Ornamentos litúrgicos



    1- Amito. El diácono y el subdiácono -que son los servidores inmediatos del sacerdote-, el mismo sacerdote y hasta el Obispo, que es el clérigo que posee la plenitud del sacerdocio, cuando van a revestirse de sus ornamentos propios se ponen el amito, que es un trozo de tela blanca rectangular y lo suficientemente ancha para que cubra el cuello y los hombros. Lleva en su centro pintada o bordada una cruz, que siempre debe besar el que lo usa antes de ponérselo y al quitárselo; en las puntas delanteras lleva cosidas dos cintas o cordones lo bastante largos para que puedan cruzarse primero sobre el pecho y luego en la espalda, para volver finalmente adelante y unirse con un lazo. Espiritualmente, y por la misma oración que reza el que se lo pone, el amito, que antes cubría la cabeza, viene a ser como el yelmo salvador contra los ataques del demonio. La oración es: Pon, señor, sobre mi cabeza el yelmo de salvación para rechazar los asaltos del enemigo . Nos recuerda que hemos de defendernos de los enemigos de nuestras almas.
    2- Alba. Los clérigos, después de ponerse el amito, se visten como segundo ornamento una túnica que los cubre de arriba abajo, y que, por ser siempre blanca, ha recibido el mismo nombre de su adjetivo en latín: alba. Es uno de los más importantes ornamentos litúrgicos. Proviene de la túnica blanca que llevaban los griegos y romanos en tiempo del Imperio. Místicamente nos recuerda la pureza de corazón que ha de poseer el que la lleva, como la oración que dice el sacerdote al ponérsela: Hazme puro, Señor, y limpia mi corazón, para que, santificado por la sangre del cordero, pueda gozar de las delicias eternas . Si el amito significaba el lienzo con que fue cubierto el rostro de Jesús, el alba significa la vestidura blanca que le hizo poner Herodes.
    3- Manípulo. El sacerdote, (y también el Diácono y el Subdiácono en las misas solemnes), lleva fija sobre el brazo izquierdo una corta franja llamada manípulo. Tiene su origen en un trozo de lienzo o pañuelo que antiguamente llevaban los cónsules y que agitaban en el aire para señalar el principio o fin de algún acto. También servía para enjugar el sudor o las lágrimas. El manípulo, que ha de ser del color litúrgico del día, debe tener en su centro, que viene encima mismo del brazo, una cruz que ha de besar el que lo lleva, tanto antes de ponérselo como después al quitárselo. Ordinariamente también suele ponerse una cruz a cada extremo, aunque no está propiamente mandado. Espiritualmente nos recuerda las buenas obras y que los trabajos y el dolor ofrecidos a Dios serán espléndidamente recompensados.La oración que el sacerdote pronuncia al ponérselo es: Merezca, Señor, llevar el manípulo del llanto y del dolor, para poder recibir con alegría el premio de mis trabajos. El manípulo significa las ataduras de las manos al ser azotado Nuestro Señor.
    4- Estola. La estola fue en su origen una faja o banda que algunos llevaban como adorno o señal de autoridad y otros por necesidad. Sólo pueden llevarla los Obispos, Sacerdotes y Diáconos, aunque de un modo distinto cada uno. El diácono la lleva sobre el hombro izquierdo y la hace cruzar a su lado derecho sujetándola con el cíngulo. El Sacerdote, la lleva cruzada sobre el pecho, y el Obispo simplemente colgando del cuello, como también puede hacerlo el Sacerdote siempre que la lleva puesta encima de la sobrepelliz, como por ejemplo, cuando administra la Sagrada Comunión fuera de la Santa Misa. Su longitud, pues, debe ser suficiente para que, pasada por el cuello y cruzada por delante del pecho del Sacerdote, cada extremo, sujetado a ambos costados por el cíngulo, pueda todavía caer, resaltando sobre la blancura del alba. Espiritualmente, la estola puede recordarnos la dignidad de hijos de Dios que desgraciadamente perdimos por el pecado de Adán y Eva, y así, al ver que el sacerdote, que es nuestro representante ante el Altísimo, lleva la estola puesta, podemos gozosamente contar con que la divina gracia nos devolverá aquella dignidad y herencia que le corresponde, es decir, la eterna Gloria. La Iglesia hace pedir, al imponérsela el Sacerdote, la inmortalidad, perdida por el pecado, y el premio de nuestro último y feliz destino: Devuélveme, Señor, la estola de la inmortalidad, que perdí con la prevaricación del primer padre, y aún cuando me acerque, sin ser digno, a celebrar tus sagrados misterios, haz que merezca el gozo sempiterno . La estola significa las sogas con que Nuestro Señor fue arrastrado al Calvario.
