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"El audífono" del autor y director Jorge Palaz

Actores fantásticos en una ajustada puesta con buen ritmo y sensibilidad, el tema es la vejez

El audífono. Autor y director: Jorge Palaz. Intérpretes: Mario Alarcón, Héctor Gióvine, Miguel Ángel Martínez, Jorge Ochoa. Escenografía y vestuario: René Diviú. Temas musicales: Atilio Stampone. Asistente de dirección: Oscar Álvarez Monet. En el Teatro Del Nudo (Corrientes 1551). Jueves a domingos, a las 20.30. Duración: 80 minutos. Nuestra opinión: buena.

Cuatro jubilados buscan concretar un proyecto común. Los encuentros en la plaza del barrio parecerían motivarlos a gestar una actividad que los involucre y, de paso, los ayude económicamente. Son cuatro seres entrañables, reconocibles. Cada uno proviene de un mundo distinto y, sin embargo, se animan a apoyar a un compañero cantante que está en problemas; mientras, cada uno, busca la manera de desarrollar algo propio y de manera intensa.

El texto de Jorge Palaz es muy atractivo al mostrar el mundo singular de estos seres. Lo hace con sensibilidad y expone creatividad a la hora de, como director, construir un sistema de situaciones con calidez y siempre con buen ritmo. El material dramatúrgico, por momentos, es un tanto reiterativo en algunas situaciones y la acción no crece de manera ajustada aunque, el juego actoral, se impone con fuerza y entonces el espectáculo mantiene un interesante nivel.

Los cuatro intérpretes -Mario Alarcón, Héctor Gióvine, Miguel Angel Martínez y Jorge Ochoa- componen a sus personajes con creatividad, posibilitando que ese mundo sombrío, de seres a veces poco considerados por la sociedad, se torne intenso, apasionado. Cada uno de los actores sabe encontrarle el perfil exacto a su criatura y en la relación con los otros personajes, asoman cualidades dramáticas muy atractivas.

La escenografía de René Diviú sintetiza muy bien, con pocos trazos, ese ámbito tan contenedor y provocador que es, en este caso, una plaza barrial.

Carlos Pacheco
Fuente: La Nación

Dos espacios teatrales en el barrio de Boedo de la ciudad de Buenos Aires

Por Natalia Blanc
De la Redacción de LA NACION

Buenas noticias para los amantes del teatro independiente. Dos nuevas salas se suman este mes al circuito teatral del barrio de Boedo, en constante crecimiento en los últimos años. Una, con capacidad para ciento cincuenta personas, marca la expansión de Timbre 4, el centro cultural donde el autor y director Claudio Tolcachir da clases de actuación y presenta sus obras. La otra es un auditorio con cien butacas, construido en la terraza del restaurante Pan y Arte, donde ya funciona un pequeño espacio en el que se presenta el último espectáculo de Enrique Federman.

El viernes 21, con el reestreno de la elogiada obra La omisión de la familia Coleman (viernes a las 21.30, sábados a las 21 y 23, domingos a las 19 y 21), Tolcachir inaugura el anexo de Timbre 4, sobre la calle México, justo a la vuelta de la entrada del PH sobre avenida Boedo donde vive y donde levantó su primera sala. Como contó en una entrevista publicada en adncultura , la idea nació a partir de la necesidad de encontrar una entrada alternativa al pasillo que comparte con otros propietarios, debido a las quejas de uno de los vecinos que creía que allí se realizaban negocios ilícitos. En medio de esa búsqueda apareció un viejo galpón, que en alguna época ocupó una fábrica de sillas, con una pared lindera a su teatro. El lugar era ideal, pero los costos de refacción excedían el presupuesto original. Surgió entonces la propuesta "Comprá tu butaca", al que se sumaron amigos, familiares y colegas, devenidos en padrinos y mecenas del proyecto. Pero no sólo se disfrutará del teatro en el nuevo Timbre 4 (con entrada por Av. Boedo 640, 4932-4395, www.timbre4.com ): además de otra sala más chica, para cincuenta espectadores, en la galería se exhibirán obras de artistas emergentes y habrá también espacio para la música, la danza y el cine.

El auditorio de Pan y Arte (Av. Boedo 876, 4957-6922, www.panyarte.com.ar ) está próximo a inaugurarse. Allí se podrán ver espectáculos para grandes y chicos y se realizarán también recitales y muestras. Actualmente, en la sala del primer piso, hay funciones de las obras De antemano , surgida del seminario para actores a cargo de Enrique Federman (sábados a las 21), y de Cuentos animados , de la compañía Churumbel, con la participación de la clown Daniela Fiorentino y la artista Marcela Rapallo que hace dibujos y animaciones en vivo (domingos a las 17). Entre otras actividades para vecinos aficionados al teatro o estudiantes avanzados, hay talleres de actuación dictados por Federman y Bernardo Cappa. Todas estas propuestas están organizadas por la Fundación Cultural Pan y Arte, coordinada por Liliana Moreno y Germinal Marín, impulsores del emprendimiento familiar que combina gastronomía (con platos caseros preparados según recetas típicas de la provincia de Mendoza), cultura y docencia.

Otros teatros como Del barrio (Av. Boedo 1759), Del pasillo (Colombres 35) y Boedo XXI (al 853 de la avenida) completan la oferta de salas, que se suman a los cafés notables como Margot y Esquina Homero Manzi y las tanguerías que atraen a milongueros locales y extranjeros.

Bienvenidas sean estas inauguraciones, producto de inversiones privadas, sin subsidios ni importantes sponsors , más cercanas a la pasión y al amor por el arte que a la aspiración por hacer grandes negocios.

Fuente: La Nación

La doble vida: "El descenso del Monte Morgan"

TEATRO: CAROLA REINA, OSCAR MARTINEZ Y ELEONORA WEXLER

Protagonizan "El descenso del Monte Morgan". La obra de Arthur Miller se estrena este 15 de mayo en el Teatro Metropolitan II. Trata sobre un bígamo que sufre un accidente y sus dos esposas (con ambas tiene hijos) se conocen en el hospital. La dirección es de Daniel Veronese. Los actores prometen polémica.

Por: Sandra Commisso

La bigamia es, apenas, la anécdota. Una excusa para bucear en las profundidades de las relaciones humanas. Así lo plantea Arthur Miller en su obra El descenso del Monte Morgan y así lo llevan a escena el director Daniel Veronese y sus protagonistas, Oscar Martínez, Carola Reyna y Eleonora Wexler, en la versión que se estrena hoy en el Metropolitan II.

En la anécdota, Lyman (Martínez) es un hombre con dos familias paralelas. Cuando sufre un accidente al desbarrancarse con su auto por el Monte Morgan, sus dos esposas Theo (Reyna) y Leah (Wexler) se presentan en el hospital. Con la primera lleva treinta años de matrimonio y tiene una hija adolescente. Con la otra, está casado hace nueve años y tiene otro hijo. A partir del cruce, se sucederá el enfrentamiento de estas mujeres con la verdad salida a la luz, la encrucijada de sus vidas a partir de ahí y las reflexiones del propio Lyman que quiere mantener todo tal cual, sin resignar nada.

Me imagino los debates que habrán tenido durante los ensayos a partir de todos los temas que surgen de la obra: el matrimonio, la fidelidad, el compromiso, el amor....

Reyna: Hablamos horas y horas, tenemos encima como 10 kilos de harina cada uno y litros y litros de mate, porque los primeros encuentros fueron realmente apasionantes, debatiendo sobre todo, viendo adónde disparaban los temas. Creo que es un autor ideal para seguir debatiendo después de la función, desde muchos puntos de vista y que provoca muchas opiniones.

Wexler: Cada vez que vamos pasando la obra, voy sintiendo más que cada personaje tiene razón en su discurso. Está tan bien escrita y cada personaje tan bien dibujado, que los entendés perfectamente. Estas mujeres lo aman profundamente y es muy importante la relación establecida entre ellos.

Reyna: ¡No sabés lo feliz que nos hace a las dos! (risas).

En el camarín, la charla fluye como en los ensayos, inagotable es el tema y las mujeres apresuran las palabras en un gesto típico femenino, mientras Martínez aguarda apaciblemente su momento.

Martínez: Lo que me pasa con la obra y me va a seguir pasando es que sigo encontrando cosas. Me descubro pensando como Lyman, en función de lo que le ocurre y de sus vínculos con estas dos familias, no son sólo dos mujeres. Y desde el actor, uno descubre cosas que sólo tienen los grandes autores como Miller. Yo sé que la bigamia como tema tiene su atractivo, pero lo que ocurre con las grandes obras es que eso es anecdótico: es como decir que Hamlet es la historia de un hijo que venga la muerte de su padre. Todo es una gran excusa para hablar de la condición humana. Aquí estan nuestos anhelos, fantasías, miedos, deseos, pasiones, lo que pensamos, lo que creemos, el mandato social, la hipocresía social, la historia familiar de cada uno de los tres personajes, la ambición de querer todo y no renunciar a nada.

