Mostrando entradas con la etiqueta De Molen Hemel Aarde Bruichladdich 1972. Mostrar todas las entradas
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FFdA #3.



El tiempo pasa volando y seis meses después nos volvemos a reunir para celebrar una nueva edición del evento más patillero de la blogosfera y del mundillo cervecero digital en general. Hablo del FFdA (Finde Fondo de Armario), un evento que nació hace ya un año gracias a l’amic Birraire y con cuyas siglas estamos llamados a abrir nuestros armarios cerveceros, inspeccionar bien el fondo, desempolvar, poner a enfriar y finalmente disfrutar de aquellas botellas a las que no les encontrábamos el momento pese a que nos moríamos de ganas por probarlas.

En nuestro caso, y para esta tercera edición, hemos elegido cuatro botellas con diferentes anécdotas y recuerdos personales asociados, de ahí que se encontraran en lo más hondo del armario acumulando polvo.


La primera de ellas es una maravillosa sorpresa que nos encontramos el pasado verano en nuestra escapada por tierras bretonas, el único puente que hasta el momento he podido trazar entre algunas micros canadienses y Europa. Elaborada por la reputada microcervecera Dieu Du Ciel!, cuyas etiquetas admiro profundamente, se trata de una stout elaborada con cacao y vainilla llamada ocurrentemente Aphrodisiaque, una elaboración que atesora no pocas críticas positivas. Si es la candidata ideal para este FFdA es precisamente porque durante casi un año no había encontrado el momento de abrirla intuyendo que pudiera ser una delicia y probablemente no pudiera volver a probarla.


Pero dejando los condicionales a un lado, este pasado viernes le llegó la hora y sin duda cumplió con lo esperado. Presencia inmejorable con un color negro opaco y una espuma marronácea compacta y de buena retención, muy atractiva en nariz por las esperables notas a cacao, algo de café y vainilla, y sorprendentemente fácil de beber en boca, con la carbonatación muy bien integrada contribuyendo a la sedosidad de la textura, rebosantes notas nuevamente a cacao y en segundo lugar café, vainilla y algo de regaliz negro. Final ligeramente amargo pero nada estridente. Un maravilloso ejercicio de equilibrio y complejidad pese a tener nada más 6,5º de alcohol.


En cuanto a la segunda, la Haandbryggeriet Norwegian Wood, es una cerveza que ansiaba probar desde antes siquiera de empezar a escribir este blog gracias a alguien que también me provocó el mismo deseo por las cervezas ahumadas de Bamberg, y no es otro que Max, el filósofo cervecero argentino. Se trata pues de una cerveza ahumada pero basada en una receta tradicional en la que el malteado se hace a fuego vivo y se le añaden bayas de enebro. Todo esto sumado a que actualmente soy un amante confeso de las rauch y también de todo lo que hacen estos noruegos de “la mano”, y que además se llama igual que una de mis canciones favoritas del famoso cuarteto de Liverpool, me generaba admiración al tiempo que respeto y temor por si tanta aura se convertía en uno de esos temidos chascos en copa. Pero seis o siete meses aguardando en la despensa eran ya más que suficientes así que en este FFdA decidí abrirla.


Nuevamente nos encontramos con un aspecto muy sugerente, en este caso un bonito color ambarino oscuro con ribetes anaranjados, ligerísima turbidez y espuma beige que no tarda en bajar hasta formar un fino anillo. En nariz predomina el carácter de la madera y el ahumado queda reducido a un agradable recuerdo a panceta, nada agresivo, acompañado también por notas a regaliz y caramelo. En boca entra muy fácil, con una carbonatación viva, que no molesta, que ayuda a cortar el ligero dulzor del trago, en el que destacan más las notas a carne ahumada y ligeramente a humo también, caramelo y regaliz, también frutos secos como la nuez, algunos recuerdos cítricos y también como medicinales, como regaliz mentolada, que contribuyen a un final fresco y amaderado. No sé hasta qué punto el tiempo habrá influido en la intensidad del ahumado, pero sin duda se trata de una cerveza muy equilibrada, curiosa por el toque que le aportan las bayas de enebro, y muy compleja. Una auténtica delicia.


