Y ahora parezco mi caricatura

Me gustó más el lunes de pascua del año pasado. Aunque lo que de verdad fue mejor fue el domingo, cuando llegamos y nos topamos de morros con que habían sacado a pasear a la Virgen. Y nosotras en el coche y pensando dónde lo íbamos a meter, eso sí, con una música puesta que parecía que estaba hecho a propósito. O cuando nos bajamos del coche y tuvimos que atravesar la procesión con las maletas porque nuestro hotel estaba al otro lado del mogollón. Fue divertido ver a la Virgen bailando de un lado a otro mientras nevaba y arrastrábamos la maleta diciendo "uy, perdón".
Fue mejor que ayer, sí, que lo dediqué a ir de visita médica. No me gustan los médicos. No me gusta ir, pero tampoco me gustan mucho ellos. Te miran desde su posición, como tres palmos por encima de la tuya. Y algunos se permiten ser condescendientes o hablarte como si fueras tonta. Y ahí vas tú, a contarles lo que te pasa, medio muerta de miedo.
Ayer fui a ver a mi doctora de cabecera, que está reñida conmigo porque he ido a un especialista por mi cuenta. Fui a ver si hacíamos las paces. A mí me parece muy bien que no le guste la sanidad privada, a mí tampoco me gusta tener que usarla y si la pública no fuera un desastre, os aseguro que no habría ido. Creo en el sistema público, creo que las cosas necesarias tienen que ser gratuitas y accesibles para todo el mundo. Pero también creo que mi salud me importa mucho y que si la seguridad social se hace la remolona para hacerme pruebas, voy a hacérmelas yo. Que le parece mal a la señora, pues lo siento. Me fastidió que quisiera quedar por encima del especialista, no sé si ella será mejor médico pero desde luego mucho empeño conmigo no ha puesto, al menos el privado me ha dado un tratamiento, que según ella no está probado y no sirve para nada… pues no lo sé, habrá que verlo, me parece mejor opción que esperarse a ver cómo evoluciona.
Así que después de decirme que mi tratamiento era una mierda y que no iba a suponer ninguna mejora, le pregunté qué proponía ella, qué narices cree que me pasa. Así que empezó a darle vueltas y debió pensar que era el momento de demostrar que los médicos públicos también saben palabras raras. Así que me soltó un nombre extrañísimo para mí (hasta ayer, claro, que ya me he hecho una experta en el tema), le dije que no sabía qué era y me dice que claro, que es muy poco frecuente (1 entre 3000 ó 5000 pacientes, dependiendo de la página de Internet donde mires, aunque ella no se sabía las cifras). Me dijo que había algunos síntomas que cuadraban con los míos, que no era nada probable pero… que ella tenía un presentimiento. Vaya, después de que no me hizo ni caso la última vez que fui a verla para contarle lo mismo, ahora parece que ya le interesa. Ahora vamos a jugar a ser House, a ver cuándo viene la rubita mona a hacerme unas pruebas.
Lo que más me molestó es la cara que se le puso cuando dijo lo de "su pálpito", con los ojos brillando, como si desease que fuera así. Estaría chulo, eh: una enfermedad rarísima, una tía que se trata por el seguro privado y va la doctora de cabecera y se lo detecta así, de repente. Sería un puntazo. Eso es lo que le importa de esta historia a ella, tener su minuto de gloria. Aunque su minuto de gloria signifique vete tú a saber qué en mi vida…
Creo que voy a cambiar de médico de cabecera. Ahora además de ser una incompetente ha demostrado ser una gilipollas.

Voy a quedarme con la canción de la Semana Santa pasada, y con el recuerdo de escucharla mientras nos perdíamos entre un montón de gente. ¿Quién dijo que las despedidas eran tristes?.



Y como es cortita, la pongo entera.

Triste está la soledad,
echándonos de menos
sin hablar, sin rechistar.

Riéndonos, riéndonos,
nada puede ser mejor que dos
matándola en silencio.

Por eso es la canción de adiós,
canción que la despides sin llorar,
sin llorar, sin llorar ...
Iván Ferreiro

Por cierto, tomo prestado el título de Sabina, aunque el resto de la canción, de momento, no me aplica...