Lo que sucede con las grandes obras es que un retrato mínimo, acotado, sirve para retratar algo mucho más general y universal.

Reyna: Seguro, esta es una obra muy intensa y movilizante.

Martínez: El que pueda leer un poquito más allá, se va ir del teatro habiendo comido un plato de esos que son inolvidables.

Reyna: Son tantos los hilos que unen a los personajes, los links entre ellos, que uno no alcanza a abarcarlos todos y hace que estén muy unidos entre ellos.

Martínez: Una de las cosas que van a ocurrir, probablemente, aunque tenemos dudas, es que la lectura de la platea pueda llegar a tomar partido. Pero tal vez nos llevemos una sorpresa

El público se puede identificar más allá del género o de la edad de los personajes.
Martínez: Yo creo que muchas mujeres también se van a ver reflejadas. Aunque sea secretamente, tal vez puedan reconocerse en Lyman como algo que les puede ocurrir. Justamente porque la genialidad de un autor como Miller no permite estigmatizar a los personajes ni emitir juicio moral sobre ellos. En ese sentido es tan inteligente y potente el personaje de Lyman que, en medio de situaciones extremas, saca argumentos muy difíciles de rebatir. La obra también tiene ese ingrediente de pensamiento.

Wexler: Los personajes fluyen a pesar de la complejidad y uno se engancha y después del final quiere saber cómo siguen sus vidas.

Reyna: La obra va y viene en el tiempo e intercala con momentos de mucha intimidad. Esa doble estructura la hace muy interesante y entretenida.

Hay un componente cultural también en este tipo de planteo como el de la bigamia. Todo depende de la sociedad y del momento en el que se planteen.

Martínez: Sí, seguro. Esta obra es de 1991, de las últimas que escribió y está presente algo del psicoanálisis que no es casual. Es muy moderna en ese sentido. Y además, hace alusión a la cultura musulmana como una forma más elevada de entender el amor. Y abre aún más el debate.

Además, el caso de Lyman no es tan extraño en un país como los Estados Unidos, donde uno se puede casar en un estado y después en otro sin que nadie te pida un documento. Este tipo de casos siguen ocurriendo. Incluso hay series norteamericanas como Big Love, donde aparece el tema. Y Miller no lo estigmatiza desde lo moral ni desde lo patológico. No ve a Lyman como un enfermo, lo toma descarnadamente.

Reyna: Además, el resto de los personajes, en el fondo sabe lo que sucede, pero lo acepta por algo. Como muchas parejas de la vida real, tienen acuerdos tácitos después de toda una vida juntos.

Martínez: Las cosas se acomodan, pasa el tiempo y se ve ante esta situación. Y las quiere a las dos. No tiene nada que ver con el adulterio ni con el erotismo, es otra cosa. Está bueno aclararlo.
Esta es la primera vez que Martínez hace una obra de Miller. "Estoy doblemente feliz, porque siempre quise hacer un texto de él y además éste es un estreno". Con Wexler ya compartió escenario en Las relaciones peligrosas y con Reyna fueron compañeros de trabajo en televisión (Nueve lunas, De poeta y de loco), pero nunca en teatro. Para los tres es el primer trabajo junto al director Daniel Veronese.

Wexler: Me gusta el modo de trabajar de Veronese, el clima que genera y por donde llevó el conflicto.

Reyna: Ensayamos en su casa-teatro y siempre teníamos a su gato en el medio. El tiene algo de gato apoltronado, que es maravilloso.

Martínez: Nos dijo que nunca habla tanto durante los ensayos y acá se enganchó. Y creo que podríamos seguir horas, descubriendo las distintas capas, las relaciones, lo que complejiza los vinculos. Es un material inmenso. Todo lo que pasa es extremo, porque las vidas de estas personas se resuelven en un día en medio de una situación dramática. Si te perdiste un racconto, te quedas afuera para entender cómo se armaron estos vínculos. Pero Miller sabe muy bien cómo atrapar al espectador.

Fuente: Clarín

La fiesta en el Teatro General San Martín suma rechazos

Legisladores cuestionan el alquiler de la sala

"La necesidad tiene cara de hereje"

La información sobre la fiesta de cumpleaños que hace dos domingos el empresario Andrés von Buch realizó en el Teatro San Martín, que implicó la paralización de tres de las cuatro salas del teatro, tuvo un amplio eco en la Legislatura porteña, pues cosechó pedidos de informes y declaraciones contrarias a que un teatro público suspenda su actividad para realizar este tipo de eventos.

Ayer por la mañana, la Asociación Argentina de Actores realizó un acto en la puerta del San Martín para hacer público el rechazo a la postura adoptada por las autoridades del Complejo Teatral y el gobierno, que aceptaron levantar dos obras teatrales y toda la programación de la sala Leopoldo Lugones a cambio de 80.000 dólares, cifra oficial, que serán destinados a equipamiento.

Las críticas pusieron en el ojo del huracán a Kive Staiff, todavía director general de la sala; al ministro de Cultura Hernán Lombardi y al mismo jefe de gobierno, Mauricio Macri. Desde que el miércoles LA NACION publicó la noticia, hubo silencio en las altas esferas. Ayer por la tarde, Lombardi intentó apaciguar los ánimos: "Yo no tenía el detalle fino de que se habían levantando dos funciones de teatro, y eso es algo para analizar. Pero, en términos generales, respaldo lo que hizo Staiff porque es una práctica habitual en todas las salas públicas del mundo. Lo que nada tiene que ver en este asunto es la idea de la mercantilización de la cultura".

El festejo fue impulsado por la Fundación Amigos del Teatro San Martín, que preside Eva Thesleff de Soldati. Hasta este polémico caso, la Fundación organiza eventos especiales, como hará el próximo martes, que no afectan a la programación habitual. Su accionar tiene como objetivo acrecentar las arcas del teatro, que, según aclara Lombardi para despejar nubarrones y versiones encontradas, "la programación actual está íntegramente financiada".

Pero, aun desde dentro del San Martín, las voces no coinciden con sus dichos. De hecho, Ana María Monti, jefa de prensa del Complejo, confesó: "Toda esta experiencia [de la fiesta] fue horrible, pero antes de que por la falta de presupuesto el teatro se nos venga abajo, no tuvimos más que aceptar. Staiff fue el primer indignado". El mismo Kive Staiff, en diálogo radial, fue más escueto. Apelando a un dicho popular, señaló: "La necesidad tiene cara de hereje".

Alejandro Cruz
Fuente: La Nación

Mauricio Macri y el Teatro San Martín: Menemismo explícito

Por Eduardo Fabregat

Dejar caer un ente, empresa, institución dependiente del Estado, vaciarla, subejecutar su presupuesto y no hacer nada con sus urgencias, luego apelar a la necesidad de un aporte privado y que ingresen los amigos a hacer negocios. ¿Suena conocido? Hay ejemplos más viejos, pero el modus operandi podría definirse como menemismo explícito.

Tampoco es la primera vez que se asocia a la administración Macri con los ‘90, y ésta es una nueva certificación. El hecho es tan notorio que obliga a preguntarse si es posible: el Gobierno de Buenos Aires permitió que se alquilara el Teatro San Martín para una fiesta privada. “Sólo” hubo que suspender funciones en la Sala Cunill Cabanellas y la Casacuberta, y a cambio se obtuvieron 80 mil dólares para invertir en equipamiento. Negocio redondo, todos contentos.

¿Todos contentos? El punto es que –resulta extraño que haya que recordárselo a los dirigentes– las cosas no funcionan así. No deberían, al menos. El año pasado, los actores del Complejo Teatral divulgaron desde el escenario sus dificultades para cobrar, la reducción presupuestaria que acosaba a los teatros, sus empleados y contratados artísticos. La solución macrista no fue respetar el presupuesto que la cultura debe tener, sino generar un escenario en el que la dádiva de un empresario sea naturalizada, vista como un encomiable aporte a la cultura, un recurso pragmático a defender. “¿Qué tiene de malo?”, se preguntará más de uno, amparándose en las cositas que recibió el teatro. Después de todo, ya sucedió algo similar con el Centro de Experimentación del Colón, alquilado a Converse para un show de Marky Ramone a cambio de indumentaria para el cuerpo de ballet. Después de todo, a la plaza de la esquina también la cuida una empresa privada, y el Opera sigue llevando el logo del Citi en la marquesina aunque diga “Opera” allá arriba, donde casi nadie mira.

