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Lo que esconde la industria alimentaria: Food Inc.

por James Brewer

Mondialisation.ca, 16 de septiembre de 2010

WSWS

A la luz de los casos recientes de salmonelosis en los Estados Unidos, es interesante analizar Food, Inc., el reciente documental sobre la industria alimentaria. Esta película realizada por Robert Kenner se estrenó en las salas americanas en 2009, y en DVD en 2010 [En Francia: diciembre de 2009 en el cine y pronto en DVD, ndt]. A pesar de la ausencia de conclusiones políticas notables, la película constituye una acusación sobre la incapacidad del sistema capitalista para proporcionar una alimentación sana y equilibrada a la gran mayoría de la población.

Sea lo que sea lo que usted piense de la industria alimentaria, Food, Inc. le mostrará, de manera inquietante, que la situación real es todavía peor.

Producido y realizado por el director de documentales para la televisión, Kenner, (particularmente las series de la televisión pública americana The American experience [sobre acontecimientos poco conocidos de la historia americana y lo que revelan con más amplitud, ndt] y Two days in october [sobre la guerra de Vietnam, ndt]), con la contribución del coproductor Eric Schlosser (Fast Food Nation) y Michaël Pollan (Omnívoro(a) s Dilemma, Food Rules, Año Eater’ s Manual e In defense of Food: Año Eater’ s Manifesto), ambos son periodistas excelentes que se documentan muy bien sobre la industria alimentaria.

Una de las ideas principales de Food, Inc. es que la realidad de la producción alimentaria en los Estados Unidos no se corresponde con la imagen bucólica que se muestra cual estampitas en los embalajes, sino que la realidad esconde a grandes compañías que fabrican en condiciones brutales.

Food, Inc. Se remonta a loss orígenes de la producción alimentaria moderna – tal vez de una manera un poco simplista – a la industria del fast food, en particular MCDONALD’ S. Para hacer a su empresa más provechosa, los hermanos MacDonald redujeron su menú y lo limitaron a unos elementos esenciales que podían ser producidos en grandes cantidades. Los trabajadores han acabado haciendo sólo una cosa, de modo que se les paga menos y se les reemplaza fácilmente. Desde su éxito inicial, McDonald’s fue el mayor comprador de carne del mundo, y su exigencia de uniformidad cambió la industria de la carne.

Eric Schlosser

Eric Schlosser presenta así la película: «la manera en la que comemos cambió más rápidamente durante los últimos 50 años que durante los 10.000 precedentes. Ahora nuestro alimento viene de enormes líneas de producción donde los animales y los trabajadores son maltratados, y el alimento se convirtió en menor seguro por razones que deliberadamente nos ocultan. No es solamente lo que comemos: es lo que se puede decir, lo que se tiene derecho a saber.

Schlosser nos hace ver que mientras en los años 1907 los cinco productores más grandes de carne de buey controlaban el 25 por ciento del mercado, hoy dominen más del 80 por ciento. Anota que la producción de pollo cambió de modo significativo: «las aves de corral son ahora engordadas y comercializadas en la mitad de tiempo que lo eran 50 años antes, además son dos veces más grandes. No cambiaron el pollo, sino los granjeros. Hoy los granjeros de pollos no tienen control sobre sus aves. Una compañía como Tyson posee las aves desde el nacimiento hasta que son sacrificadas.

http://www.mondialisation.ca/index.php?context=va&aid=21075


La pantalla de las imágenes de vídeo salen fuera del margen del texto, lo que impide una visión completa de toda ella, al estar oculta por la información que aparece en la columna de la derecha. Se puede ver sin estos impedimentos en la siguiente dirección:

http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2010/11/14/lo-que-esconde-la-industria-alimentaria-food-inc/


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El ’happy meal’ incorrupto


Mikel López Iturriaga


«¿Qué pasa si dejas un happy meal de McDonald’s encima de una mesa y lo fotografías durante los 137 días siguientes? Nada. Eso es lo más chocante del experimento artístico de la fotógrafa neoyorquina Sally Davies, que está inmortalizando la evolución de una hamburguesa y unas patatas fritas de la cadena de comida rápida en el salón de su casa y publicando las instantáneas en Internet.

En ambos productos no se observa ningún signo de enmohecimiento, putrefacción u otros procesos que afectan a la comida humana habitual fuera de las cámaras frigoríficas. Más de cuatro meses después de que la artista los comprara, están prácticamente igual que el primer día, cual brazo incorrupto de Santa Teresa.

