El Rosario enaltecido y aconsejado por los Sumos Pontífices





Beato Pío IX: "Así como Santo Domingo se valió del Rosario como de una espada para destruir la nefasta herejía de los albigenses, así también hoy los fieles diestros en el uso de este arma -que es el rezo cotidiano del Rosario- conseguirán fácilmente destruir los monstruosos errores e impiedades que por todas partes se levantan" (Encíclica Egregiis de 3 de diciembre de 1856).

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León XIII: Escribió doce encíclicas sobre el Rosario, destacamos el siguiente trecho: "¡Es nuestro ardiente deseo que esta devoción retome por todas partes su antiguo puesto de honor! En la ciudad y en los pueblos, en las familias y en los lugares de trabajo, junto a las élites y entre los humildes, sea el Rosario amado y venerado como insigne divisa de la fe cristiana y el auxilio más eficaz para obtener la misericordia divina" (Encíclica Iucunda semper, 8 de septiembre de 1894).

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San Pío X: "El Rosario es la más bella y preciosa de todas las oraciones a la Medianera de todas las gracias: es la oración que más conmueve el corazón de la Madre de Dios. Rezadlo todos los días".

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Benedicto XV: "No obstante, Aquella a quien la Iglesia tiene la costumbre de saludar como 'Madre de la Gracia y Madre de la Misericordia', se ha revelado siempre como tal, sobre todo cuando se ha recurrido al Santo Rosario y, por ello, los Romanos pontífices no dejaron pasar ninguna ocasión de exaltar con grandísimos elogios el Rosario de la Santísima Virgen y de enriquecerlo con los tesoros de la Indulgencia Apostólica" (Encíclica Fausto Appetente, 29 de junio de 1921).

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Pío XI: "El Rosario es un arma potentísima para poner en fuga a los demonios (...). El Rosario mariano, además, no sólo sirve especialmente para debelar a los enemigos de Dios y de la Religión, sino que también aviva las virtudes cristianas, las fomenta y pacifica los ánimos" (Encíclica Ingravescentibus males, 29 de septiembre de 1937).

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Pío XII: "En vano, se busca llevar remedio a la situación decadente de la vida civil, si la sociedad doméstica, principio y fundamento del consorcio humano, no es diligentemente reconducida a las normas del Evangelio. Para realizar un deber tan arduo, Nos afirmamos que la recitación del Santo Rosario en familia es el medio más eficaz (...). No dudamos, pues, en afirmar de nuevo públicamente que es grande la esperanza colocada por Nos en el Rosario de Nuestra Señora, para sanar los males que afligen nuestros tiempos" (Encíclica Ingruentium malorum, 15 de septiembre de 1951).

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Beato Juan XXIII: "El Rosario, como ejercicio de devoción cristiana entre los fieles del rito latino (...) toma su lugar, para los eclesiásticos, después de la Santa Misa y el Breviario, y, para los seglares, después de la participación en los Sacramentos" (Carta Apostólica Il religioso convegno, 29 de septiembre de 1961).

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Pablo VI: "No dejéis de inculcar con todo cuidado la práctica del Santo Rosario, la oración tan querida por la Virgen Madre de Dios y tan recomendada por los Romanos Pontífices, por medio de la cual los fieles están en condiciones de poner en práctica, de la manera más suave y eficaz, el mandato del Divino Maestro: Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá" (Mt 7, 7) (Encíclica Mense maio, 29 de abril de 1965).

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Juan Pablo II: "El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. (...) Recitar el Rosario, en efecto, es en realidad contemplar con María el rostro de Cristo. (...) Hoy estamos ante nuevos desafíos. ¿Por qué no volver a tomar en la mano las cuentas del Rosario con la fe de quienes nos han precedido?

El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un recurso importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador (Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, 16 de octubre de 2002).

