A veces unos segundos se conviernten en un barredor de tristezas

Hay cosas que me pasan y ya ni me extraña. Como que planees un viaje cuando ya ha entrado la primavera y descubras que cualquiera de los últimos fines de semana del invierno habría sido más soleado. O que al enano se le ponga el cuerpo del revés justo ese fin de semana. O ir a hacer una visita a un castillo y llegar 5 minutos antes de que lo cierren (y muerta de frío).

Eso y no arrepentirme del viaje, a pesar de todo. Por aquello de volver a sentir esa extraña sensación de pertenencia a algún sitio, sentir que ésta es mi gente y que ésta, más que ninguna otra, soy yo. Por unos minutos pareció que todo era como antes, aunque sé que ya nunca volverá a serlo. Siempre faltará algo, y alguien, sobre todo alguien. Pero esos 5 minutos de risa incontrolada que acabaron con agujetas en la mandíbula me devolvieron a otro tiempo, a cuando las cosas eran mucho más sencillas. Creo que no sabía cuánto echaba de menos esa época. Merece la pena salvarlo.

Yo también quiero invitar a Eduardo, y a Silvio, a ver si me regalan un rabo de nube.


Si me dijeran pide un deseo
preferiría un rabo de nube
un torbellino en el suelo
y una gran ira que sube
Un barredor de tristezas,
un aguacero en venganza
que cuando escampe parezca
nuestra esperanza.

Silvio