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El fuego que mece la cuna de la cerveza por estos lares o estoy hasta las narices de todo…


Entre el gripazo que pillé a mediados de la semana pasada y que llevo un par de semanas mascando varios post que no termino de rematar lo cierto es que el blog se me ha quedado un tanto abandonado pero hoy vuelvo de nuevo con las pilas bien cargadas dispuesto a dar salida a unas cuantas reflexiones que se me han amontonado en la cabeza después de haber quedado algo molesto por demasiados comentarios desafortunados o directamente salidas de tono tanto en blogs como también en las redes sociales.

No me voy a andar con muchos rodeos… ¿De verdad y como decía un amigo asturiano nos estamos volviendo todos locos con esto de la cerveza?

Por ejemplo, con la famosa y fatigosa definición de cerveza artesana¿Tantas horas de debate, tantos post y tan importante debería ser el definir o rebatir su definición, excluyendo y separando en grupitos y tachando de buenos y malos a unos u otros en lugar de bastarnos si su contenido es o no de calidad? ¿A caso alguien duda de la calidad de Nøgne o Goose Island aunque hayan sido compradas por grandes corporaciones? ¿O Sierra Nevada o Samuel Adams producen cervezas menos buenas por mucho que sus infraestructuras sean tan grandes como algunas macros? Por Dios… dejémonos de tanta semántica…

Otra polémica y en este caso de hace tan solo unos días y por las redes sociales… Alguien compartió su gozo porque dos bares de Barcelona apostaban por el producto de aquí con dos propuestas atractivas y no tardaron en llegar algunos echando pestes y armando bulla tratando de exigir su medallita de pionero… ¿De verdad es necesario ponerse a lloriquear queriendo demostrar quien la tiene más larga (o más vieja en este caso…)? ¿Y tan mal estamos que nos tenemos que quejar hasta cuando alguien tiene una buena iniciativa aunque no sea el primero en hacerlo? Lo cierto es que un amigo ayer mismo me decía: “¿cómo estarán los grandes partiéndose el culo al ver cómo nos quitamos la piel a tiras?”… Pues eso…

Pero también en fin de semana y en Facebook, esta vez por parte de un blogger, ¿realmente era necesario tal ensañamiento y crear tanta polémica con un elaborador sin conocerle y sin haber probado su cerveza después de leer una entrevista en la que ese cervecero simplemente contaba que se había lanzado a vender su producto sin tener experiencia previa sobrada? ¿A caso es una novedad que un homebrewer se pase a productor con licencia del día a la noche? Y más importante aún, ¿ello debería ser un verdadero problema si su cerveza merece la pena?

¿Y los “debates”, palabra tan puesta de moda últimamente en algún blog que vilipendia su significado con titulares salsarosaque perfectamente podrían estar sacados de la prensa más sensacionalista y camorrista como por ejemplo “Pecados artesanales” u “Ocultación de información”? ¿Realmente debatir es polemizar de forma tan barata?

Y es que también las hay para los blogs… ¿De verdad soy el único que está harto de que se hable mal y de forma generalizada de los blogs de cerveza porque haya unos pocos que levanten polvareda y toda su mierda salpique a quienes con más o menos acierto intentamos entretener o informar o trasmitir nuestra pasión con humildad y respeto? Y no es que me crea mejor que nadie, ni mucho menos, pero siempre me he sentido orgulloso de un colectivo que ama la cerveza y le encanta compartir su pasión con los demás y que desgraciadamente a día de hoy se aleja muy mucho de aquello que me hizo empezar a escribir. Intercambiar experiencias, conocer gente apasionada por algo tan interesante, comentar en los blogs de los demás haciendo todo esto más interactivo y divertido, aprender disfrutando de la cerveza… ¿Dónde ha quedado todo eso? Aunque pueda ser tachado de abuelo cebolleta, hace cuatro o cinco años sobraba ilusión, ganas de compartir, interaccionar y divertirse y en cambio ahora lo que sobran son entendidos de etiqueta y con muchas ganas de autobombo y protagonismo, sobra tanto insulto y polemizar por polemizar sin más fondo que el de hacer ruido como sea, y también sobran maestros expertos en disciplinas tan variadas como el control de calidad, la mercadotecnia o la semántica… En cambio escasea muchísima más humildad, respeto y cuidar las formas… Pero por supuesto que no son pocas las excepciones a eso y que quede claro que cuatro comentarios desafortunados no deben llevar a creer a la gente (como he leído por algún blog amante de la polémica) que todos somos iguales. O al menos así lo veo yo. Pero algo sí está claro, y es que si la gente generaliza es que algo falla y eso nos salpica a todos…

Pero no quiero centrarme en debates aislados ni dar la sensación de que esto son rencillas personales, ¿de verdad, siendo realistas, no creéis que andamos con excesivas ganas de broncas absurdas e innecesarias últimamente? Que sí, que una cosa es que el consumidor tenga que hacer valer su opinión y no menos importante es dar salida a esa manida libertad de expresión que algunos creen ejercer por el simple hecho de pegar cuatro voces, y puede que mucha culpa de ello la tengan esos políticos que últimamente nos tienen encendidos hundiendo y precarizando el trabajo, la sanidad y la educación, ¿pero de verdad la cerveza también tiene que ser otra razón de broncas y debates encendidos? ¿El insulto gratuito con palabras como “bodrio” para definir una cerveza, o “estafa”, “engaño”, “mentira”… entre otros adjetivos, deben ser pronunciados con tanto libertinaje como los usa algún adalid de la verdad? Desde luego cuando llego a casa después de trabajar y me siento en el sofá a beberme una buena cerveza lo que menos me apetece es leer algunas de las broncas y riñas tremendas que he visto en algunos blogs y redes sociales y en las que la cerveza ha sido la triste protagonista.