Semejante bastardización de la cultura resulta asombrosa, aun para un gobierno que se concentra en megaeventos mientras socava las pequeñas expresiones. La fiesta de Von Buch puede inaugurar una lista de precios para que un empresario cualquiera (en rigor, no cualquiera: uno bien relacionado) haga su aporte. A cuánto dos salas del San Martín, una coreografía del cuerpo de danza y el monólogo de un actor al que se le deben cuatro meses. Cuánto la función privada en el Teatro Sarmiento con paseo por el Zoológico. Cuánto el paquete turístico, visita a la Bombonera y cena-show en el Teatro de la Ribera. Vamos, todo vale, que hay que salvar a los teatros en peligro. Y, sobre todo, “salvarlos” dejando en las sombras a los responsables de que esos teatros estén en semejante peligro.

Macri lo hizo.

Fuente: Informe Urbano

El descenso del monte Morgan con dirección de Daniel Veronese

Detalles de la puesta

El descenso del monte Morgan, de Arthur Miller, lleva versión de Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Actúan Oscar Martínez, Carola Reyna, Eleonora Wexler, Ernesto Claudio, Malena Figó y Gaby Ferrero. La escenografía es de Alberto Negrín, la iluminación de Eli Sirlin y el vestuario de Laura Singh. Asiste en la dirección Franco Batistta. La dirección es de Daniel Veronese. Producen Pablo Kompel y Sebastián Blutrach.

La obra se ofrece en el Teatro Metropolitan II, Av. Corrientes 1343. Funciones: miércoles, jueves y domingos a las 20; viernes a las 20.30; y sábados a las 20 y 22. Entradas desde 80 pesos, en boletería o a través de Plateanet: 5236-3000.

OSCAR MARTINEZ FRENTE AL ESTRENO DE EL DESCENSO DEL MONTE MORGAN

Plan de protección de la bigamia

Por Hilda Cabrera
Imagen: Pablo Piovano

El actor protagoniza la que acaso haya sido la última obra de Arthur Miller. Martínez, admirador del dramaturgo estadounidense, sostiene que El descenso... “sigue siendo una obra cuestionadora del orden social, de nuestras concepciones sobre las relaciones amorosas”.

No estaría mal crear una póliza de seguro de abandono y llamarla Plan de Protección de la Bigamia. El empresario de seguros Lyman Felt se halla postrado en una cama de hospital y alucina. El hombre se estrelló con su auto bajando un monte. El comienzo de El descenso del monte Morgan parece un chiste, y es que el accidentado, bígamo sin culpa, imagina estar dando una charla de trabajo. “A diferencia del personaje de Willy Loman, el corredor de seguros de Muerte de un viajante, Lyman es un empresario multimillonario”, observa el actor, director y autor Oscar Martínez, protagonista de, acaso, la última obra de Arthur Miller (1915-2005), escrita en 1991, pero con versiones posteriores que la acercan o superan al año de escritura de Cristales rotos. Dirigida por Daniel Veronese, El descenso... se estrena hoy en el Teatro Metropolitan II. “Toda mi vida quise hacer un Miller; lo que nunca esperé fue estrenar un Miller inédito en la Argentina”, confiesa el actor. Su comparación con el personaje de Willy Loman destaca, justamente, aquello que es característico en las piezas del autor estadounidense: los arquetipos sociales del exitoso y el fracasado, o el ganador y el perdedor. Miller lo explicita en uno de los diálogos que sostienen Lyman y su amigo Tom Wilson, a quien el convaleciente pide que lo saque del brete en el que se ha metido a raíz del accidente, o sea del encuentro de las dos mujeres que acuden al hospital e ignoran ser esposas de un bígamo. Mientras el amigo le aconseja no seguir dando la imagen de un hombre fuerte, el postrado afirma no ser un perdedor, “porque no he vivido la vida de otro sino la propia”.

–¿Eso es suficiente para ser un ganador?

–La contestación de Lyman es “por más irresponsable que te parezca, ésta es mi vida y no soy peor que cualquier otro”. Algunos coincidirán con este punto de vista, otros probablemente difieran.

–¿De alguna manera pretende ser feliz?

–Exactamente, y la pregunta es si una persona puede ser feliz y al mismo tiempo hacer felices a los otros. Este es un dilema más profundo que el de ganar o perder en términos de economía social y jerarquía de clase. Lyman ha sido generoso con las mujeres, y en todo sentido. Ha sido buen padre, marido y amante, y ha hecho felices a las dos. En un momento dice a la esposa con la que convivió casi treinta años: “Me toleraste porque me quisiste, pero también por la buena vida que te di, ¿y eso qué tiene de malo? ¿Acaso no queremos tener comodidad y poder?”.

–Querer ser feliz es un deseo de todos los tiempos... ¿Ganar o perder socialmente es una disyuntiva de esta época?

–Miller tiene presente ese problema, y acá se refiere incluso a Freud y el psicoanálisis con ironía y de una manera muy actual. El descenso... tiene un contenido corrosivo y cuestionador de las relaciones personales, como, con diferentes enfoques, en sus obras más prestigiosas, Muerte de un viajante, Panorama desde el puente y Las brujas de Salem, de 1953.

–Pero aquí se centra en la bigamia...

–No hay otro tema que comprometa tanto a la sociedad como el de la familia. Muerte... es el mejor retrato de un modelo de sociedad y del llamado sueño americano. Y no sería tan buen retrato si no fuera al mismo tiempo una tragedia familiar.

–¿Por qué, en teatro, interesa tanto la familia?

–Porque allí entran lo social e ideológico y todas las pasiones humanas. Las obras de Miller y las de otros grandes, como William Shakespeare y Henrik Ibsen, tienen fuerte contenido político. Si pensamos, por ejemplo, en Un enemigo del pueblo, de Ibsen, junto a lo político está el conflicto entre dos hermanos enfrentados. Si este conflicto no existiera la obra perdería vigor; sería fría, una pieza de tesis, en cambio es un gran drama pasional.

–¿Y un testimonio de época que perdura?

–No sé si un autor busca deliberadamente el testimonio, creo que da testimonio con su creación. No sé si Ibsen o Samuel Beckett se lo propusieron, sin embargo, Beckett, por ejemplo, como Miller, lograron dar testimonio del siglo XX. Beckett con una obra más metafísica.

–Algo de eso hay también en Miller. El protagonista cometió el error de aventurarse por un camino peligroso; se accidenta y ya en el hospital puede morir o quedar allí no se sabe hasta cuándo, alucinando, mintiéndose.

–Eso es genial, Miller mezcla distintos planos y no queda claro cómo Lyman se va enterando de que sus mujeres están en la sala de espera, cómo imagina escenas en las que él participa sin estar y cómo las mujeres se enteran de la verdad. Miller mezcla aguas.

–¿Diría que El descenso... es aún hoy una obra conflictiva?

–Sigue siendo una obra cuestionadora del orden social, de nuestras concepciones sobre las relaciones amorosas y la monogamia. ¿Por qué un hombre o una mujer no podrían amar a dos al mismo tiempo?

–¿Le sucedió?

–No, pero conozco a otros que sí. Las razones del protagonista son atendibles, porque se casa, adulterando documentos por supuesto, tiene hijos y los quiere.

–¿O sea que es cuestión de cumplir con los deseos y no victimizarse, como ordena el refrán mencionado en esta versión: “Bájate de la cruz, que necesitan la madera”?

–Amar a un solo hombre o a una única mujer es un mandato. Uno se enamora más de una vez y yo soy una prueba. Es una dicha muy grande enamorarse. Hoy el promedio de vida es mayor, existe el Viagra, la mujer se liberó y divorciarse no es ya un estigma social.

Fuente: Página 12

"Querida mamá o guiando la hiedra" con dramaturgia y dirección de Laura Yusem

LO BELLO Y LO TRAGICO EL RETORNO DE YUSEM A UNA AUTORA DE CULTO.

El aliento de un vínculo de sangre

Una puesta íntima y afectiva de Laura Yusem sobre textos de Hebe Uhart.

Por: Adys González de la Rosa. Especial para Clarín

Una hija escribe a su madre, le cuenta su cotidianidad, le dice lo que no pudo o no tuvo tiempo en vida. Le solicita que la libere de los recuerdos, la hija quiere alivianar su carga y encontrar un camino. La madre, como contrapartida, desde la muerte, muestra momentos oscuros de su vida.

Estas son dos líneas paralelas, ancladas en la vida y la muerte, que desarrolla Querida mamá o guiando la hiedra, espectáculo basado en relatos de Hebe Uhart, con dramaturgia y dirección de Laura Yusem. Esta obra es un reencuentro de carácter especial, ya que hace cuarenta años, Yusem debutó en la dirección, también en base a textos de Uhart.

La obra indaga en la relación de una hija (Julieta Alfonso) con su madre (Martha Rodríguez) para componer el rastreo de un vínculo fundacional en el universo femenino. Se trata de una relación que cubre cada aspecto de lo cotidiano y lo eleva al plano de la grandeza.