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Benedicto XVI: "Singular oración contemplativa con la que, guiados por la Madre celestial del Señor, fijamos nuestra mirada en el rostro del Redentor, para ser configurados con su misterio de alegría, de luz, de dolor y de gloria. Esta antigua oración está experimentando un nuevo florecimiento providencial, también gracias al ejemplo y a la enseñanza del amado Papa Juan Pablo II. Os invito a releer su carta apostólica 'Rosarium Virginis Mariae' y poner en práctica sus indicaciones en el ámbito personal, familiar y comunitario.
"El Rosario es una oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura. Es la plegaria del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, siguiendo a Jesús, precedido por María" (Ángelus, plaza de San Pedro, 2 de octubre de 2005).





El Papa invitó a todos a rezar este mes el Rosario "en familia, en las comunidades y en las parroquias por las intenciones del Papa, por la misión de la Iglesia y por la paz en el mundo".












" Impuesto sobre la contaminación "

. .El impuesto sobre la contaminación y los electrodomésticos que consumen más energía es una realidad en varios países. Ahora se prevé que en Francia también lo sea a partir de principios de 2010. La medida afectaría tanto a profesionales como a particulares, pagando cada uno de ellos 32 euros por cada tonelada de CO2 que emitan. Con ello se busca potenciar el uso de productos respetuosos con

Los Siete Dolores de la Santísima Virgen María


Era menester que el Cristo padeciese y así entrase en la gloria. (Lucas, 24, 26).



Esta fiesta la celebraban con gran devoción los Servitas ya en el siglo XVII y fue extendida por el Papa Pío VII en 1817 a toda la Iglesia, en memoria de los sufrimientos infligidos a la Iglesia y a su jefe visible por Napoleón I, y en acción de gracias a la Madre de Dios, cuya intercesión les había dado fin. El Evangelio de la misa nos recuerda el momento más doloroso de la vida de María, así como su inquebrantable firmeza: junto a la cruz de Jesús está de pie María, su Madre.






MEDITACIÓN - LA VISTA DE LA CRUZ ES EL CONSUELO DEL CRISTIANO






I. Nada hay más consolador para un cristiano que poner sus ojos en la cruz; ella es quien le enseña a sufrir todo, a ejemplo de Jesucristo. Esta cruz anima su fe, fortifica su esperanza y abrasa su corazón de amor divino. Los sufrimientos, las calumnias, la pobreza, las humillaciones parecen agradables a quien contempla a Jesucristo en la cruz. La vista de la serpiente de bronce sanaba a los israelitas en el desierto, y la vista de vuestra cruz, oh mi divino Maestro, calma nuestros dolores. No pienses en tus aflicciones ni en lo que sufres, sino en lo que ha sufrido Jesús. (San Bernardo).

II. ¡Qué dulce debe ser para un cristiano, en el trance de la muerte, tomar entre sus manos el crucifijo y morir contemplándolo! ¡Qué gozo no tendré, entonces, si he imitado a mi Salvador crucificado, viendo que todos mis sufrimientos han pasado! ¡Qué confianza no tendré en la cruz y en la sangre que Jesucristo ha derramado por mi amor! ¡Qué dulce es morir besando la cruz! El que contempla a Jesús inmolado en la cruz, debe despreciar la muerte.
(San Cipriano).

III. Qué consuelo para los justos, cuando vean la señal de la cruz en el cielo, en el día del juicio y qué dolor, en cambio, para los impíos que habrán sido sus enemigos. Penetra los sentimientos de unos y otros. Que pesar para los malos por no haber querido, durante los breves instantes que han pasado en la tierra, llevar una cruz ligera que les hubiera procurado una gloria inmortal, y estar ahora obligados, en el infierno, a llevar una cruz agobiadora, sin esperanza de ver alguna vez el fin de sus sufrimientos.



El amor a la cruz - Orad por la conversión de los infieles.