Quizás sea un atributo derivado de toda moda (porque aunque tiene toda la pinta que la cerveza ha venido para quedarse, a día de hoy no deja de ser una moda, lo quieran creer algunos o no…) y quizás eso explique la necesidad de tener que hablar de lo que sea, para estar ahí, en la cresta de la ola, para exigir el trozo de tarta correspondiente, muchas veces gritando, ametrallando al personal a todas horas con su verdad absoluta, criticando, cuando no insultando, o haciendo demagogia barata adulando a sus “followers” (otro de los términos que tanto daño ha hecho no solo a la cerveza sino al mundo en general), y en ocasiones también haciéndose la víctima esperando reconocimientos… ¿Pero qué narices es esto? Claro que los debates (así como las críticas positivas y negativas) pueden ser constructivos y deben ser necesarios para crecer y mejorar, pero me da la impresión de que a día de hoy (y cada vez más) eso es lo menos importante y lo único que prima es vender un producto o directamente venderse a uno mismo sea como sea y le pese a quien le pese…

De verdad, hay días que me planteo por qué narices leo ciertas cosas que me ponen tantas ganas de mandar todo esto al garete y pasarme al bitter kas, también amargo y gasificado como la cerveza… Por dios, dejémonos de tantas tonterías, curremos, quejémonos menos, y sobretodo disfrutemos de la cerveza relativizando todo mucho más, que ya hay suficientes razones para estar de mala ostia solo viendo como están las calles como para buscar también brega en la cerveza…

Salut i bona birra!


La carta ideal: Conclusiones.


Tal y como os prometí el lunes de la semana pasada, hoy jueves 28 vamos con el resumen de las opiniones que dio de sí el post dedicado a pensar en una "carta ideal" para una buena cervecería. Pero antes os quiero dar las gracias a todos los que participasteis comentando y también compartiendo el post a través de las redes sociales. A todos, de verdad, muchas, muchísimas gracias.



- BLOQUE 1. VALORACIÓN DE LAS CARTAS EXISTENTES -

1) ¿Cómo valorarías las cartas de las cervecerías que sueles frecuentar?

Los votos se decantaron por dos opciones muy claras: 12.5 votos (12 y un indeciso) para la opción “Básicas” y 9 (7 y 2 indecisos) para “Buenas”. Hubo un voto para "Muy buenas" y otro para "Deficientes". Haciendo la media nos saldría para un “Bien” raspadito o un “Sufi” alto. Sin duda hay bares que tengan buenas cartas pero por lo visto la mayoría “necesitan mejorar”.


Personalmente (ya que aún no había dado mi voto) me decanto por definir la mayoría de cartas como "Básicas". Salvando algunas excepciones la gran mayoría de locales tienen cartas muy mejorables en organización, formato, falta de información o la que se tiene es en parte errónea...

2) Problemas más comunes que te has encontrado en las cartas.

Las dos respuestas mayoritarias fueron los problemas de falta de información, con 20 votos, y que la carta esté sin actualizar, con 18. Luego con 9 y 7 votos respectivamente la gente votó que la información de las cartas suele ser imprecisa o errónea y que las pizarras son difíciles de ver o están escritas con letra incomprensible. Finalmente también tienen un voto cada uno de los siguientes problemas: las cartas tienen muchas opciones sin orden alguno; cartas en mal estado (rotas o sucias); y alguien aportó que no encuentra ningún problema.

A nivel personal los problemas más comunes que he encontrado son también la falta de información, que ésta sea errónea y que esté sin actualizar.


- BLOQUE 2. PREFERENCIAS SOBRE LA CARTA -

3) Formato de carta preferido.

En este caso ha habido una opción claramente ganadora y es la pizarra clásica, con 14 votos, aunque dos de ellos la complementarían con una carta en papel para informar de novedades y ampliar información.

La segunda opción, con 7 votos ha sido la carta en papel, uno de ellos argumentando que las pizarras no se ven desde todo el local y otro no descarta tampoco la pizarra clásica por su punto romántico. La opción de carta electrónica solo ha recibido 3 votos.

Personalmente me decantaría por una buena carta en papel o en formato electrónico pero que puedas tener a mano, no colgada en una pared. No frecuento bares con mucha frecuencia (sea porque no tengo muchos cerca o porque soy más de beber en casa) pero cuando voy a un bar es para disfrutar de una experiencia lo más completa posible y una pizarra clásica, aunque sea muy romántica, se me queda muy corta para información y glosarios accesorios.

4) Carta organizada por...

Esta vez vuelve a haber una opción claramente ganadora y es la de organizar las cartas por estilos (14 votos). En un segundo escalafón y muy igualadas quedan las opciones de clasificar una carta por países (6 votos) y por la cervecería productora (4 votos).

Un comentario apunta a que con el formato de carta electrónico cada cual podría organizar la carta a su gusto, y otro comentario apunta a la dificultad de situar algunas veces una cerveza en uno u otro estilo.


Personalmente estaría por clasificar por países aunque es cierto que hoy en día los países no son tan indicativos de un tipo u otro de cerveza como hace unos años y hay mucha influencia por parte de estilos americanos o de base británica. Pero cuando busco cierto tipo de cerveza prefiero ir a un país y luego sumergirme en las distintas opciones que tenga cada cervecera.

5) Información imprescindible sobre cada cerveza.

En este caso la mayoría de la gente ha elegido casi todas las opciones, aunque consideran imprescindible (con 20 o más votos) que en la carta esté detallado el nombre de la cerveza y del productor, el estilo, el precio, el alcohol y el volumen de la botella o de lo servido de barril.

También destacable, con 15 votos, la gente votó la necesidad de que aparezca el país de producción, 13 consideran necesario tener las características técnicas (IBUs, SRM...), 9 querrían una descripción propia del local y finalmente van 6 votos para la descripción comercial.

Algunos añaden como extra: tener foto de la cerveza actualizada, indicar el formato de vaso, la temperatura ideal de consumo, maridaje recomendado y las calorías que aporta.