En ese aspecto, la puesta de Yusem logra un lirismo desde las acciones simples, cada acción de la escena contiene una connotación trascendental. Llevar a cabo la limpieza, cocinar o cuidar las plantas, devienen anhelo y añoranza en la relación entre estas dos mujeres. La directora centra el eje de la interacción en el terreno doméstico. Aquí es donde confluyen los personajes: la hija, con la frustración de lo que no pudo ser; la madre, con la exigencia y el rigor.

La hija permanece en su departamento, se desplaza sobre los muebles oscuros que conforman diferentes ambientes. Usa pijamas, fuma nerviosa y constantemente, evoca a la madre que aparece envuelta en tonos violáceos. El diseño de luces de Marco Pastorino es preciso, acompaña los estados y recuerdos de los personajes, y logra ambientes de ensoñación y extrañamiento. Por otro lado, la música original de Cecilia Candia remarca las situaciones emocionales que se generan en escena.

Querida mamá o guiando la hiedra maneja un registro de fina sensibilidad que desarrollan las actrices. Julieta Alfonso se mueve en variables interpretativas de dolor y angustia. Mientras que Martha Rodríguez da muestras de un gran oficio, movimientos precisos y va desde modulaciones irónicas hasta la más conmovedora ternura.

Querida mamá o guiando la hiedra

Dramaturga Hebe Uhart Direccion Laura Yusem Elenco Julieta Alfonso, Martha Rodríguez Lugar Patio de Actores, Lerma 568, los sábados a las 19.

Buena

Información

Cuando en 1970, Laura Yusem hace su primera incursión como directora teatral, eligió "Un pájaro gris, medio gordo, de pico corto". Lejos del costumbrismo, la directora dice que su propósito, en "Querida mamá o guiando la hiedra", a través de fragmentos de varios cuentos de Uhart, es "rendir homenaje a la perturbadora ensoñación que sigue uniendo las voces de una madre muerta y una hija que la evoca".

Fuente: Clarín

"El Ratón Pérez" de la dupla Cibrián Campoy-Mahler

SIEMPRE JUNTOS CIBRÍÁN Y MAHLER. EL MÚSICO DEBIÓ CONVENCER A PEPITO DE TRABAJAR PARA CHICOS.

Una historia de amor y crecimiento

Cinco años atrás Angel Mahler debió trabajar un poco para convencer a su socio creador Pepito Cibrián de encarar el primer musical para chicos de la dupla. Algo reacio al principio, Pepito accedió y el resultado fue El ratón Pérez, una obra que puede verse nuevamente hoy en el Teatro Astral, con algunas reformulaciones y mejoras en la tecnología. "Yo lo convencí a Pepito -recuerda Angel Mahler-, como tengo dos hijos, siempre me gustaron las cosas para chicos hechas con el nivel y calidad de cosas realizadas para grandes".

Ambos eligieron al personaje antes de que se filmara la película argentina que lo tiene por protagonista, "El personaje se conoció a partir de ese musical", asegura Mahler. El fue el encargado de componer la música y Cibrián estuvo a cargo de las letras, los libros y la dirección.

Además de llevar el sello de la dupla hacedora de inolvidables musicales, esta versión plantea una historia diferente. "Acá el Ratón Pérez pierde su propio diente y como él se pasa toda su vida premiando a los niños por sus pérdidas, ahora busca a alguien que lo premie a él", resume Mahler.

Todo comienza cuando los padres se reúnen preocupados porque el siempre solícito y contenedor Ratón Pérez dejó de cumplir su misión y no aparece por ningún lado. Es que el ratón se ha embarcado en una búsqueda que lo llevará a vivir una serie de aventuras. En el camino se irá encontrando con numerosos personajes escritos especialmente para el musical como El capitán Tuerto, Rapito, otro ratoncito, Lunático, que es un científico que experimenta con ratones, la bruja Brújula y "un hada que le hace ver dónde está el afecto de los chicos".

Porque lo que El ratón Pérez descubrirá al cabo de todas esas dificultades es que el premio más grande es el amor de los chicos.

"En el musical hay mucho color, mucho despliegue visual como en todos nuestros trabajos -asegura Mahler-, además, es muy tierno lo que hace Nacho Medina que interpreta a Pérez", personaje con el que los chicos se fascinan. Aunque según Mahler de la obra pueden disfrutar tanto chicos (desde los tres años) como los adultos.

"Es para chicos por la duración 70 minutos y porque tiene un léxico un poco más sencillo -explica el compositor-, pero el contenido también puede emocionar a un grande, yo me emociono con todas las cosas que tengan un contenido interesante". Una de las diferencias con la puesta del 2005 es que esta vez se sumó un relator, Luis Otero, que tiene algunas intervenciones, ayudando a los chicos a seguir mejor el hilo del argumento. Otra diferencia es que la escenografía digital, superpuesta a la escenografía real, con imágenes proyectadas está más actualizada.

La música incluye distintos ritmos que van desde baladas melancólicas, hasta un pegadizo hip hop, pasando por canciones de cabaret y un carnaval. Así la dupla Cibrián Campoy-Mahler se proponen a contar una historia de transformación y crecimiento.«

De chico a Enrique Pinti lo llevaban a ver los títeres de un Vittorio Podrecca. "Era un tinglado enorme -recuerda- y los cuadros eran el Carnaval de Venecia con góndolas y uno se iba enterando del mundo, de la musica clásica". Entre los 6 y los 10 se hizo fanático de las radionovelas. "Los elencos iban de gira por los teatros de barrio -cuenta-. Yo siempre tenía la fila dos punta de banco". A los 10 empezó a entender que "era medio chatarra eso" y pasó a ver las zarsuelas y a las operetas vienesas que le encantaban a su papá. "Creo que de ahí viene mi afición por la comedia musical", asegura.

Información

"El Ratón Pérez" se puede ver en el teatro Astral, Corrientes 1639, los sábados y domingos a las 16. Valor de la entrada: $60 y $80.

Fuente: Clarín

Corrientes respira Miller

Tres pueden no ser multitud. Carola Reyna, Oscar Martínez y Eleonora Wexler conforman un conflictivo triángulo en El descenso del monte Morgan

El descenso del monte Morgan

Este sábado se estrenará la segunda obra del gran dramaturgo norteamericano en esta temporada porteña

Por Susana Freire
Para LA NACION

Los amantes del buen teatro están de parabienes. En la avenida Corrientes, las marquesinas del Apolo y del Metropolitan anuncian dos obras de Arthur Miller. Frente a Todos eran mis hijos, este sábado subirá a escena El descenso del m onte Morgan (1991), obra no estrenada en nuestro país. El texto pertenece a la producción tardía del autor, después de un paréntesis de casi 25 años desde El precio (1967) y anterior a Cristales rotos , estrenada en nuestro país en 1995. El descenso del monte Morgan cuenta con la actuación de Carola Reyna, Eleonora Wexler y Oscar Martínez, secundados por Ernesto Claudio, Malena Figó y Gabriela Ferrero, con dirección de Daniel Veronese y producción general de Pablo Kompel y Sebastián Blutrach. A su vez, El precio sería reestrenada en 2011, con producción de Alejandro Romay.

En esta pieza, el dramaturgo aborda un caso de bigamia con un estilo que se aleja del realismo para mezclar los recuerdos, sueños y fantasías del protagonista, Lyman Felt. Una vez más, como pasó con Joe Keller ( Todos eran mis hijos ), Miller nos presenta, en tono de comedia, a un personaje que busca su beneficio sin medir las consecuencias de sus actos ni preocuparse por los sentimientos de los demás. Un ejemplo de gran egoísmo: "Pensé que me iba a divorciar de Theo más adelante. Pero cuando las tuve a las dos todo se acomodó tan naturalmente que después de un tiempo no me pareció imposible...", dice el protagonista.

Arthur Miller (1915-2005) es el autor de obras emblemáticas como La muerte de un viajante y Las brujas de Salem , y ganador en dos ocasiones del premio Pulitzer. Considerado uno de los mejores dramaturgos del siglo XX, junto a Eugene O´Neill y Tennessee Williams, llevó a los escenarios el conflicto del ser humano y el espíritu crítico, denunció la deshumanización norteamericana, se acercó al marxismo para después criticarlo, se opuso activamente a la "caza de brujas" del senador McCarthy y denunció la intervención de América del Norte en Corea y Vietnam. Su nombre fue sinónimo de audacia y de ruptura, tanto temática como estructural.

La década de 1940 fue muy importante para Miller porque se pudo afirmar como escritor. Debutó en Broadway con El hombre que tuvo toda la suerte del mundo , una comedia de escaso éxito comercial, pero que le proporcionó el Theatre Guild Award en 1944, Sin embargo, fue una novela, Focus (1945), un alegato contra el antisemitismo, la que le reportó su primer éxito.

