disfrutas del triunfo y te contagias de la felicidad de todo el mundo, no puedes parar. La victoria es un vicio muy goloso. Y yo soy un ganador.

¿No se pierde el gusto por la competición?
Al revés. Me divierto como un niño cuando gano a un amigo en una partida de ping-pong; y me enfado a más no poder cuando alguien me derrota al parqués. Es cierto que no es lo mismo una pachanga en el jardín que vencer en Sudáfrica la Copa del Mundo, pero en la competición deportiva sólo existe ganar o perder. Y no soy tan tonto para escoger lo segundo.

¿La Liga se volverá a decidir entre el Barcelona y el Madrid?
Sobre el papel, sí. Pero nunca se sabe lo que puede pasar y ahora no podemos perder la humildad. El Madrid tiene a Mourinho, otro ganador pero con un estilo diferente. Es un técnico que sabe sacar jugo de sus futbolistas, que tiene muchos recursos tácticos, no sólo defensivos, y que por donde pasa arrasa. Es un entrenador que no hace las cosas al azar, estudia todos los pasos para asegurarse las victorias.