Personalmente también elegiría todas las anteriores opciones, aunque el nombre, estilo, alcohol, país y precio me parecen totalmente imprescindibles.

6. Extras de la carta...

La mayoría (18 votos) querrían que la carta tuviera un apartado de cervezas vintage o envejecidas. En un segundo escalafón (con 14 votos) estarían las opciones de las recomendaciones o la posibilidad de ofrecer pequeñas degustaciones en el caso de botellas grandes o caras. Cerca y con 12 votos se quedan el ofrecer cervezas en oferta o rebajadas por estar próximas a la fecha de consumo preferente, y que se informe de los próximos eventos. Un poco más lejos queda con 8 votos el añadir glosarios (aunque hay numerosos comentarios que dicen que una carta no es el espacio para ello), y como recomendación hay un voto para que se den consejos sobre maridajes.


Personalmente creo que una cervecería que quiera desmarcarse debería tener una hoja a parte con las cervezas vintage, aunque también veo interesante ofrecer la opción de las pequeñas degustaciones para las cervezas caras y de gran volumen. Las recomendaciones mejor se las pregunto al que lleva bar, y los próximos eventos creo que hay otras partes del local mejores para ese uso como pizarras accesorias, paredes…


- BLOQUE 3. TIEMPO DE OPINIÓN -

7) Soluciones para mantener actualizada una carta extensa y en continua rotación.

La gente se ha mostrado muy participativa y a continuación tenéis un resumen de las recomendaciones:

- No tener un número exagerado de referencias.
- Tener las referencias fijas en una carta al uso y las novedades en otro lugar (anexo, pizarras...).
- Actualizarla continuamente, es la herramienta de venta. Online es más fácil de hacer y menos costosa.
- Si con frecuencia clientes te piden cervezas que no tienes es hora de actualizar.
- Contar con camareros bien informados.
- Apostar más por barriles que por botellas y rotar habitualmente (más fácil de tener actualizado) y dejar solo carta en papel para rarezas y envejecidas. Para rotar barriles que llevan tiempo pinchados, bajar precios según avanzan los días.
- En las cartas en papel simplemente tachar cuando se termine la cerveza e imprimir nuevo folio con novedades.
- Informar de las actualizaciones a través de redes sociales.


8) ¿Existe algún bar que tenga alguna lo más parecido a tu carta ideal?

Por un lado hay unos cuantos insatisfechos que no han encontrado ningún bar con la carta que les gustaría, pero por otro lado algunos mencionan que pese a no haber ningún bar con su carta ideal tampoco les quita el sueño. En cuanto a los que se han mojado han salido diferentes nombres tanto de la península (BierCaB, Gades Beer, Drunk Monk, Animal, Manneken Beer) como de fuera (Beer Temple, Delirium Café, Ma che siete venuti a fà, Akkurat).

Personalmente también soy algo inconformista y creo que en esta vida siempre se puede mejorar, aunque a la hora de la verdad también soy muy fácil de contentar y con buena compañía y buen ambiente me sirve casi cualquier bar. Pero si nos centramos en lo que he podido visitar, quizás lo más cercano a una carta ideal sería la carta enciclopédica en papel del Drunk Monk de Mataró y la pizarra electrónica del BierCaB de Barcelona. Hay muchos más bares que tienen cartas cuidadas pero en mi opinión les falta más mimo y dedicación.

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Y esto es todo, que no es poco... Espero que resulte de interés para quienes están al otro lado de la barra y quieran mejorar su carta. De nuevo, muchas gracias a todos por vuestra participación y difusión.


P.D. Me voy al bar de la esquina a desquitarme de todo el trabajazo que me ha dado este post... ¡Ups! ¡¡Pero si no tienen más que Amstel de barril !!! ;)

La carta ideal para una buena cervecería.


Ya hace bastante del último post de “Las Reflexiones de un Hophead” pero hace unos días me topé con algo muy interesante que trataba sobre el tema de las preferencias de los consumidores estadounidenses con respecto a las cartas de cerveza de sus bares. Así que tras darle unas vueltas, ampliar algunos puntos y añadir otros nuevos pensé en publicarlo por si pudiera ser de interés para quienes están detrás de la barra currándoselo día a día por ofrecernos lo mejor.

Así que a continuación os dejo tres bloques con un total de 6 preguntas para responder tipo test con una o varias opciones y dos preguntas extra opcionales para aquellos que dispongan de más de tiempo.

- VALORACIÓN DE LAS CARTAS EXISTENTES -

1) ¿Cómo valorarías las cartas de las cervecerías que sueles frecuentar? (una sola respuesta)
a – Muy buenas.
b – Buenas.
c – Básicas.
d – Deficientes.
e – Muy deficientes.

2) Problemas más comunes que te has encontrado en las cartas. (una o más respuestas)
a - Información insuficiente (faltan precios, características técnicas, estilos, fabricantes…).
b - Información imprecisa / errónea.
c – Carta sin actualizar.
d – Pizarras difíciles de ver o escritas con letra incomprensible.
e - Carta en papel en mal estado, borrosa, sucia o rota.
f - Otros (especificar).

- CÓMO TE GUSTAN LAS CARTAS -

3) Formato preferido de carta: (una sola respuesta)
a – Papel.
b – Pizarra clásica.
c – Formato electrónico.
d – Otros (especificar).

4) Prefieres tener la carta organizada por: (una sola respuesta)
a – Estilos.
b – Cerveceras.
c – Países.
d – Nombre de la cerveza.
e - Otros (especificar).

5) Información que te gustaría tener detallada sobre cada cerveza. (una o más respuestas)
a - Nombre de la cerveza.
b - Nombre de la cervecera.
c – Estilo.
d – Precio.
e - Contenido alcohólico.
f - Características técnicas (IBU, SRM, tipos de maltas o lúpulos, densidades...).
g - Volumen de la botella o tamaño servido de barril.
h - Localización o país de la cervecera.
i - Descripción comercial.
j - Descripción propia.
k – Otros (especificar).