Influido por Ibsen, Miller mostró su preocupación por la sociedad que lo rodeaba y su problemática en Todos eran mis hijos (1947), donde criticó a los empresarios que se beneficiaron con la guerra. La obra obtuvo el Premio de la Crítica de Nueva York en 1948, inscribió al autor dentro del realismo social norteamericano de su tiempo y supuso su espaldarazo definitivo.

En éstos, sus primeros títulos, se entrevé ya lo que sería el elemento fundamental de toda su obra: la crítica acerba a todos aquellos valores de carácter conservador asentados en la sociedad norteamericana. Dos años después llegaría su mayor triunfo con una denuncia del carácter ilusorio del sueño americano: La muerte de un viajante (1949), obra por la que obtuvo el Pulitzer de Teatro y, de nuevo, el Premio de la Crítica de Nueva York, y que a menudo se cita entre las mejores del teatro contemporáneo.

Arthur Miller sufrió en carne propia los embates del senador McCarthy. Su obra Las brujas de Salem (1953), un alegato contra la intolerancia y el puritanismo ambientado en 1692, era en realidad una denuncia contra las investigaciones que desde 1946 llevaba a cabo el denominado Comité de Actividades Antiamericanas, dirigido por Joseph McCarthy, quien había sido investido con la facultad de averiguar la filiación política de los ciudadanos, con el fin de extirpar del país a los "antiamericanos" y comunistas. En 1956 Miller compareció ante el comité, que lo condenó por desacato al no querer delatar a los miembros de un círculo literario sospechosos de actividades comunistas. Miller apeló la sentencia y finalmente fue absuelto.

En 1955 estrenó Panorama desde el puente , pieza en la que el autor reproducía el tema de la llegada de inmigrantes a los Estados Unidos y por la que obtendría el segundo Pulitzer. En esos años Miller se mantuvo alejado de los escenarios y no volvió a estrenar hasta 1964, cuando presentó Después de la caída (1964), un texto autobiográfico durísimo en el que narraba su relación con Marilyn Monroe. Luego escribió Incidente en Vichy (1964), El precio (1968) -quizá su último éxito popular-, La creación del mundo (1972), En el paraíso (1974), La colcha de Marta (1977), El arzobispo (1977), El descenso del monte Morgan (1991) y Cristales rotos (1994).

Lyman (Oscar Martínez) es un agente de seguros que resultó ser un bígamo que mantiene dos familias. Perdido en su propio narcisismo, es rico, ambicioso, egoísta y demasiado temeroso de su propia muerte como para preocuparse por las repercusiones de sus actos o las emociones de aquellos que dice amar. Su peor pesadilla se materializa cuando es hospitalizado luego de un accidente casi fatal al desbarrancar del camino helado del monte Morgan. Allí se derrumba su gran mentira al enfrentarse sus dos mujeres (Carola Reyna y Eleonora Wexler). Sin mostrar un mínimo de arrepentimiento, Lyman se niega a aceptar responsabilidades y fundamenta su bigamia alegando que sus familias tuvieron una vida mucho mejor y feliz que la que hubieran tenido sin él. Finalmente, son las dos mujeres las que deben decidir si seguirán viviendo o no en un matrimonio que, aunque feliz, estuvo basado en la mentira.

PARA AGENDAR

El descenso del monte Morgan , dirigida por Daniel Veronese.

Metropolitan , Corrientes 1343. Miércoles, jueves y domingos, a las 20; viernes, a las 20.30, y sábados, a las 20 y a las 22. Desde 80 pesos.

Fuente: La Nación

La potencia dramática de un clásico

Ana María Picchio y Lito Cruz, al frente de un elenco brillante, conmueven y emocionan con sus trabajos

El director Claudio Tolcachir vuelve a sorprender por su minucioso trabajo con este elenco ejemplar

Todos eran mis hijos , de Arthur Miller. Intérpretes: Lito Cruz, Ana María Picchio, Esteban Meloni, Vanesa González, Federico D´ Elía, Carlos Bermejo, Adriana Ferrer, Diego Gentile y Marina Bellati. Escenografía: Mariana Tirante. Vestuario: Gabriela Pietranera. Luces: Omar Possemato. Música original: Federico Grinbank. Producción: Daniel Grinbank. Adaptación y dirección: Claudio Tolcachir. Duración: 90 minutos. En el Apolo.
Nuestra opinión: muy buena

Una vez más quedó demostrado que Todos eran mis hijos es una joya de la dramaturgia universal porque sigue manteniendo una estructura teatral que puede sostener el más riguroso análisis semiológico. Ni qué decir del argumento de la obra que reafirma su condición de drama ibseniano, como lo señaló la crítica en su estreno en Broadway en 1947. A partir de un conflicto familiar se llega a establecer las causas de una tragedia social. La finalización de la Segunda Guerra Mundial le dio a Miller la pauta para ubicar las acciones en un poblado en las afueras de una ciudad norteamericana (valen en cualquier tiempo y lugar), donde los habitantes hacen de las relaciones cotidianas un culto a la convivencia.

En ese clima vive la familia Keller cuyos integrantes, un matrimonio y un hijo, viven a la espera cotidiana de una noticia que confirme la supervivencia de otro hijo, aviador, desaparecido en la contienda bélica desde hace más de tres años. Lentamente, Miller va deshilvanando la tela de araña que se fue armando para preservar la salud psíquica y emocional de la madre, quien vive en una realidad distorsionada para no enfrentarse con la terrible verdad, sin anticipar que al llegar al núcleo del meollo las consecuencias pueden llevar a un personaje hacia un trágico desenlace.

Es la forma que tiene el autor de denunciar las debilidades y ambiciones humanas que tienen repercusiones sociales y, a su vez, es la manera de enfrentar al individuo con la obligación de hacerse responsable por los hechos privados que provocan perjuicios públicos.

Al mismo nivel

La producción convocó a un grupo de actores que, más allá de las diferencias generacionales y de experiencias, mostró una homogeneidad sorprendente que señala la diestra mano del director en la definición de los personajes, sin dejar de reconocer el aporte que debieron haber ofrecido tanto Lito Cruz, con una importante carga emotiva y una acertada composición corporal, como Ana María Picchio, con una elaboración muy contenida y a la vez convincente en su papel de madre que moviliza la compasión del espectador frente al drama y al dilema que padece esta mujer. Junto a ellos, Esteban Meloni, Vanesa González y Federico D´ Elía encaran este desafío con total solvencia y convicción, de igual manera que el resto del elenco donde cada uno define su personaje con claridad y elocuencia.

Por tratarse de una puesta realista, la escenografía estuvo al servicio de las acciones y sólo el vestuario y los peinados delatan la época de posguerra. La labor de Claudio Tolcachir sobresalió en la dirección de actores al permitir que cada intérprete expusiera con naturalidad la compleja personalidad de los personajes; al mismo tiempo pudo contener los desbordes emocionales que se presienten detrás de las palabras.

Resumiendo, un valioso reencuentro con un drama magistral.

Susana Freire

NOTORIA AUSENCIA

  • Es lamentable que en un programa de mano que refleja con gran despliegue y minuciosidad los antecedentes del elenco artístico y técnico y es muy generoso en materia publicitaria no haya brindado un espacio para la reseña de la obra y unas líneas para el autor, Arthur Miller. Ambos se lo merecen por sus valores y el público también.

Fuente: La Nación

“Es discutir un disparate”

OPINIONES DE LA GENTE DEL TEATRO GENERAL SAN MARTIN, ENTRE LA CRITICA Y LOS PRESUPUESTOS

El dramaturgo Mauricio Kartún, el actor Raúl Rizzo y Claudio Gallardou –actor y subdirector del Teatro Cervantes– dan su visión sobre el modo “alternativo” de financiar salas que deberían sostenerse con un presupuesto adecuado.

Por Karina Micheletto

Desde su doble condición de actor y subdirector de un teatro que funciona en la ciudad, el Cervantes (dependiente de la Nación), Claudio Gallardou justifica que se realice “cada tanto, como paliativo coyuntural”, aunque no como política sostenida, un evento de las características de la fiesta de cumpleaños de Andrés von Buch. “Cuando un teatro estatal, municipal o nacional, está tan recortado de presupuesto como el San Martín, que ha sufrido porque se derivaron las partidas mayores a terminar de construir el Colón, no veo mal que el teatro tenga la creatividad para obtener recursos con este tipo de eventos, sobre todo si se destinan los fondos a mejorar las producciones y las condiciones de los actores”, opina. “Por supuesto que me uno a la advertencia del Sindicato de Actores, y también me alerta la idea de que pueda transformarse en un ‘centro de convenciones’, como dicen desde allí. Si esto se transforma en una salida cotidiana, me parecería mal. Pero la necesidad es grande: el San Martín está en un momento crítico, porque el ministro de Cultura del Gobierno de la Ciudad genera recortes muy fuertes. Hasta hace poco no había tinta para las impresoras, hay problemas edilicios serios, en las últimas tormentas se inundó el escenario de las salas. Frente a esta situación, no veo mal lo que se hizo.”