ORACIÓN



Oh Dios, durante cuya Pasión, según la profecía de Simeón, una espada de dolor atravesó el alma dulcísima de la gloriosa Virgen y Madre, concédenos, al venerar sus dolores, que consigamos los bienaventurados efectos de vuestra Pasión. Vos que con el Padre y el Espíritu Santo vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

" Capitalismo: una historia de amor "

. .El documentalista estadounidense Michael Moore regresó a la pantalla gigante con su último objetivo en la mira: el sistema bancario de su país y las personas que lo manejan."Capitalismo: una historia de amor", estrenado en el Festival de Cine de Venencia, es la cinta más reciente de Moore en la que examina la última crisis financiera global y opina sobre lo que está fallando en la economía

La Santa Misa y la "nueva misa"




Es difícil, para quienes sólo han conocido la "nueva misa", comprender de qué se han visto privados, y asistir a la Misa "latina" a menudo les parece demasiado lejano. Para ver diáfanamente de qué se trata, es necesario comprender con claridad las verdades definidas de nuestra Fe sobre la Misa. Sólo con esta luz puede valorarse un rito de la Misa.




¿Qué es la nueva misa?




Respondamos contemplando sus cuatro causas, como dirían los filósofos: causa intrínseca material (¿cuáles son sus elementos?), causa intrínseca formal (¿cuál es su naturaleza?), causa extrínseca final (¿cuál es su finalidad?) y causa extrínseca eficiente (¿cuál es su autor?).




a) Causa intrínseca material




¿De qué elemento consta el Novus Ordo de la Misa? Algunos son católicos: sacerdote, pan y vino, genuflexiones y signos de la Cruz, etc...Pero algunos son protestantes: una mesa, utensilios de uso común, comunión bajo las dos especies y en la mano, etc...




b) Causa intrínseca formal




El Novus Ordo Missae asume estos elementos heterogéneos formando una liturgia para una religión modernista que casaría la Iglesia con el mundo, el catolicismo con el protestantismo, la luz y las tinieblas.




En efecto, la nueva misa se presenta a sí misma como:




-Una comida, lo cual se aprecia por el uso de una mesa, alrededor de la cual se reúne el pueblo de Dios, ofreciendo pan y vino y tomando la comunión de vasijas vulgares, a menudo bajo las dos especies como los protestantes y evangelicos, y normalmente en la mano. Nótese también la casi completa desaparición de las referencias al sacrificio;




-la narración de un acontecimiento pasado, en voz alta, por parte de quien preside, que narra las palabras de Nuestro Señor como leídas en la Escritura, más que pronunciando una fórmula sacramental, y que no se arrodilla hasta haber mostrado la Sagrada Forma al pueblo;




-una asamblea, en la cual Cristo está tal vez moralmente presente, pero físicamente ignorado. El celebrante mira al pueblo desde donde debería estar el tabernáculo, que se pone a un lado. Justo después de la consagración, todos aclaman a quien se pide que venga; los vasos sagrados ya no están sobredorados; se ignoran las partículas sagradas: el sacerdote ya no une los dedos índice y pulgar, los vasos no están purificados, y con frecuencia la comunión se da en la mano; se reducen mucho las genuflexiones del sacerdote y el tiempo en que los fieles están arrodillados; los fieles asumen funciones que siempre correspondieron al sacerdote.




Más aún, la nueva misa se define a sí misma como: "la sagrada sinaxis o asamblea del pueblo de Dios reunido en común, bajo la presidencia del sacerdote, para celebrar el memorial del Señor" (Instituto Generalis, n. 7 del Misal Romano, 1969).




c) Causa extrínseca final




¿Cuál es la finalidad de esta nueva misa como rito?




"La intención de Pablo VI respecto a lo que comúnmente se denomina la Misa, era reformar la liturgia católica de modo que casi coincidiese con la liturgia protestante (...) Pablo VI tenía la intención ecuménica de quitar, o al menos corregir, o al menos suevizar en la misa, todo lo que fuera demasiado católico en el sentido tradicional, para que la misa católica, repito, estuviese más próxima a la misa calvinista".


"Cuando comencé a trabajar en esta trilogía, yo estaba preocupado por hasta qué punto se estaba protestantizando la liturgia católica. Cuanto más detallado es mi estudio sobre la Revolución, más evidente me parece que ha sobrepasado el protestantismo y que su meta final es el humanismo".




Esta última es una evolución lógica, si consideramos los cambios realizados, los resultados obtenidos y las tendencias de la moderna teología.




d) Causa extrínseca eficiente




¿Quién hizo la "Nueva Misa"?