6) Extras que te gustaría que contuviera la carta. (una o más respuestas)
a – Apartado de cervezas "vintage" / envejecidas.
b – Cervezas rebajadas de precio por estar próximas (o fuera) de la fecha de consumo preferente.
c – Recomendaciones u ofertas del bar (semanales, mensuales…).
d- Sección con cervezas para pedir en pequeñas degustaciones (por ser cervezas muy caras o embotelladas en grandes volúmenes).
e – Glosario de estilos, términos cerveceros, vasos…
f – Próximos eventos en el bar.
g – Otros (especificar).

- TIEMPO DE OPINIÓN -

7) Para terminar, ¿qué solución ofreces para mantener actualizada una carta de cervezas extensa y con continuas novedades?

8) ¿Existe algún bar que tenga alguna lo más parecido a tu carta ideal?



Foto del Beer Temple de Amsterdam tomada de aquí.

Y ahora es vuestro turno ya que sin vosotros este post no tiene ningún sentido. Así que más que nunca os pido vuestra participación y colaboración tanto a través de un comentario como también compartiéndolo en vuestras redes sociales para que llegue al máximo de gente posible.


El jueves 28 (dentro de semana y media) sacaré un resumen con los resultados obtenidos. Muchas gracias a todos por vuestra participación. Y recordad, todo sea por la calidad de nuestros bares!

La cantimplora de las infusiones.



Quizás algunos de vosotros os hayáis cruzado alguna vez con el siguiente chisme.



Se trata de un artilugio ideado por la estadounidense Dogfish Head llamado Randall, concretamente la versión que pulieron en 2012 y fue apellidada como 3.0, y por lo visto es muy interesante para infusionar cervezas con diferentes lúpulos, especias, frutas, café y tantos ingredientes como seáis capaz de imaginar. Si estáis interesados en verlo lo tienen en el Drunk Monk de Mataró (desconozco si también está en algún otro bar de por aquí).

Pero en realidad no os quería hablar de ese invento sino de otro muy relacionado que demuestra por qué Sam Calagione, la cabeza más visible de Dogfish, es conocido por algo más que por elaborar algunas cervezas de calidad y muchas más excéntricas, y no es sino porque le encanta hacer dinero (alguno se preguntará ¿y a quién no?).


Hablo del Randall Jr., una versión digamos que bastante más sencilla (y mucho menos interesante también) de su hermano mayor. No en vano en su web se puede conseguir por algo menos de 20$, mientras que el Randall 3.0 cuesta unos 300$.


Habrá quien crea que exagero y que en lugar de dar publicidad a este tipo de inventos lo mejor sería ignorarlos dejando que cada cual decidiera si quiere tirar o no su dinero. Puede. Pero creo que hay veces que se nos va un poco la olla con ciertas modas que nos llegan especialmente de Estados Unidos y cobrar 20$, digámoslo sin rodeos, por un simple cachivache de plástico transparente que no llega a servir ni como cantimplora y que únicamente tiene como añadido un colador, es un completo disparate.

En fin, que voy a calmarme abriéndome alguna Imperial Pilsner dejada macerar con cagarrutas de civeta y añejada en barricas de licor de lagarto chino cantonés. ¡Salut!


* Todas las imágenes están tomadas de http://www.dogfish.com

El maravilloso mundo de los matices en las cervezas clónicas.



Hoy recuperamos la sección de las Reflexiones de un Hophead con la excusa brindada por un video realmente interesante que está circulando por la red. Pero antes de hablar sobre él os pongo en situación. Hace poco más de dos semanas la televisión pública sueca, Sveriges Television (SVT), empezó a emitir una serie dedicada a la cerveza llamada “Den stora ölresan”, que se podría traducir como “El largo viaje de la cerveza” y cuyos capítulos se pueden ver enteros en esta web. Lógicamente los programas están en sueco, pero afortunadamente para los que no entendemos ni papa de la lengua de Alfred Nobel, Greta Garbo o Björn Borg, existe un fragmento en inglés del primer capítulo que trata el tema de las apreciaciones y diferencias en gusto que encuentra la gente de a pié al ser preguntada por dos marcas belgas muy populares y de contrastada calidad. Merece la pena verlo.


 



Independientemente de las marcas que aparecen en el video, que perfectamente podrían ser sustituidas por tantas lagers clónicas producidas por numerosas megacerveceras, lo importante es que a ciegas la gente de a pié apenas encuentra diferencias entre ellas pese al montón de poética marquetinera que nos venden día a día las grandes corporaciones en sus anuncios. Además, ni el propio director de márketing de AB InBev se atreve a comparar su elaboración con las de otras marcas de perfil similar para demostrarnos lo cierto que es todo aquello que nos venden.

Sin caer en el desprecio y olvidándonos de la recurrente batallita “artesanas vs. industriales”, que en mi opinión es bastante estéril ya que ambas tienen sus seguidores acérrimos y posiblemente terminaríamos igual que al principio, ¿realmente creéis que si se hiciera este mismo experimento en nuestras calles obtendríamos resultados similares? Y sin conjeturar ni profetizar, ¿habéis hecho alguna prueba similar con conocidos para ver si son capaces de identificar cual es su marca favorita? Y en lo que respecta a vosotros y para terminar, ¿realmente creéis en esas diferencias? ¿Seríais capaces de reconocer en una cata a ciegas las diferentes marcas?

¿Experimentos inmundos?