–¿Aunque para eso haya que suspender funciones?

–No, porque a los actores se les pagó igual. Y 80.000 dólares es mucha plata para un teatro, viene muy bien en este contexto. Insisto en recalcar la diferencia: si esto se transforma en una política, no lo avalo. Si es una salida frente a una necesidad, me parece justificable. De hecho, nosotros alguna vez organizamos actividades de este tipo en el Cervantes: alquilamos el teatro a Francis Ford Coppola, un lunes y un martes, para filmar.

–Pero no levantaron funciones...

–Y tampoco estábamos en la crisis tremenda que vive el San Martín. Si tuviéramos problemas para pagar los sueldos, para producir espectáculos, imagino que consideraríamos una salida de este tipo. Repito: como una salida de coyuntura. La cosa está muy difícil en el San Martín. De hecho, si Kive Staiff está renunciando debe ser porque está ahogado, porque no está de acuerdo con los recortes que se le imponen, y en estas condiciones no puede llevar adelante el teatro.

El actor Raúl Rizzo, actualmente en la obra Santa Juana de América en el teatro Regio, que pertenece al complejo, plantea la cuestión al revés: “Primero tendríamos que preguntarnos por qué se da este ahogo presupuestario, por qué el San Martín termina sumergido en esta crisis que ahora se presenta como terminal”, advierte. “Si nos quedamos con que no hay plata, estamos naturalizando el recorte del presupuesto en Cultura, en la ciudad que más recauda del país. Y así es como vamos naturalizando el recorte en escuelas y en hospitales, y estamos convalidando una política siniestra”, se planta el actor. Rizzo propone discutir sobre el presupuesto de Cultura y la forma en que se maneja: “El San Martín tiene una función que cumplir, es un espacio sostenido por el aporte de los porteños, y como ciudadano exijo que se rindan cuentas cuando veo el estado deplorable en que se encuentra no sólo la sede central del San Martín, también otras salas que dependen del complejo, como el Regio, donde estoy trabajando, donde los actores y el público tenemos que esquivar goteras en las funciones”, grafica. “Este es un síntoma más de una política y de un proyecto que lleva adelante el Gobierno de la Ciudad”, concluye el actor, y propone: “Si tenemos que apelar a la beneficencia para sostener un teatro que es de todos los ciudadanos, vayamos pensando en crear el Cáritas del San Martín”.

El dramaturgo Mauricio Kartún es aún más terminante: “Me niego a discutir sobre si el San Martín debe usarse o no para festejar un cumpleaños, cerrándolo y suspendiendo las funciones”, dice. “Me niego, sencillamente porque es un disparate, un impensable, algo que no se le pasaría a nadie por la cabeza, si no fuera como parte de la locura que genera la falta de fondos.”

–Sin embargo a alguien se le pasó por la cabeza. No sólo eso: lo llevaron a cabo...

–Sí, y es un síntoma. Lo que digo es que no tiene sentido discutir el síntoma, porque lo importante aquí es la enfermedad que está evidenciando. Y esa enfermedad es el resultado de una gestión que mira al San Martín desde esa hipótesis económica que dice que debe dar ganancias, o al menos que no debe dar pérdidas. Una hipótesis que, como en toda institución de la cultura, nunca se cumplió. La paradoja es que la actual administración considera la inversión en cultura como una pérdida, cuando a todas luces es ganancia. Por eso digo que no tiene sentido debatir el síntoma. Lo que hay que debatir es qué hacer frente a esta situación, esta locura presupuestaria que ahora se plantea en el San Martín. Y eso que hay que hacer, por cierto, no es festejar cumpleaños.

Fuente: Página 12

“Aquí, el deporte principal es la descalificación”

CINE › ENTREVISTA A GABRIEL GOITY

“Hoy en día, el que puede trabajar de actor en el país es un valiente”, señala el Puma, que ha transitado con comodidad y sin conflictos el éxito masivo en comedias de televisión y el drama teatral y cinematográfico.

Por Emanuel Respighi
Imagen: Bernardino Avila

Hay actores que por razones que ni la propia razón, ni tampoco el corazón, pueden explicar, suelen ser celebrados por el gran público cada vez que se los cruzan en una obra, película o programa de TV, pero nunca terminan de salirse de cierto lugar periférico de la memoria individual y colectiva. O sea: grandes actores que no poseen el reconocimiento que por su trayectoria deberían cosechar, amén de que nunca resultan piezas inadvertidas de los espectáculos en los que participan. En ese extraño e inexplicable espacio se lo puede ubicar a Gabriel Goity, el actor de pelada brillante que ha recorrido un largo camino en teatro, cine y TV, con el denominador común de haber dejado una huella en cada interpretación. Basta acercarse a los dos personajes que actualmente lo tienen en cartel en cine (Rompecabezas) y teatro (Un Dios salvaje) para constatar que “el Puma” es mucho más que un actor de comedia: es un todoterreno que jamás deja pagando a sus personajes. O, como prefiere definirse acorde con sus códigos de barrio, una “suerte de bodegón que te saca pastas, carne al horno, minutas y picadas con igual fruición”.

Tal vez esa versatilidad para transitar por diferentes registros sirva como explicación para comprender por qué Goity ocupa ese curioso lugar de la conciencia. No se trata de un actor que construyó su carrera sobre un único registro o medio. O quizá su “karma” sea el hecho de haber alcanzado masividad a través de programas de humor como Poné a Francella o Los Roldán, con el consabido menosprecio que acompaña a los que hacen reír a carcajadas a grandes masas. Goity ensaya su propia explicación. “Siento que soy un actor que puede hacer todos los géneros que se ocurran”, confiesa en la entrevista con Página/12. “Y por suerte a lo largo de mi carrera me convocaron para distintos registros. Lo que pasa es que he tenido el mérito y el privilegio de haber hecho éxitos masivos en la comicidad: meter 30 puntos diarios en Telefe tapa cualquier cosa.”

–A los actores que trabajan el registro humorístico se les demora más el reconocimiento, en comparación con los que privilegian el drama. ¿Usted sintió esa diferencia?

–Puede ser que haya cierta injusticia del bulbo. Hacer reír es muy difícil. De todas maneras, yo no actúo para la mirada del otro: actúo por mí. Si hago humor, lo que pienso es en hacer la mejor comicidad del mundo para la obra que hago; si me das un drama, trato de aportar mi cuota al drama de la obra. No pienso mi carrera en términos de conveniencia. No me puedo meter en la cabeza de los demás. ¿Qué es ser prestigioso? ¿Hacer drama toda la vida? ¿Acaso no es más prestigioso mostrar que uno puede tener diferentes facetas con cierta solidez? El que juega bien al fútbol muestra su calidad en el Milan o en Argentinos Juniors.

–¿Pero no influye en el trabajo actoral la mirada del otro?

–A veces creo que muchos actores conviven con el miedo a que los descubran. Entonces, prefieren quedarse en el registro que transitaron toda su vida por miedo a ser objeto del deporte principal de este país, que es la descalificación. Si un actor vive pendiente de la mirada del otro, se vuelve loco. Porque además la mirada del otro no es más que eso: una opinión. A veces escucho que colegas dicen que no hacen TV porque no les gusta. ¡Es mentira! ¡No hacen TV porque no los llaman! El actor debe convivir con las mezquindades humanas del medio sin que lo afecten.

–Habría que preguntarse, en todo caso, si es más valorable un actor que se mueve con soltura en diferentes roles y medios, o si lo es aquel que es bueno en un determinado registro.

–Hoy en día un actor que pueda trabajar de actor en el país es un valiente. Es muy difícil vivir de esta profesión y tener vigencia. ¿Se puede agradar a todo el mundo? Los actores debemos hacer lo que se nos canta, lo que a uno le gusta. Porque, además, como decía mi abuela: hagas lo que hagas, siempre van a hablar mal de vos. O porque hacés teatro off, o porque hacés teatro comercial, o porque hacés siempre drama, o porque hacés lo mismo, siempre hay un pero. ¿Por qué si hacés teatro off sos un grosso y si hacés teatro comercial sos un choto? Hay cierto discurso injusto. Hacer teatro comercial es lo más difícil que hay: la responsabilidad de bancar toda esa parafernalia detrás de una obra en la calle Corrientes es muy grande. El teatro comercial, además, no te da tiempo ni te permite equivocarte, es cruel: si la obra no funciona, se levanta. En cambio, en el off, lo que se privilegia no es la cantidad de público que va a ver una determinada obra sino el “hecho artístico”. Si no da, pasamos la gorra y listo. Hacer reír puede ser tan complejo como conmover a alguien. Yo ya me resigné y sé que no puedo agradar a todo el mundo.