La tercera en desfilar es una edición especial de una cerveza belga, la Hommelbier, que me enamoró perdidamente hace unos cuantos años y que tiene mucho que ver en el nombre de este blog. Hablo de HommelbierHarvest 2012, una tirada limitada de 9000 litros elaborada en plena temporada de cosecha de lúpulo, allá por el mes de septiembre, cuando los conos frescos de Poperinge, la cuna del lúpulo belga, están en su punto álgido. Si ya de por si y sin ninguna otra añadidura esta botellita nos hubiera dado un placer enorme, poder recordar con cada sorbo nuestro último viaje a Bélgica, esa noche fresca de septiembre cenando en Watou con lúpulos recién recolectados colgando de los techos de madera de muchas cervecerías y restaurantes, oler el perfume de sus campos de lúpulo o caminar por esas calles adoquinadas de Poperinge viendo esas insignias metálicas con forma de lúpulo incrustadas en ellas… Creo que os podéis llegar a hacer una idea de por qué cada sorbo de esta joyita fue casi místico.


En copa presenta un bonito color anaranjado muy vivo, con la esperable turbidez de las cervezas belgas, y una abundante espuma blanquecina con buena retención. En nariz destaca lógicamente un sugerente lúpulo, en este caso herbal y cítrico, y más de fondo algo de pan, recuerdos florales y fruta como albaricoque, piel de naranja y un punto a miel. En boca entra muy fresca, nuevamente hacen aparición los ya citados recuerdos aportados por el lúpulo y la levadura, acompañados en este caso por un contrapunto ligeramente especiado, y también algo leñoso, muy agradables. Cuerpo medio y carbonatación viva pero no molesta. Una muy buena cerveza que fusiona la nueva y la vieja escuela en una misma botella.


Y como colofón, una de esas Imperial Stout que se ajustan bien al calificativo de FFdA aunque en este caso fuera otro quien le diera todo el barbecho que lleva detrás. Se trata de una versión de la prolífica De Molen holandesa, concretamente una Hemel & Aarde envejecida en barricas de whisky escocés Bruichladdich ni más ni menos que del ¡año 1972! Solo de pensar que por esas alturas aún faltaban unos cuantos años para yo que asomara la cabeza por este mundo… En fin, una de esas botellas con las que a uno se iluminan los ojos solo de verla, con el cuello envuelto en cera negra para preservar el contenido, elaborada en enero de 2009 con malta peated de la destilería Bruichladdich y envejecida en las citadas barricas antes de ser embotellada en octubre de ese mismo año y desde entonces hasta el pasado fin de semana (unos largos 3 años y 8 meses) ha estado aguardando su momento. Lo peor, que solo contuviera 18cl… pero aún así igualmente se me erizó el vello solo de abrirla, no os digo más.


En aspecto además del profundo color negro que ya anticipa la etiqueta, sorprende que se forme y se mantenga esa espuma marronácea con mayor fuerza de lo esperado. En aroma destacan las notas derivadas a su paso por barrica de whisky, mucha turba, ligero ahumado, licor, uvas pasas y ciruelas, algo de café en el fondo y un contrapunto de vainilla. Maravillosa. En boca entra menos amarga de lo esperado, con una textura sedosa y elevada calidez sin desmadrarse. Aparecen las citadas notas a turba, madera, algo de tabaco también, ligero caramelo y regaliz y caramelo quemado. Lo mejor de todo es que toda esta complejidad se encuentra formando una sinergia y un equilibrio asombroso. Sin duda hacía mucho que no tomaba una I.stout con paso por barrica de este calibre. Una verdadera delicia.


Y así, regodeándonos entre recuerdos, melancolías y una torrefacta oscuridad, y agradeciendo nuevamente a Joan esa bien hallada excusa llamada FFdA, cerramos el pasado fin de semana. Ahora, a esperar otros 6 meses aunque ahora que lo pienso, por el medio habrá un par de eventos más, y sobre uno de los cuales espero hablaros dentro de muy poco;)