Continuamente vemos salir al mercado nuevas cervezas, algunas más clásicas, otras más arriesgadas, pero entre todas configuran una oferta muy amplia y que tiende a abarcar casi todos los gustos. Casi todos. Pero tirando del refranero popular, que ya se sabe que rezuma mucha sabiduría, hay un proverbio en concreto que describe bastante bien la sensación que percibo de una parte del movimiento cervecero existente hoy en día: “pájaro que vuela, ¡a la cazuela!”… O más bien, para el caso que nos ocupa, al fermentador…


Todos sabemos que la experimentación es imprescindible para avanzar, permite descubrir elementos nuevos, frecuentemente por pura casualidad, y puede incluso llegar a resultar muy divertido. Pero hay ámbitos, y ámbitos, y una cosa es investigar y probar ciertas recetas aplicándole dos dedos de lógica y otra cosa bien distinta es querer jugar a ser una mezcla de Ferran Adrià y Sam Calagione, haciendo ciertos experimentos más propios de un niño con plastilinas de diferentes colores entre sus manos (el resultado final, esa bola de color marronáceo, se asemeja bastante a alguna cerveza).

No quiero extenderme mucho más, prefiero que las siguientes ocho elaboraciones, que perfectamente podrían ser catalogadas bajo el título de este post, hablen por si solas.

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Para empezar, no podía hacerlo sino con un experimento yankie. Se trata de Black Lobstah Lager, una elaboración de Red Hook, cervecera de la costa este estadounidense. Cómo bien reza el nombre usa bogavantes de la costa de Nueva Inglaterra, para, según sus elaboradores, ¿hacer un intento de réplica de las Oyster Stouts? Que alguien me explique en qué se parece una ostra a un bogavante… De todas formas, por si a alguien le estaban empezando a entrar náuseas, podéis estar tranquilos, el sello de “Marisco de New Hampshire Fresco y Local” te garantiza una indigestión más saludable.


Pasemos a la segunda y nauseabunda elaboración, cómo no, nuevamente desde los USA. Se trata de Rogue Voodoo Doughnut Bacon Maple Ale, una perlita elaborada con bacon ahumado, jarabe de arce y varias maltas ahumadas (cerezo, haya…). Pero es que esto no es todo ya que, además, ésta conocida cervecera de Oregon posee otra versión, Doughnut Peanut Butter Banana Ale con banana, chocolate y mantequilla de cacahuete... A la rica merendola... Para rematarnos, y cómo podéis ver abajo, la “preciosa” botella de color rosa no podría faltar en las estanterías de cualquiera de esas adolescentes seguidoras de la saga Crepúsculo y Justin Bieber.


¿Tenéis hambre? ¿Por qué comer y beber por separado? Los genios de Pizza Beer Company, nuevamente desde USA, nos traen Mamma Mia Pizza Beer, la demostración tanto para los italianos cómo para el resto mundo que la pizza y la cerveza maridan excepcionalmente bien en un cócktail tan repulsivo cómo atrayente a la vez. Prestad atención: albahaca, orégano (hasta aquí nada raro), tomate y ajo. Ésto sí que es una “Cerveza Gastronómica” y no la Inèdit ni la Vg Noster… Ah, y recordad, si os sabe sosa siempre podéis añadir un poco de queso mozzarella dentro de la copa. ¡Buon appetito!

 
 Nadie diría que son yankies... ¿verdad?

Anda, pero si ya llevamos tres “perlas desde USA… Para qué cambiar, ¿no? Bueno pues aquí llega Short’s S’more Stout, elaborada con marshmallow (esas golosinas que algunos llaman nubes), galleta, chocolate con leche y malta ahumada. Arrea con la mezclita… Ideal para reponer fuerzas después de una buena resaca…


Seguimos con la revolución para los desayunos, ésta vez desde Hokkaido (Japón). Atrás quedaron las milk stout… aquí llega Bilk, o lo que es lo mismo Beer + Milk. Esperemos que un producto con ese nombre tan surrealísticamente ingenioso no aloje en su interior la leche contaminada ocasionada por la ola de radiaciones de su vecina sureña Fukushima…


Pero sigamos avanzando. ¿Quién dijo que el ginseng, la homeoterapia, o esos cóctels molotov llamados bebidas energéticas eran suficientes? Aquí llega Stampede Light, de Matt Brewing Company, una cerveza rebosante de vitaminas y ácido fólico, éste último, un componente que se toman, entre otros, las madres embarazadas para prevenir malformaciones en el feto. Stampede te dará el chute necesario para volar, y sino, como mínimo te asegurarás un embarazo psicológico... No hay mal que por bien no venga, ¿verdad?


La penúltima joya de la que os vamos a hablar, siguiendo los derroteros de la anterior, viene de los irreverentes escoceses BrewDog. Hablo de la elaboración que sacaron para hacer su pequeño “homenaje” a los Juegos Olímpicos de Londres 2012: Never Mind The Anabolics. Se trata una IPA infusionada con creatina, guaraná, ginseng, gingo, esteroides, maca andina en polvo, té matcha y nuez de cola. Todo un cóctel revitalizante y energizante que hubiera ahorrado un buen dolor de cabeza al pobre Lance Armstrong y a todos sus seguidores éstas últimas semanas… ;)



Y vamos con la guarrada más grande de todas, la cerveza que soñaba el carnicero de la pelicula francesa Delicatessen, o un buen aperitivo para Holocausto Caníbal. Viene de la mano de Boston Brewing Company (Samuel Adams), y la perla se llama Burke In The Bottle. Elaborada con corazones de ternera asados, melaza y especias, ésta cerveza da un vuelco a los tradicionales estofados flamencos en el plato sirviéndonoslo directamente en la copa. ¡Ah!, y cómo si de unas patatas fritas con sabores se tratara, además existen dos variedades más: Peach BBQ y Spicy Tomato. Mira que son ingeniosos éstos yanquies...


 De las tres etiquetas, quizás ésta sea la “menos mala”.


Y con ésta última joya no apta para vegetarianos dejamos aparcado (quién sabe si en un futuro habrá una segunda parte…) éste listado de “monstruosidades que ningún vaso de cerveza quisiera alojar”. ¡Bon profit!