La jungla y el sosiego

La versatilidad de Goity es insoslayable, fácilmente comprobable en los trabajos en los que actualmente se lo puede ver. En Un Dios salvaje (de jueves a domingo en el Paseo La Plaza), el actor interpreta a Miguel, un vendedor de cacerolas y artículos para inodoros que junto a su mujer (María Onetto) recibe a los padres de un amiguito de su hijo que le bajó dos dientes a su primogénito. Una de esas reuniones que se suelen organizar con aires protocolares, pero en la que entre malentendidos y absurdos varios la educación le cede lugar a una llamativa violencia. En la obra, cada reacción de Goity –que comparte cartel con Florencia Peña, Onetto y Fernán Mirás–, cada gesto corporal es un fósforo más que se tira al fuego de ese gran grotesco creado bajo la dirección de Javier Daulte.

La contracara de ese mundo de irracional violencia es, casualmente, Rompecabezas, la película de Natalia Smirnoff que cuenta la vida de una ama de casa que descubre, ya de grande, que posee un enorme talento para armar rompecabezas. En la pantalla grande, Goity se pone en la piel de Juan, el esposo de María (también a cargo de Onetto), un tipo de una simpleza absoluta, cuya felicidad pasa por la rutina de ir a diario a su negocio, amar a su mujer, reunir a la familia los domingos y, muy de vez en cuando, ir a pescar a Chascomús. En Rompecabezas, lejos de los exabruptos que despliega su personaje en el teatro, el actor compone con gestos mínimos a un personaje de una sencillez incuestionable.

“Hice los personajes muy diferentes para que no me digan que hago siempre lo mismo”, dispara el actor que cumple 30 años de carrera. Y arranca contando sobre el papel que hace en Rompecabezas. “Juan es un tipo muy simple, como la gran mayoría de la gente, que es un hombre que está enamorado de su mujer. Creo que el principal valor de Rompecabezas es que no coloca a este personaje en el rol de machista-objeto, que nunca se enamora. Juan está enamorado perdidamente de María, la elige como es y vive muy feliz con su trabajo y su familia. Me encantó trabajar ese mundo sencillo, porque uno como actor está acostumbrando a transitar universos por mundos tortuosos, con personajes psicoanalizados. Y gracias a Dios la mayoría de la gente no es así”, analiza.

–¿Cree que Rompecabezas describe un mundo en el que la terapia es una excentricidad de los personajes de la TV o el cine?

–La terapia es potestad de unos pocos con muchas carencias. La mayor parte de los argentinos no necesita mayores investigaciones o análisis para justificar todo lo que hace y/o deja de hacer. Estar en la piel de este personaje es fantástico. El acierto de Smirnoff es justamente no caer en el arquetipo de mujer sometida por un tipo que no la quiere y ejerce un fuerte poder sobre ella. De todas maneras, me costó mucho encontrar el personaje, porque Juan es hincha de River, por lo que tuve que lograr una gran composición: ¡Nadie me lo ha valorado como corresponde a mi fanatismo por Huracán! (risas).

–En cambio, en Un Dios salvaje, Miguel parece querer a su mujer pero en el punto en el que los miembros de la pareja se soportan mutuamente.

–Es un tipo que también ama a su mujer, lo que le ocurre es que parece estar atravesado por la tensión de la vida cotidiana en la urbe. Es un personaje que tiene contradicciones, que tuvo que negociar con su mujer, que parecería provenir de un estrato socio-cultural más elevado. En ese punto, la obra plantea una tensión interna histórica dentro del matrimonio que no existe en la película. Mientras ella parece provenir del mundo de la intelectualidad y el raciocinio, él tiene recursos más elementales. Lo interesante en la obra es que ella es tan limitada como él, sólo que provista de un discurso que la sitúa en una posición más elevada. Tiene un discurso más florido pero muestra su limitación cuando les exige a los padres del chico que le pegó al nuestro que le pida perdón de rodillas. Mientras Miguel intenta suavizar y darle naturalidad al hecho, ella no para hasta que el chico vomite su perdón.

–La obra de Yasmina Reza parece partir de la premisa de Jacques Rousseau de que en la naturaleza del hombre está ser salvaje, por más sociabilidad a la que se atenga.

–Es muy interesante ver cómo a esos cuatro personajes tan disímiles en algún momento les surge la bestia que parecen controlar en su interior. En nuestra esencia, somos todos iguales y no existen mecanismos culturales que nos borren nuestra naturaleza salvaje.

–¿Considera que Un Dios salvaje es un ensayo que explica buena parte del estado de cosas de la sociedad actual?

–La obra se queda corta en cuanto al nivel de violencia que existe en la sociedad. La realidad supera ampliamente a la ficción: cada vez por razones más banales, la bestia se presenta en la vida cotidiana.

–¿Cree que en el complemento entre el universo que cuenta Rompecabezas y aquel que narra Un Dios salvaje surge la síntesis del mundo actual?

–El de Un Dios salvaje parecería representar al mundo mediático, mientras que el de Rompecabezas muestra el mundo que no tiene cámara. Las familias simples, que se reúnen a comer los domingos, que se ayudan y se rompen el lomo laburando o estudiando son la mayoría, pero los medios nos muestran que el salvajismo es lo habitual. La necesidad de vender hace que los medios exacerben la vida salvaje. En las villas miseria, menos del 10 por ciento puede estar en cuestiones oscuras; el resto se las rebusca para sobrevivir con laburo o changas. Pero la noticia siempre es sobre el 10 por ciento. Existen los hechos de inseguridad, pero que haya un par de casos diarios en una ciudad desproporcionada como la de Buenos Aires forma parte de los manuales de la sociedad moderna. No es justo que los medios reflejen la excepción negativa. La noticia no puede estar matizada con tanta oposición por los que están a favor del Gobierno y los que no. Hoy, si defendés alguna política del Gobierno sos oficialista y si criticás algo sos golpista o clarinista. El antagonismo es una de las características más reconocibles de la historia argentina. Vamos a festejar 200 años de contradicciones y antagonismos. El Bicentenario nos encuentra tan desunidos como antaño.

Fuente: Página 12

“Aún no recibimos ninguna respuesta”

CULTURA › REPUDIO DE LA ASOCIACION ARGENTINA DE ACTORES A LA FIESTA PRIVADA EN EL SAN MARTIN

En una conferencia de prensa brindada en la puerta del teatro, el secretario general del gremio, Luis Alí, informó que enviaron cartas a Kive Staiff, Hernán Lombardi y Mauricio Macri pidiendo explicaciones. Participaron artistas, sindicalistas y legisladores.

Por Facundo García
Imagen: Guadalupe Lombardo

Después del trencito y las matracas vienen las consecuencias. La Asociación Argentina de Actores organizó ayer una conferencia de prensa en la puerta del Teatro San Martín, en repudio a la fiesta de cumpleaños que el empresario Andrés Von Buch realizó ahí –con la anuencia del Gobierno de la Ciudad– el pasado 2 de mayo. El secretario general del gremio, Luis Alí, informó que se han enviado cartas pidiendo explicaciones al director del Complejo Teatral de Buenos Aires Kive Staiff, al ministro de Cultura Hernán Lombardi y al propio Mauricio Macri. “Pero todavía no hemos recibido la más mínima respuesta”, se indignó el dirigente. No era el único enojado: a su alrededor había artistas, sindicalistas y legisladores que anticiparon las acciones a seguir.

Según trascendió, la ya célebre festichola le dejó a la institución un saldo de por lo menos ochenta mil dólares, que servirán para tapar los agujeros edilicios y tecnológicos ocasionados por la falta de presupuesto. Sin embargo muchos interpretan lo acontecido como un pisotón sobre el espacio público porteño. Para Alí –a quien llaman “el Turco”– la celebración ambientada en Las mil y una noches que tuvo lugar hace dos semanas en el San Martín constituye otro de los proverbiales papelones que se están convirtiendo en marca registrada de la gestión del PRO. Ni genios ni alfombras voladoras: lo que hubo en Corrientes al 1500 fue una juntada de la high society en la que no faltaron la comida, las odaliscas ni los mozos vestidos de marroquíes. “Y lo peor –resaltó– es que para concretar esto se suspendieron dos funciones de obras. Ni en los momentos más graves del conflicto por salarios habíamos sufrido eso.”

En la Asociación de Actores juran que de haberlo sabido antes hubieran tomado medidas preventivas. “Dado que ya es tarde para impedir nada, hemos decidido pedir que se esclarezca el hecho. Por otra parte, nos aseguran que el dinero que quedó de la fiesta será destinado al reacondicionamiento, pero tal como están las cosas nosotros no vamos a poder verificar esos gastos”, sostuvieron. Lo que queda ahora es aguardar la respuesta oficial y movilizarse; varios legisladores acompañaron la manifestación. Los de Proyecto Sur, que anteayer difundieron en la Legislatura un pedido de informes, fueron los primeros en pedir la palabra y deslizar la posibilidad de que se cite a Hernán Lombardi para que cuente públicamente cómo se montó semejante megaevento privado en una dependencia estatal. Fabio Basteiro –presidente del bloque– expresó que “es una vergüenza y casi una concepción natural del macrismo utilizar los espacios públicos al servicio de los negocios y los sectores pudientes”. “Los espacios públicos son justamente lo contrario. Es donde deben convivir e integrarse los ciudadanos a través de la cultura y el esparcimiento, permitiendo el acceso a los sectores populares”, añadió.