El proyecto tiene una intencionalidad clara: denunciar lo artificial de la comida de McDonald’s y demostrar su supuesto abuso de los conservantes. Y como todo lo que sirve para poner en solfa a la multinacional, ha tenido una fuerte propagación viral en las redes sociales. Sin embargo, el experimento tiene poco de original, puesto que los tests de duración de hamburguesas de la cadena se han venido sucediendo en Internet en los últimos años.

En 2004, Morgan Spurlock, autor del documental ’Super size me’, metió menús de distintas cadenas de fast food en frascos de cristal y grabó su evolución. Las hamburguesas sí se descomponían, pero las McPatatas permanecieron intactas durante 10 semanas.

La revista neoyorquina ’Stay Free!’ comparó en 2005 una hamburguesa con patatas fritas de un local de comida rápida del barrio de Brooklyn con una de McDonald’s. En una semana, la primera estaba completamente enmohecida, mientras que la segunda sólo tenía leves motas de hongos.

La nutricionista estadounidense Karen Hanrahan mostró en su blog en 2008 una hamburguesa presuntamente comprada en McDonald’s 12 años antes, que había mantenido guardada en un tupper fuera de la nevera. El aspecto apenas había cambiado; según el testimonio de su poseedora, sólo "se empezaba a desmigar un poco y emitía el más extraño de los olores". En la imagen, la hamburguesa de 1996 está a la izquierda, comparada con una fresca comprada en el momento.

En marzo de 2010 la bloguera Nonna Joann publicó en BabyBites una entrada titulada ’Happy birthday, happy meal’, en la que celebraba con ironía el primer cumpleaños de un menú de la cadena comprado hacía un año. Una vez más, las imágenes de la hamburguesa en 2009 y en la actualidad eran prácticamente iguales, a pesar de haber permanecido en una estantería de su estudio en Denver (EEUU) durante 12 meses. "Nunca ha olido mal, nunca se ha descompuesto ni se ha enmohecido", afirmaba Joann. "Creo que las hormigas, las moscas y los ratones son más listos que las personas, porque no se dejaron engañar. Nunca tocaron el happy meal. Los niños tampoco deberían hacerlo".

El último ensayo clínico con las hamburguesas de McDonald’s lo ha llevado a cabo este mes un entrenador personal de Oklahoma (EEUU) llamado Christian Henning, con el mismo resultado: tres meses al aire libre y ni rastro de descomposición ni en la carne ni en las patatas fritas.

Y McDonald’s, ¿qué dice de todo esto? El post de BabyBites tuvo tal impacto en la Red que la cadena se vio obligada a emitir un comunicado defendiendo su comida. "La carne de nuestras hamburguesas no lleva conservantes añadidos", aseguraba. "Desde una perspectiva científica, por la manera en que McDonald’s procesa las hamburguesas frescas, ninguna podría tener ese aspecto después de un año a no ser que hubiera sido manipulada o congelada". Desde su página web española se insiste en que "las piezas enteras de carne se mezclan y pican sin añadir grasa, aditivos o conservantes". Sí se reconoce que las patatas fritas contienen ácido cítrico y terbutilhidroquinona como conservantes.

¿Cómo se explica entonces la larga duración de las hamburguesas? Aparte de la más obvia -que estos tests estén trucados-, hay tres posibles respuestas. La primera, que la mayoría de las pruebas se hayan llevado a cabo en condiciones de baja humedad, por lo que la carne simplemente se ha secado y ha permanecido así inmune a la descomposición. La pregunta entonces sería por qué esto no ocurre con cualquier otra carne frita en casa.

La segunda explicación es que McDonald’s mienta y ponga conservantes, algo que también parece cuestionable ya que un simple análisis podría meter en serios problemas a la multinacional. La tercera, muy personal, es que exista una confabulación entre McDonald’s y el Vaticano, por la cual éste ha cedido el secreto de la incorruptibilidad de los santos a la multinacional a cambio de dinero y/o hamburguesas gratis, en un pacto similar al que mantiene con Joan Collins o Ana Rosa Quintana.

En cualquier caso, da un poco de miedo ver estas carnes inaccesibles a la putrefacción, que desde luego no invitan a lanzarse a visitar los restaurantes de la cadena. Pero quizá también deberían inquietarnos esas frutas y verduras que permanecen intactas después de meses en la nevera -ayer mismo me he encontré con horror unas ciruelas y unos paraguayos semiintactos al volver de vacaciones. O esos embutidos que se solidifican pero nunca se pudren. O esos panes de molde que no se ponen verdes ni en la orilla de un pantano. Claro que no llevan la etiqueta de McDonald’s, y entonces vende menos criticarlos.»


Mikel López Iturriaga en El Comidista, de El País.