P.D. Ya podéis ir al WC…

Cerveza en barrica: más allá de la moda.



Hoy vamos a recuperar la sección de las Reflexiones de un Hophead mezclando la modernidad más rabiosa con las tradiciones más profundas, todo ello con un mismo hilo conductor: la madera y más concretamente la de las barricas. Y es que las cervezas añejadas en barrica se han puesto muy de moda en los últimos años, una corriente que, como tantas otras, se ha extendido desde los USA. Y ya se sabe que todo lo que tocan los yankies se convierte en oro, pero aunque suene a obviedad, ni la cerveza en barrica es un invento de los yankies ni tampoco es barrica todo lo que dice serlo.

Quizás uno de los que más provecho ha sacado al tema de las oak aged sea Mikkeller, con decenas de series con la única diferencia de un lavado de cara, o más bien de barrica, a una cerveza base: calvados, whisky (Peat, Bourbon, Islay, Speyside, Highlands…), tequila, cognac, ron, vino (tinto o blanco, Sauternes, Porto, Madeira, Jerez, ediciones con uva Chardonnay, e incluso, para rizar el rizo, hasta barricas que en su día contuvieron el reconocido vino bordelés Chatêau d’Yquem…). Una auténtica pasada.

 Arriba diferentes Mikkeller Black Hole (foto tomada de aquí)


Pero aunque suene a obviedad, no es barrica todo lo que reluce, o al menos no exactamente cómo algunos nos lo venden. Ni todo el mundo tiene acceso a tantos tipos de barricas como quisiera, ni puede permitirse sus elevados costes, tampoco hay que olvidar que su almacenaje es un incordio por el enorme espacio ocupado, la cantidad en litros de una barrica estándar (225 litros) es excesiva en algunos casos… Por todo ello y por otras tantas razones que no vienen al caso existen los chips o virutas de roble, los cuales añadidos a la cerveza (y también al vino) aporta a ésta complejidad y características propias del paso por barrica con un coste y tiempo mucho menor. ¿Es igual el producto final? Yo sin duda creo que no, pero hay tantos puntos de vista al respecto, tanto a favor como en contra, que no voy a entrar en esa discusión.

 Foto tomada de aquí.


Otro aspecto que me gustaría aclarar aunque sea obvio, es que no es lo mismo una Barrel-aged, que como bien reza su nombre debería ser una cerveza envejecida dentro de barricas (normalmente de roble), que una Wood-aged, denominación que debería utilizarse para aquellas cervezas sin paso por barrica y cuya "sensación de envejecimiento" proviene del contacto con madera, por ejemplo con las citadas virutas de roble (u otra madera) o, tal y cómo hacen algunas grandes cerveceras en USA, añadiendo tablones de madera dentro del mismo fermentador. Por tanto, el término Oak aged que tantas veces vemos en las etiquetas, no nos revela si ha habido envejecimiento en barrica u otro método, simplemente habla del contacto con roble de forma un tanto ambigua. Así que si alguien de vosotros elabora cerveza o conoce a alguien que lo haga, cuando haya madera de por medio, pensad dos segundos lo que pone en la etiqueta.

 Un etiquetado adecuado.


Pero tal y como empezaba el post, el uso de barricas en la elaboración de cerveza no es un invento de los microcerveceros yankies. Ya sabemos lo dados que son a creerse los pioneros en muchos temas, y en este sentido algunos comentan muy convencidos que antes de los años 90’ había pocas cerveceras que metieran cerveza en barricas sin que éstas estuvieran recubiertas interiormente con brea para impedir así su influencia en el producto final. Pero hay numerosas muestras de lo contrario, y abajo van no uno, sino tres botones.


En primer lugar tenemos las cervezas lámbicas, las auténticas y no esos batidos jarabeados matasanos nacidos en frías cubas metálicas de algunas grandes productoras belgas. No hay más que hacer una visita a la enorme sala de barricas que tiene Cantillon, por ejemplo, para darse cuenta de la importante influencia que tienen las barricas en la cerveza.

 Sala de barricas de Cantillon.

Las cervezas lámbicas o también las red flandes, por ejemplo, no se entenderían sin los microorganismos que viven en los poros existentes en las paredes de las barricas. Cerveceras como Rodenbach, además, raspan el interior de sus barricas a mano antes de rellenarlos con cerveza, o la citada Cantillon llena los barriles vacíos con agua caliente y los agitan mecánicamente antes de volverlos a rellenar. Así que eso de impedir el contacto madera con cerveza como decía más arriba, nada de nada.


Pero si hablamos de barricas tampoco podemos olvidarnos de U.K., ya que es aquí donde históricamente más estilos han estado ligados a las barricas (scotch ales, stouts, porters, old ales…). Un buen ejemplo son las cask ales, cervezas que por desgracia en la actualidad se venden mayoritariamente en recipientes de acero inoxidable o de aluminio, pero aunque sean muy fáciles de limpiar, muy ligeros y otras tantas razones a su favor, no tienen ese romanticismo de las barricas de madera usadas originalmente. En este sentido no me importaría trasladarme unos pocos siglos atrás para poder saborear la autenticidad de la “beer from the wood”.

BrewDog merecerá muchos apelativos, pero sus barricas Speyside son muy fotogénicas.


El tercer y último ejemplo que quería comentar es el de las rauchbier, ya que en este caso, además de servirlas directamente de los cask de madera por gravedad, éstas joyas ahumadas de Bamberg se elaboran secando la malta encima de madera de haya, otro ejemplo de la relación madera con cerveza.

 Schlenkerla tirada por gravedad directamente del cask.


Así que ya sabéis, las modas están muy bien y ciertamente existen auténticas joyas en este sentido elaboradas por muchas crafts que están en la cresta de la ola, pero ir con cuidado y que no os den gato por liebre al comprar alguna de las cervezas que lleven impresa la palabra madera en la etiqueta, ya que por desgracia frecuentemente es usada un tanto libremente y con un único objetivo: hacer sonar el famoso “ka-ching” de la caja registradora cuantas más veces mejor.