Es la invención de una comisión litúrgica, el Consilium, cuya luz y guía fue Mons. Annibale Bugnini (premiado en 1972 con un arzobispado por sus servicios), y de la cual también formaban parte como expertos seis protestantes. Mons. Bugnini tenía sus propias ideas sobre la participación del pueblo en la liturgia, y los consejeros protestantes tenían sus propias y heréticas ideas sobre la esencia de la misa.




Pero aquel cuya autoridad impuso el Novus Ordo es Pablo VI, que la promulgó con la constitución Missale Romanum... ¿o no la promulgó? En primer lugar, la versión original de Missale Romanum, firmada por Pablo VI, no menciona la obligatoriedad del Novus Ordo Missae, ni cuándo comenzaía ésta; en segundo lugar, las traducciones de la constitución traducen mal cogere et efficere (resumir y extraer como conclusión) por "dar fuerza de ley"; y en tercer lugar, la versión del Acta Apostolicae Sedis añade un párrafo "ordenando" el nuevo misal, pero en un tiempo verbal equivocado (pretérito), diciendo "hemos ordenado (praescripsimus)", es decir, refiriéndose a una obligación pasada (no promulgada)...¡y nada más en la Missale Romanum prescribe, todo lo más permite!




Es verdad que Pablo VI quiso este misal, pero lo impuso de una forma dudosamente regular.




Juicio sobre la "Nueva Misa"




Teniendo en cuenta la Nueva Misa en sí misma, sólo con el texto oficial latino delante de sus ojos, los cardenales Ottaviani y Bacci pudieron escribirle a Pablo VI: "el Novus Ordo Missae (...) se aleja de manera impresionante, en conjunto y en detalle, de la teología católica de la Santa Misa, cual fue formulada en la XXIII Sesión del Concilio de Trento".




Mons. Lefebvre concordaba plenamente con ellos cuando escribió: " la nueva misa, aunque se diga con piedad y respeto a las normas litúrgicas (...) está impregnada de espíritu protestante. Lleva en ella un veneno perjudicial para la fe católica".




El ocultamiento de elementos católicos y la complacencia con los protestantes, que son evidentes en la Nueva Misa, la convierten en un peligro para nustra fe, y en cuanto tal, mala en sí misma.




"Por sus frutos los conoceréis" (Mt. 7, 16): se nos prometió que la Nueva Misa renovaría el fervor católico, inspiraría a los jóvenes, recuperaría a los no practicantes, y atraería a los no católicos. ¿Quién puede hoy pretender que ésos sean sus frutos? Junto con la nueva misa, ¿no tuvo lugar más bien una dramática caída de la asistencia a misa y de las vocaciones, una crisis de identidad entre los sacerdotes, un declive en la proporción de conversiones y una aceleración en la de apostasías?




La validez de la "Nueva Misa"




Siendo esto así, ¿debemos decir que la nueva misa es inválida? Esto no ha sido demostrado, pero puede argüirse lo siguiente: por un lado, la nueva misa no está cualificada como rito católico; por otro, el celebrante debe querer hacer lo que hace la Iglesia; ahora bien, la nueva misa ya no garantiza por sí misma que tiene esa intención, la cual dependerá de su fe personal (generalmente desconocida para los presentes, pero más o menos dudosa a medida que avanza la crisis en la Iglesia). Por tanto, puede presumirse que estas misas son de validez dudosa, y más aún con el paso del tiempo.


Las palabras de la consagración, especialmente del vino, han sido falsificadas. ¿Se ha respetado "la sustancia de los sacramentos"? Este problema todavía es mayor en las misas celebradas en lengua vernácula, donde pro multis (por muchos) ha sido mal traducido como por todos los hombres. Algunos arguyen que éste hecho tiene tal importancia que invalida estas misas; muchos lo niegan. Pero esto acrecienta la duda.