    5- Bolsa para corporales. En ella se colocan los corporales cuando no se han de poner sobre el altar.
    6- Cíngulo. Para que el alba, se adapte convenientemente al cuerpo del que la lleva y quede redondeada por su parte inferior sin que cuelgue por ningún lado, el clérigo se ciñe sobre ella un grueso cordón, el cíngulo, que puede ser blanco, dorado o del color litúrgico del día; el cual, fijado primero por delante y haciéndolo cruzar por detrás, vuelve simplemente a cada lado, desde donde cuelga hacia abajo el cordón que sobra, y que ordinariamente va rematado por una borla. Espiritualmente nos recuerda, según la oración que reza el sacerdote, la necesidad de luchar contra las bajas pasiones de la carne: Cíñeme, Señor, con el cíngulo de la pureza, y apaga en mis carnes el fuego de la concupiscencia, para que more siempre en mí la virtud de la continencia y castidad. El cíngulo significa las cuerdas con que fue atado Nuestro Señor en el huerto de los Olivos.
    7- Casulla. Vestidura exterior de los sacerdotes, que se coloca encima de todos los demás ornamentos. El ornamento propio del sacerdote durante la celebración de la Santa Misa y el más importante de todos es la casulla. Esta palabra, que significa tienda, dado que la casulla es de tela, viene a indicar que, así como la vela de una tienda de campaña la cubre totalmente, de igual modo la casulla -que ha de ser de seda, del color litúrgico del día, y también ornamentada como sea posible- cubría totalmente al sacerdote, el cual sacaba la cabeza por la abertura que para tal fin había en el punto central del mismo, y los brazos por los lados, quedando alrededor de los brazos amplios pliegues. Para aligerar esta incomodidad los ministros asistentes ayudaban al sacerdote, sosteniéndole un poco la casulla cuando éste había de alzar mucho los brazos, como en la incensación y en la elevación. (De ahí ha quedado la costumbre de levantar la casulla por detrás en el momento de la elevación). Con el tiempo, y a fin de evitar esa molestia, se fue recortando la tela de los lados hasta llegar a las casullas que véis en la imagen (la llamada casulla "romana") y que no llegan más que a los hombros. Espiritualmente, la casulla nos recuerda el suave yugo de la ley del Señor. La oración que reza el Sacerdote al revestirse de ella es: Señor, que has dicho: "Mi yugo es suave y mi carga ligera", haz que lo lleve de tal modo, que consiga tu gracia. Amén . La casulla significa el vestido de púrpura puesto a Jesús cuando le trataron en son de burla como rey.
    8- Bonetes. Pueden tener estas dos formas: forma romana y forma española.
    9- Dalmática. El último ornamente que visten, lo mismo que el Diácono el Subdiácono, es la dalmática, holgada túnica de seda que corresponde al color litúrgico, acortada en su parte inferior y abierta un buen trozo por los lados. Se llama así por proceder de la Dalmacia. Antes la dalmática propiamente privativa del diácono; y el subdiácono, en lugar de dalmática, llevaba una pieza parecida, pero distinta, llamada tunicela, que solía ser un poco más corta y menos rica en sus adornos. Hoy son prácticamente iguales y tan sólo se distinguen por su ornamentación. Se aconseja al diácono y al subdiácono que, al revestirse, recen una oración que a nosotros puede servirnos también para poner piadosamente a tono nuestro espíritu al verles revestidos de ella. El diácono dice: "Revestidme, Señor, con el ornamento de salvación y con el vestido de gozo; y cubridme siempre con la dalmática de la santidad" . El subdiácono: "Que el Señor me revista con la túnica del gozo y con el ornamento de la alegría" .