En éstos enlaces podéis leer algo más sobre el tema.

http://beersmith.com/blog/2012/02/20/oak-in-your-beer-oak-chips-and-barrel-aging/
http://realhomebrew.com/2012/03/22/wood-aged-vs-barrel-aged-beer/
http://www.themadfermentationist.com/2010/04/barrel-aged-beer-new-idea-rant.html
http://trappezepub.com/oak-aged-beer-is-it-a-fad/
http://aleheads.com/2012/04/20/barrels-vs-chips/

Mi corta pero intensa evolución cervecera.



En su momento el compañero Max me sorprendió muy gratamente con un post en el que mostraba sin tapujos cual había sido su evolución en este maravilloso mundo de la cerveza. Me pareció una reflexión muy interesante y de la cual se podrían extraer buena cantidad de conclusiones así que pensé en hacer lo mismo sin más pretensiones que compartir una introspección en voz alta. Vamos pues allá.


La verdad es que me hubiera gustado decir que empecé a tomar cerveza desde bien pronto, casi como un sustituto de la leche materna, pero no. Mis primeros contactos con nuestra querida fermentada de cebada fueron tarde, muy tarde, a pesar de estar rodeado de amigos y familiares que la tomaban a diario. Por una razón que sigo sin comprender mi paladar no hacía muy buenas migas con el sabor áspero y amargo de los botellines de Aguila-Amstel, San Miguel o Damm (Mahou, por aquella vieja manía de los valencianos hacia todo lo que viene desde Madrid, no entraba en casa de mis padres). Así que como mucho me atrevía de tanto en tanto con algunas refrescantes claras (cerveza con gaseosa… sí, lo confieso…).

Finalizando la adolescencia, momento en el que muchos decantamos nuestras preferencias por algo líquido (y alcohólico), elegí el vino. Y rápidamente empecé a sumergirme más y más en ese universo: variedades de uva, denominaciones, terroirs, bodegas, coupages… Algo fascinante a pesar del aura snob y en ocasiones algo pedante que rodea a todo este mundo. Pero llegó el boom y con él se multiplicaron los vinos “corrientes” con etiqueta de corte moderno y a precio de oro, el número de catas y con ellas los “entendidos” (ya me entendéis...), las enotecas y vinotecas, los libros, artículos y monográficos en periódicos y revistas, más libros… En fin, que me harté un poco de todo ello y preferí apartarme de esa burbuja, siendo la pasión por un lado y la curiosidad por desgranar el contenido del vaso por otro, lo que trasladé a la cerveza, que ya me gustaba.

Por esa época la cerveza la consideraba poco más que una simple excusa para juntarme con amigos, colegas o familiares, sobretodo como aperitivo, y en ningún momento profundicé más allá de las premium lagers comerciales de aquí. Hasta que de repente un día mis papilas quedaron absolutamente fascinadas con la Voll Damm, cerveza que durante mucho tiempo fue prácticamente la única opción que elegía al salir. Y lógicamente, a raíz de la conocida “doble malta” (por cierto, estrategia de venta muy exitosa, estemos o no de acuerdo con su significado), empecé a buscar más allá: Alhambra Reserva, Mezquita, entre otras cervezas que ofrecían algo más que el resto de clones. Además, como buen coleccionista, me hizo gracia empezar a guardar las botellas de las cervezas que bebía. Y así, con una excusa más, seguí buscando y probando.

 Cuantos buenos momentos me dio ésta cerveza...

Así vinieron las cervezas que encontraba en hípers y súpers (en ese sentido es de destacar la vasta oferta que por aquellos entonces tenían los hípers de la conocida cadena de almacenes del triangulito verde), las weizen alemanas (que rápidamente pasaron a convertirse en mis cervezas favoritas…), alguna que otra belga y muchas lagers. Cuando se me quedó corto tal repertorio empecé a buscar por las tiendas de productos foráneos, y cuando parecía que se terminaban las posibilidades, de repente y como caída del cielo en una de esas búsquedas por la red me topé con un edén muy próximo a mi casa: la Cerveseria Quintana.

Y es que hace no demasiado, encontrarse dos neveras de cuerpo entero no era lo más habitual, y menos aún en un pueblo de poco más de 5000 habitantes situado a más de media hora en coche de la capital del Turia. Que si el aura que rodea a las cervezas trapenses, el curioso sabor de la Rodenbach o la Duchese de Bourgogne, el lúpulo de la Hommelbier, dos grandes teutonas como Schneider Aventinus (ahora TAP6) y Weihenstephaner Vitus, el vaso de la Kwak, las curiosas botellas blancas de Delirium Tremens y Gulden Draak… Aquel vergel de perdición líquida con casi 100 referencias parecía interminable y, no nos olvidemos, estaba repleto de etiquetas en continua rotación… ;-)

  Pasan los años y éstas alemanas siguen entre mis favoritas.


Con el tiempo, lógicamente las neveras fueron quedándose pequeñas y empecé a repetir, pero también a buscar más allá para saciar mi creciente avidez. Fue entonces cuando aparecieron en mi vida las tiendas online. ¡Eso sí que fue una perdición! Una barbaridad de cervezas a unos pocos clicks de casa…

Por esas alturas las cervezas belgas acaparaban mis preferencias. Dulzonas, especiadas, corpulentas y un tanto alcohólicas (en algunos casos demasiado), pero las veneraba. Por el contrario no podía con las cervezas británicas (aunque tampoco había probado tantas como para afirmar algo de forma tan taxativa), especialmente las stout (cuanto daño hace la Guinness y sobretodo quienes la regentan en este sentido…). Pero con eso de ir probando más y más les fui pillando la gracia (muy poco a poco, eso sí) y también a las cervezas con el lúpulo como protagonista (no sabría decir si lo primero llevó a lo segundo o viceversa). Con esta florecilla fue casi como un amor a primera vista. Flechazo rápido y a pesar de algunos encontronazos, extremos en algunos casos, caí perdidamente enamorado de sus virtudes. IPAs, doble IPAs, que si yanquies, británicas, belgas, nórdicas… Un mundo en sí mismo.