La asistencia a la "Nueva Misa"




La nueva misa apenas puede decirse católica, y por tanto ni es obligatoria ni basta para satisfacer la obligación dominical. Debemos tratar la cuestión de la asistencia como si se tratase de una liturgia no católica (con la importante excepción de que el Novus Ordo no ha sido declarado no católico por la autoridad competente, lo cual significa que muchos que asisten a él no son conscientes de su nocividad y están exentos de culpa). Un católico no puede asistir a él, salvo con una mera presencia física, sin tomar parte en él positivamente, y sólo por razones familiares de fueza mayor, como bodas, funerales, etc...
«Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande». Benedicto XVI.




San Pío de Pietrelcina


Para amar la Santa Misa tenemos que tener una idea grande y santa del Sacrifico de Jesús. En nuestro estado actual de cosas es triste decir que muchos salen de la Misa igual que entraron, algunos peores, la mayoría de las veces es oficiada con un descuido, y una falta de reverencia a la que casi todos nos hemos acostumbrado; pero otras veces salimos con un mal sabor del espectaculo lamentablemente mundano que allí se ha desplegado. Todos, si excepción hemos sido testigos de ésto. Y en más de una ocasión. Y he aquí que viene al rescate el santo de nuestros días, San Pío de Pietrelcina, quien explica, y penetra, en el misterio de la Misa. El misterio del único y definitivo Sacrificio de Jesús, que se actualiza en el acto de la remembranza del sacrificio de la cruz. Este escrito está tomado de Stat Veritas, una muy excelente website, donde nuestro santo P. Pío, nos hace esperar más, desear más, y pedir más, pues que nos morimos de hambre por falta del alimento sólido de que hemos sido privados, ya hace 40 años...


El Padre Pío y la Misa


En 1974 se publicó una obra en italiano, titulada «Cosí parlò Padre Pio»: «Así habló el Padre Pio» (San Giovanni Rotondo, Foggia, Italia), con el imprimatur de Mons. Fanton, obispo auxiliar de Vincencia. En este presente trabajo sacamos algunos pasajes en los que el Padre Pío hablaba de la Santa Misa:


Padre, ¿ama el Señor el Sacrificio?


Sí, porque con él regenera el mundo.


¿Cuánta gloria le da la Misa a Dios?


Una gloria infinita.


¿Qué debemos hacer durante la Santa Misa?


Compadecernos y amar.


Padre, ¿cómo debemos asistir a la Santa Misa?


Como asistieron la Santísima Virgen y las piadosas mujeres. Como asistió San Juan al Sacrificio Eucarístico y al Sacrificio cruento de la Cruz.


Padre, ¿qué beneficios recibimos al asistir a la Santa Misa?


No se pueden contar. Los veréis en el Paraíso. Cuando asistas a la Santa Misa, renueva tu fe y medita en la Víctima que se inmola por ti a la Divina Justicia, para aplacarla y hacerla propicia. No te alejes del altar sin derramar lágrimas de dolor y de amor a Jesús, crucificado por tu salvación. La Virgen Dolorosa te acompañará y será tu dulce inspiración.


Padre, ¿qué es su Misa?


Una unión sagrada con la Pasión de Jesús. Mi responsabilidad es única en el mundo -decía llorando.


¿Qué tengo que descubrir en su Santa Misa?


Todo el Calvario.


Padre, dígame todo lo que sufre Vd. durante la Santa Misa.


Sufro todo lo que Jesús sufrió en su Pasión, aunque sin proporción, sólo en cuanto lo puede hacer una criatura humana. Y esto, a pesar de cada una de mis faltas y por su sola bondad.


Padre, durante el Sacrificio Divino, ¿carga Vd. nuestros pecados?


No puedo dejar de hacerlo, puesto que es una parte del Santo Sacrificio.


¿El Señor le considera a Vd. como un pecador?


No lo sé, pero me temo que así es.


Yo lo he visto temblar a Vd. cuando sube las gradas del Altar. ¿Por qué? ¿Por lo que tiene que sufrir?


No por lo que tengo que sufrir, sino por lo que tengo que ofrecer.


¿En qué momento de la Misa sufre Vd. más?


En la Consagración y en la Comunión.