    10- Cubrecáliz. Una vez dispuesto el cáliz para la Santa Misa, no se lleva al presbiterio ni al altar sin cubrirlo antes con una seda rectangular del color litúrgico del día, la cual, por esta razón, lleva el nombre de cubrecáliz. Puede estar ribeteada con un galón dorado y llevar también pintada o bordada una cruz griega, o sea, de brazos iguales, en su parte delantera; si lleva la cruz, ésta resulta visible cuando el cáliz está sobre el altar y cubierto, que es al comienzo y al final de la Santa Misa.
    11- Corporales. A fin de asegurar enteramente que el contacto de Jesús Sacramentado sobre el altar tenga las máximas garantías de limpieza, además de los blancos manteles que litúrgicamente deben cubrir el altar, antes de la Misa y antes de dar fuera de ella la Sagrada Comunión, como igualmente siempre que vayan a exponer el Santísimo, deben extenderse en medio de la mesa del altar los corporales, los cuales son como un pequeño mantel blanco de lino, de unos dos palmos y medio en cuadro que, doblado en cuatro dobleces, tiene nueve porciones iguales. Si bien pueden ir adornados con un encaje estrecho alrededor, no deben tener ningún bordado porque habiéndose de poner encima la Sagrada Hostia, ninguna partícula que pueda desprenderse de ella quede arrinconada en el bordado o pase debajo de los corporales. Aquí, más que en ninguna otra parte, hay que hacer prevalecer aquella norma práctica tan juiciosa: primero es la utilidad que la belleza.
    12- Hijuela. Antes, los corporales eran mucho mayores que ahora, porque en la Santa Misa, cuando ya había en el cáliz el vino con unas gotas de agua y el Celebrante lo había ofrecido en el Ofertorio, lo cubría con un extremo de los corporales para evitar que pudiera caer dentro ya fuese polvo, ya cualquier brizna u otra cosa; pero como que esto traía sus inconvenientes, se cortó del extremo de los corporales un trozo que venía justo para tapar el cáliz. Por dicha razón, este trozo cuadrado del mismo lino que los corporales y planchado como ellos, que va suelto dentro de sus pliegues para cubrir con él, al ser el momento, la copa del cáliz, se llama naturalmente hijuela, es decir, pieza originaria o que procede de los mismos corporales. Puede la hijuela tener encaje en los bordes, si se prefiere en la parte superior puede haber incluso algún bordado, pero no calados ni vainica en el dobladillo, puesto que su finalidad es cubrir la boca del cáliz, y podrían dejar pasar lo que precisamente deben impedir. Este gran cuidado, que jamás es extremado tratándose de lo que se trata, te indica que en las cosas referentes a Dios debemos conducirnos siempre con la máxima delicadeza.
    13- Capa pluvial. Parece que antes, en las frecuentes procesiones que se hacían por los alrededores de los pueblos, los clérigos llevaban previsoramente para guardarse de la posible lluvia esta capa, que, además de cubrirles el cuerpo, tenía entre los hombros una capucha para poder cubrirse la cabeza si empezaba a llover. Por esto, pues, aún hoy en día, por tal recuerdo a esta capa se le llama pluvial, o sea para la lluvia, y por la misma razón, en acuerdo de su origen, se le añade en su puesto adecuado una capucha. Conviene saber que es obligatoria, cuando se tiene, para ciertas ceremonias o bendiciones más solemnes, por ejemplo la bendición anual de las candelas, de la ceniza, de los ramos y del fuego nuevo; también debe llevarse en la bendición con la custodia durante la exposición del Santísimo, así como en una procesión eucarística. No es de uso exclusivo del Sacerdote, pero no pueden usarla los seglares.
    14- Humeral o paño de hombros. Es el velo blanco que se usa para llevar el Santísimo Sacramento, reliquias, etc.