Y casi sin pensarlo me embarqué en esto de los blogs cerveceros, muy virgen y sin las ideas muy claras aún, pero con mucha ilusión y con unas ganas enormes de aprender cada día un poquito más.

Pero volviendo a la cerveza, llegó un momento en el que me di cuenta de que las stout, y más aún las imperial stout, se habían cruzado unas cuantas veces de forma satisfactoria en mi camino, así que empecé a profundizar. En este sentido hubo un nombre que me abrió los ojos de la perversión “petrólea”, la Nogne Imp. Stout, una cerveza mayúscula. Luego vinieron todas las demás, que si pasos por barrica, rarezas con ingredientes como café, chocolate o chiles… pero aquella botella ataviada con la etiqueta de la O rayada en color azul nunca se me olvidará.


 
Por esas alturas una de las cuentas pendientes seguían siendo las cervezas espontáneas ya que desgraciadamente por aquellos entonces no existía la disponibilidad actual para elegir, y como mucho nos teníamos que conformar con alguna de las copias adulteradas de las megacerveceras belgas. Hasta que un día cayó en mis manos una Cantillon, concretamente la Gueuze (¿qué mejor manera de desvirgarse, no?), algo que tanto y tanto tiempo había estado esperando, temiendo que lo más probable es que no me gustara como a tantísima gente antes. Pero fue acercarme la copa y ese elixir acre me enamoró casi con solo olerla, más aún que el mundo del lúpulo en su día. Así que fueron desfilando por mi paladar una tras otra, que si gueuzes, lambics de frutas, sour ales y rarezas varias, quedando cada vez más atrapado entre las ácidas fauces de este mundo. Además, y por si no estaba ya bastante seguro de mi amor por las espontáneas, el magnífico viaje a Bélgica de hace aproximadamente un año ahondó más si cabe esa pasión.



Cuántas más cervezas probaba, más quería conocer, y así, buscando incansablemente, llegaron dos maravillosas revelaciones que me marcaron un antes y un después: Schlenkerla Märzen así como Urbock. Mucho había leído al respecto por lo que les tenía verdadero pánico a esas granadas de humo alemanas, pero más que una experiencia negativa fueron la confirmación de que lo mío es ir contracorriente. Al igual que las espontáneas, las rauchbier y las cervezas ahumadas en general fueron un flechazo que dura hasta hoy en día.



Lo siguiente, muy reciente pero aún así no sabría decir el cuando ni exactamente el porqué, fue darme cuenta de que me había vuelto un apasionado por las cervezas británicas, y en menor medida, de las alemanas menos rimbombantes. Quizás fuera consecuencia de hartarme de las cervezas extremas y/o descompensadas, con mucho alcohol, lúpulo o dulzor… O por decirlo de una forma más romántica, algo así cómo quien anda por un camino tortuoso, un tanto perdido y desorientado, y de repente ve la luz con algo aparentemente tan sencillo y que le llena por completo.

 Por qué pocas cosas cambiaría una pinta de una buena ale británica...


Seguramente os habréis percatado de que en todo este recorrido cervecero personal faltan las cervezas artesanas locales. Pues si no me falla la memoria las probé por primera vez más o menos por la misma época en que conocí las tiendas online y tengo que reconocer que me ilusioné irracional y desaforadamente: tanta oferta y de tantos lugares… Pero fue pasando el tiempo, y con éste la cartera fue menguando, y fui quedando más y más decepcionado, con excepciones muy contadas. Una frase que quizás encajaría con la sensación que tenía podría ser: “bueno, no está mal, tampoco es ninguna cosa del otro mundo pero para lo que cuesta…”. Así que llegó un momento en el que no quería ver las artesanas ni en pintura. Seguían saliendo como setas en otoño, casi de forma exponencial, y lo poco que probaba no me decía mucho más que todo lo anterior. Pero hace un año o así empecé a ver la luz al final del túnel y de un mundo en el que parecía primar la homogeneidad y un nivel de aprobado raspado (siendo muy benevolente), pasé a encontrar elaboraciones que se desmarcaban con una creciente calidad. Así que volví a meterme en el ajo, pero cuando aún no había ni tomado aire vinieron las ediciones especiales, las colaboraciones y demás denominaciones que en el fondo (y salvando unas cuantas excepciones, que las hay y muy buenas…) no eran más que elaboraciones algo más especiales a un precio sustancialmente superior. Así que por efecto rebote me volví a alejar, esta vez más ilusionado y confiado por ver cómo se iban haciendo mejor las cosas, pero más exigente si cabe y dejando de lado viejos arrebatos.


Y de este modo llegamos a la actualidad, momento en el que casi sin darme cuenta me he convertido en uno de los veteranos en esto de los blogs cerveceros (aunque en el fondo sigo siendo el mismo pipiolo que empezó con algunos conocimientos más), gozando de un abanico gigantesco de posibilidades, con un panorama verdaderamente ilusionante, con decenas de tiendas físicas, online y bares que ni en los mejores sueños hubiera imaginado, pero buscando la sencillez y las cosas bien hechas en lugar de tanto experimento, que de tanto abusar terminan por cansar hasta el beerhunter más inconformista.

Y para cerrar un post tan personal no podía sino hacerlo brindando y compartiendo alguna de esas cervezas clásicas que en su momento me enamoraron y nunca me canso de repetir: Orval, Rochefort 10, Chimay azul o Schneider TAP6. Y de fondo, sonando una de mis canciones favoritas de Warcry (sí, soy puro corazón metalero).


¡Prost, amigos!

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