Padre, esta mañana en la Misa, al leer la historia de Esaú, que vendió su primogenitura, sus ojos se llenaron de lágrimas.


¡Te parece poco, despreciar los dones de Dios!



¿Por qué, al leer el Evangelio, lloró cuando leyó esas palabras: «Quien come mi carne y bebe mi sangre»...?


Llora conmigo de ternura.


Padre, ¿por qué llora Vd. casi siempre cuando lee el Evangelio en la Misa?


Nos parece que no tiene importancia el que un Dios le hable a sus criaturas y que ellas lo contradigan y que continuamente lo ofendan con su ingratitud e incredulidad.


Su Misa, Padre, ¿es un sacrificio cruento?


¡Hereje!



Perdón, Padre, quise decir que en la Misa el Sacrificio de Jesús no es cruento, pero que la participación de Vd. a toda la Pasión si lo es. ¿Me equivoco?


Pues no, en eso no te equivocas. Creo que seguramente tienes razón.


¿Quien le limpia la sangre durante la Santa Misa?


Nadie.



Padre, ¿por qué llora en el Ofertorio?


¿Quieres saber el secreto? Pues bien: porque es el momento en que el alma se separa de las cosas profanas.


Durante su Misa, Padre, la gente hace un poco de ruido.


Si estuvieses en el Calvario, ¿no escucharías gritos, blasfemias, ruidos y amenazas? Había un alboroto enorme.


¿No le distraen los ruidos?


Para nada.


Padre, ¿por qué sufre tanto en la Consagración?


No seas malo... (no quiero que me preguntes eso...).


Padre, ¡dígamelo! ¿Por qué sufre tanto en la Consagración?


Porque en ese momento se produce realmente una nueva y admirable destrucción y creación.


Padre, ¿por qué llora en el Altar y qué significan las palabras que dice Vd. en la Elevación? Se lo pregunto por curiosidad, pero también porque quiero repetirlas con Vd.


Los secretos de Rey supremo no pueden revelarse sin profanarlos. Me preguntas por qué lloro, pero yo no quisiera derramar esas pobres lagrimitas sino torrentes de ellas. ¿No meditas en este grandioso misterio?


Padre, ¿sufre Vd. durante la Misa la amargura de la hiel?


Sí, muy a menudo...


Padre, ¿cómo puede estarse de pie en el Altar?


Como estaba Jesús en la Cruz.


En el Altar, ¿está Vd. clavado en la Cruz como Jesús en el Calvario?


¿Y aún me lo preguntas?


¿Como se halla Vd.?


Como Jesús en el Calvario.


Padre, los verdugos acostaron la Cruz de Jesús para hundirle los clavos?


Evidentemente.



¿A Vd. también se los clavan?


¡Y de qué manera!




¿También acuestan la Cruz para Vd.?


Sí, pero no hay que tener miedo.


Padre, durante la Misa, ¿dice Vd. las siete palabras que Jesús dijo en la Cruz?


Sí, indignamente, pero también yo las digo.


Y ¿a quién le dice: «Mujer, he aquí a tu hijo»?


Se lo digo a Ella: He aquí a los hijos de Tu Hijo.



¿Sufre Vd. la sed y el abandono de Jesús?


Sí.


¿En qué momento?


Después de la Consagración.


¿Hasta qué momento?


Suele ser hasta la Comunión.


Vd. ha dicho que le avergüenza decir: «Busqué quien me consolase y no lo hallé». ¿Por qué?


Porque nuestro sufrimiento, de verdaderos culpables, no es nada en comparación del de Jesús.


¿Ante quién siente vergüenza?


Ante Dios y mi conciencia.



Los Angeles del Señor ¿lo reconfortan en el Altar en el que se inmola Vd.?


Pues... no lo siento.


Si el consuelo no llega hasta su alma durante el Santo Sacrificio y Vd. sufre, como Jesús, el abandono total, nuestra presencia no sirve de nada.


La utilidad es para vosotros. ¿Acaso fue inútil la presencia de la Virgen Dolorosa, de San Juan y de las piadosas mujeres a los pies de Jesús agonizante?