Su compañero de banca Julio Raffo había subido minutos antes al quinto piso del teatro para ver si podía conversar con Staiff. No tuvo suerte. “Nuestra solicitud de informes está en mesa de entradas de la Legislatura. Confiamos en tener novedades la semana que viene”, detalló. “La situación es de verdad grave. Acá se cometió un delito penal, porque en la ley orgánica del gobierno se especifican las funciones de este complejo teatral y entre ellas no está la de ser alquilado. Alguien va a tener que hacerse cargo”, insistió el abogado. El documento de Proyecto Sur pretende además indagar sobre conflictos referidos al funcionamiento de los teatros Regio, De la Ribera, Sarmiento, Presidente Alvear; así como sobre el modus operandi de la Fundación Amigos del Teatro San Martín y la situación de los trabajadores en todos esos ámbitos. En sintonía, Humberto Sabatini –dirigente de Encuentro Popular– apoyó la medida y habló en representación de Daniel Filmus, quien al igual que Juan Cabandié, Tito Menna, Gabriela Alegre y María José Lubertino expresaron su rechazo ante “un abuso que nos hace recordar lo que significaron los noventa”.

Por ahí andaba también el actor Manuel Callau, que dejó traslucir su calentura. “Esto tiene que ver con lo profundo de un ideario neoliberal que pretende que la educación, la salud y los medios de comunicación sean siempre redituables económicamente, cuando en realidad no deben medirse en esos términos”, comentó. Como corolario se leyó un comunicado que resume la postura de la entidad que organizó la reunión. El texto sostiene que “suspender los espectáculos para el festejo del cumpleaños de un excéntrico millonario no está de acuerdo con los tiempos que se viven en materia de debate en cuanto al rol del Estado, la inclusión social, los dineros públicos, los derechos humanos y de las oportunidades para las mayorías”.

En el Ejecutivo porteño las reacciones siguen siendo equívocas. Y el Six o’clock tea que iba a realizarse ayer en la Legislatura (y que en principio se había cancelado para no echar más leña al fuego de este escándalo) finalmente fue postergado por otra razón de Estado: el procesamiento de Mauricio Macri.

Fuente: Página 12

Nos sacan lo que es nuestro

Por Rita Cortese (Actriz)

Un señor paga 80 mil dólares para alquilar el San Martín, porque quiere festejar su cumpleaños ahí. ¿Justo esa noche hay dos funciones? No importa, las levantamos. ¿Quiere algún regalo en especial el señor? Sí, una obra del Ballet Contemporáneo, tome, cómo no. Pregunto: ¿Esto ocurrió realmente? Me dicen que sí, que fue público, que a nadie le pareció raro. No se entiende, no se explica, pero ocurrió. Quiero creer que la renuncia de Kive Staiff tuvo que ver con esto. De lo contrario, no podría entender cómo pudo avalar un hecho que es claramente usurpatorio, delictivo. Es usurpatorio porque el Complejo San Martín es patrimonio del pueblo. Pero al parecer quienes manejan la ciudad lo hacen con tanta impunidad, que consideran normal este tipo de cosas. Olvidan estos señores un detalle, que están cometiendo un delito, nos están sacando lo que es nuestro.

Estuve mirando los noticieros y no encontré ninguna mención a este tema. Raro, ¿no? Tampoco contaron nunca que el San Martín está siendo desmantelado. Que los talleres de sastrería y zapatería ya casi no existen. Que los actores cobramos con meses de retraso, que tenemos que organizar colectas para pagar el transporte de algunos compañeros porque no tienen ni para llegar a la función. Que el vestuario histórico del San Martín, que valía una fortuna, con trajes de clásicos de grandes vestuaristas, se arruinó porque estaba en un depósito tan mal cuidado que se le cayó el techo encima. Tampoco se ha hablado de esto. Raro, ¿no?

Fuente: Página 12

Para qué sirve un teatro oficial

Por Diego Fischerman

Imagen: Andrés von Buch: Presidente de la Cámara de Industria y Comercio Argentino-Alemana. Educado en las Universidades de Yale, Purdue y Harvard Business School. Administrador de propiedades agropecuarias. Integrante de varios directorios de compañías argentinas y filiales de multinacionales en la Argentina. Presidente del 37º Coloquio de IDEA. Ex Presidente de Arte BA.

En la Alemania del Tercer Reich, la Orquesta Filarmónica de Berlín, recientemente estatizada, tocaba en las fiestas de cumpleaños del Führer. No es un buen antecedente. Y es que por encima de la posible conveniencia económica de una determinada acción, hay consideraciones morales que, en gran medida, tienen que ver con cuestiones simbólicas. De la misma manera en que a nadie debería ocurrírsele (aunque desde ya podría suceder que así fuera) que el Cabildo o la Legislatura (un bello edificio, sin duda) pudieran ser alquilados para fiestas de casamiento, el Teatro San Martín es sostenido por el Estado para que cumpla un determinado objetivo. Es decir, si tal objetivo no estuviera, no tendría sentido que fuera financiado con el dinero de los contribuyentes. Y lo que ponen en escena hechos como el de la pasada fiestita de Von Buch (que significa “del libro”, por lo que bien podría haberse publicitado como una nueva “feria del libro”, con obvios fines culturales) es ni más ni menos que la falta de claridad y definición acerca de esos objetivos.

Como en aquellos viejos rituales en que se repiten gestos cuyo significado original fue olvidado hace tiempo, el San Martín o el Colón simplemente están. Hay que usarlos. Hay que hacerlos lo más eficientes posibles. Hay que tratar de que no hagan olas y de que no produzcan remezones políticas. Pero lo que ya nadie se pregunta es para qué tienen que servir. La pregunta, en todo caso, no es irrelevante. De su respuesta se desprende, por ejemplo, si se justifica su manutención y a qué costo. La idea de tener teatros y cuerpos artísticos oficiales –también ballets, clásicos o modernos, orquestas, populares o sinfónicas y coros– responde a una cierta concepción del Estado y de la cultura. La gigantesca inversión que demandan teatros como el San Martín y, mucho más, el Colón (sus costos aumentan exponencialmente al dedicarse de manera preeminente a un arte ya anacrónico como el de la ópera decimonónica) sólo se justifica si se cree que la cultura hace mejores a los pueblos y si hay un convencimiento acerca de que el Estado tiene una responsabilidad en la puesta a disposición de la población de esos bienes culturales. Desde ya, en ese contexto un Colón pensado sólo para los abonados –que es lo más fácil, obviamente– sería también altamente inmoral. Gastar 100 millones de dólares en la refacción y unos 100 millones de pesos anuales en su manutención para un teatro pensado para la única satisfacción de 10 mil personas no tendría sentido. Ese sentido sólo aparecería en el caso de que se creyera que la ópera es –o podría llegar a ser– importante para la población en su conjunto, o de que se recrearan los usos del teatro de manera que, además de favorecer el consumo de cultura, promoviera su creación.

Los teatros oficiales son, por definición, financiados por los Estados, en tanto cumplen funciones de política cultural que esos Estados consideran fundamentales. Su existencia, en todo caso, es incompatible con la idea de eficiencia mercantil. Para una orquesta estatal, o para un teatro que el gobierno mantiene con el fin de que muestre de la mejor manera posible las obras de Shakespeare o Wesker o Pinter o Kartun, la cuestión de la eficiencia es irrelevante. Están para otra cosa. Y esa otra cosa vale una equis cantidad de dinero. Si no se la quiere pagar, porque se considera que el gasto no vale la pena, lo que debe plantearse es otra cosa. Y, sí, en ese caso se deberá afrontar el costo político. Eso no significa que no pueda recurrirse a financiamientos externos. Pero éstos jamás deberán dañar el capital simbólico. En última instancia, estos teatros son sostenidos globalmente por los pobladores de la ciudad para que hagan arte, y si la búsqueda de aportes pecuniarios no alterara esa función, la ética no estaría comprometida. El San Martín podría vender una función a una Fundación, o incluso a una empresa y hasta, con cierto cuidado en las formas, podría ofrecer las instalaciones del foyer de la sala para un cóctel, antes o después de la función. Entre eso y el festejo de un cumpleaños, con cascadas artificiales de champagne incluidas y uno de sus cuerpos artísticos haciendo de bufones del rey, hay una distancia moral insalvable. Una distancia en la que puede leerse, además, la gran pregunta que hace tiempo ya nadie se hace: para qué sirve un teatro oficial.