¿Qué es la sagrada Comunión?


Es toda una misericordia interior y exterior, todo un abrazo. Pídele a Jesús que se deje sentir sensiblemente.


Cuando viene Jesús, ¿visita solamente el alma?


El ser entero.


¿Sufre Vd. también en la Comunión?


Es el punto culminante.


Después de la Comunión, ¿continúan sus sufrimientos?


Sí, pero son sufrimientos de amor.



¿A quién se dirigió la última mirada de Jesús agonizante?


A su Madre.


Y Vd., ¿a quién mira?


A mis hermanos de exilio.


Padre, ¿por qué llora Vd. al pronunciar la última frase del Evangelio de San Juan: «Y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad»?


¿Te parece poco? Si los Apóstoles, con sus ojos de carne, han visto esa gloria, ¿cómo será la que veremos en el Hijo de Dios, en Jesús, cuando se manifieste en el Cielo?


¿Asiste la Santísima Virgen a su Misa?


¿Crees que la Mamá no se interesa por su hijo?


¿Y los ángeles?


En multitudes.


¿Qué hacen?


Adoran y aman.


Padre, ¿quién está más cerca de su Altar?


Todo el Paraíso.


¿Le gustaría decir más de una Misa cada día?


Si yo pudiese, no querría bajar nunca del Altar.


Me ha dicho que Vd. trae consigo su propio Altar...


Sí, porque se realizan estas palabras del Apóstol: «Llevo en mi cuerpo las señales del Señor Jesús» (Gal. 6, 17), «estoy crucificado con Cristo» (Gal. 2, 19) y «castigo mi cuerpo y lo esclavizo» (I Cor. 9, 27).


La Misa del Padre Pío en sus primeros años duraba más de dos horas. Siempre fue un éxtasis de amor y de dolor. Su rostro se veía enteramente concentrado en Dios y lleno de lágrimas. Un día, al confesarme, le pregunté sobre este gran misterio:


Padre, quiero hacerle una pregunta.


Dime, hijo.


Padre, quisiera preguntarle qué es la Misa.


¿Por qué me preguntas eso?


Para oírla mejor, Padre.


Hijo, te puedo decir lo que es mi Misa.


Pues eso es lo que quiero saber, Padre.


Hijo mío, estamos siempre en la cruz y la Misa es una continua agonía.



Tradición Católica de noviembre de 1998



Dichos de San Juan María Vianney (III)


“Hay personas que se sumergen totalmente en la oración como los peces en el agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido”.
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“Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración”.
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“La oración no es otra cosa que la unión con Dios”.
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“Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable”.
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“La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros”.
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“El impío, en este mundo, parece hacer gala de desconocer el poder de Dios, viendo a los pecadores sin castigo; llega hasta decir:¡No hay Dios no infierno!; o bien: No atiende Dios a lo que pasa en la tierra. Pero deja que venga el Juicio, y en aquel día grande Dios manifestará su poder y mostrará a todas las naciones que El lo ha visto todo y de todo ha llevado cuenta”.
*
“Para crear el mundo Dios empleó seis días; para destruirlo, bastará un abrir y cerrar de ojos”.
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“Para crear el mundo no llamó a nadie a que fuese testigo de tantas maravillas; para destruirlo, todos los pueblos se hallarán presentes, todas las naciones confesarán que hay un Dios y reconocerán su poder”.
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“La mayor de todas las desdichas es que sean insensibles a ellas y continúen viviendo en pecado y sin reconocer esa locura”.
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“La reprobaciones del mundo son bendiciones de Dios”.
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“No hables de ti, ni para bien, ni para mal. La humildad desarma la justicia de Dios”.
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“Ustedes dicen que Dios es duro. Yo les aseguro que no, él es dulce, consolador… Eso sí, es necesario amar sufriendo y sufrir amando. Lo digo con verdad: únicamente aquí hay perfecta alegría”.
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“El Ave María es una oración que no cansa nunca”.
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Fuente: El Cura de Ars, Sufrir amando no es sufrir.