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Viaje por Baviera (10): Se acabó lo que se daba…


Con esta décima entrada doy por finalizada la serie de posts sobre el viaje que nos tuvo casi dos semanas por tierras bávaras allá por el ya lejano mes de julio. En el tintero se quedan algunas visitas interesantes pero espero que con las nueve entradas anteriores os hayáis hecho una pequeña idea de las maravillas que aguarda esta región. Además, como sabéis, tengo pendiente contaros las batallitas vividas por Roma y también se acerca la temporada fuerte de festivales por lo que había que empezar a pensar en cortar sí o sí ;).

Así que en esta entrada quiero resumir en varios puntos aquellas visitas que considero imperdibles y algunas cervezas que quedarán para la posteridad, además de otras experiencias que vivimos no tan cerveceras y también recomendables. Pero antes de todo eso quería hacer una pequeña reflexión.

Y es que si algo percibí por cualquier punto de Baviera, por turístico o tranquilo que este fuera, es que la cerveza forma parte de su cultura sin acaparar el protagonismo, aunque en algunos casos la impresión para quienes la vemos desde fuera y sin llegar a rascar más allá de la superficie sea precisamente la contraria. Quizás una explicación sea el tiempo y el recorrido de tantísimas de sus cerveceras, varias de las cuales llevan casi un milenio elaborando. O puede que sea por el precio irrisorio que tienen por allí las cervezas (es raro de ver alguna referencia de 50cl. por encima de 1 euro en cualquier getränkemarkt), lo cual evita que la gente las considere un producto gourmet como si ocurre por aquí con demasiada frecuencia. O quizás tenga que ver con el carácter alemán, más dado al respeto y a actitudes comedidas que a las efusividades extremas, más propias de aquí y que nos llevan a modas demasiado efímeras. O más que posiblemente sean estas y muchísimas otras razones, pero lo cierto es que allá por donde hubiera cerveza (biergarten, festivales…) la gente daba la sensación de congregarse con la excusa de quedar para lo que fuera y de paso tomar unas buenas cervezas pero no al revés. Por ello cuando veo los saraos que montamos alrededor de la cerveza obsesionados con llevar por el buen camino a los pobres descarriados o leo frases como que por estos lares no existe cultura cervecera no acabo de estar del todo de acuerdo. La cultura existe aunque cierto es que labrada con cervezas de una determinada calidad que todos conocemos y aunque es cierto que ni por número de cerveceras ni por antigüedad podemos compararnos en casi nada con Alemania, en el fondo tampoco veo tanta diferencia en la actitud de mucha gente frente a la cerveza. Otra cosa es que queramos ejercer de jueces de calidad y nos parezca más molón tomarnos pale aleso sour ales envejecidas en barrica en un lugar con tropecientas referencias que tomarse unas cañas en cualquier bar de la esquina.

Por ejemplo en Mediona, el alma máter de la que han bebido tantas ferias posteriores, tiene un aire especial, y por muchos elaboradores presentes que haya y por muchas novedades que se presenten, allí lo más importante es el buen ambiente y pasarlo bien y no ir únicamente a probar “cosas raras”. Pasan los años y por suerte no hay cambio. Ni creo que deba haberlo. Y esa sensación es la misma que tuve por esos lugares auténticos de Alemania, lejos de su archiconocida Oktoberfest. Así que confío que dentro de veinte años, cuando el panorama por aquí empiece a estar algo más maduro, cuando se pueda ir a cualquier ciudad y uno pueda tomar cerveza de calidad sin que eso sea una novedad o un hecho al que debamos prestar más atención de la estrictamente necesaria, cuando los freaks, raters, beer geeks y demás “bichejos” seamos minoría, entonces, y solo entonces, seguirá habiendo cultura como ya la hay, pero con una mayor riqueza y diversidad.

Cervezas.

Podría escribir un post con decenas de referencias más que interesantes pero si tuviera que elegir solo cinco serían las siguientes (una va con trampa… ;) ):

- Augustiner Hell vom Holzfass. Si en botella es maravillosa, esta Helles cítrica y herbal tirada por gravedad de barricas de madera es algo celestial, mucho más seca y leñosa pero también bebible y adictiva.


Schneider TAP 5 Hopfenweisse de barril. En botella esta weizen lupulada es una delicia, pero en barril está más cerca de cualquier elaboración yankie lupulada tremendamente bebible y equilibrada. Ah, y corta los grasientos platos bávaros como un cuchillo…

- Las cervezas en Franconia. Sería injusto dejarme alguna de las cervezas que tomamos por Bamberg o Nürnberg ya que salvo alguna excepción casi todas las cervezas franconas tenían un nivel alucinante, eligieras la fábrica o el estilo que eligieras… Los días que visitamos esta región me di cuenta de porqué merece la pena viajar hasta aquí y el sinsentido que es la exportación en según qué casos. Palabra, si tenéis ocasión, perderos por aquí un par de semanas.


- Spezial Ungespundete. Aunque Bamberg sea parte de Franconia esta cerveza merece una mención especial. Hecha por la única cervecera de Bamberg que junto con Schlenkerla elabora rauchbier, pero esta joyita de temporada, elegantemente lupulada, me robó el corazón. Majestuosa.


- Weltenburg Asam Bock de barril. Tomar esta deliciosa doppelbock fuera de la fábrica es una maravilla, pero hacerlo de barril en un lugar tan emblemático y con tanta historia como lo es la abadía de Weltenburg no tiene comparación. Sorprendentemente equilibrada sin que ello merme su complejidad.



Lugares cerveceros para el recuerdo.

- Biergarten del Hirschgarten(Munich). Se trata de uno de los biergarten más grandes de Alemania, con asientos para ¡8000! personas, pero aún así tienes la sensación de estar tan o más tranquilo que en ningún otro lugar, rodeado de ciervos y árboles. Sin duda este lugar tiene una magia especial, y si encima puedes tomar la maravillosa Augustiner Hell de barrica…

- Weisses Brauhaus (Munich). En este local que aloja el restaurante de la Schneider Weisse, en pleno centro de Munich, fue donde nos dimos uno de los mejores ágapes de todo el viaje. Por ambiente, comida y cervezas, posiblemente una de las cinco mejores experiencias.

Tremendo este plato cocinado con Schneider Aventinus...

- Spezial (Bamberg). Schlenkerla se lleva casi siempre la palma al hablar de rauchbier, pero esta pequeña cervecera y su restaurante en Bamberg, merecen como poco recibir los mismos halagos si no más…

- Gänstaller (cerca de Bamberg). Cervezas buenísimas, ambiente auténtico sin nada de turisteo, comida de dioses, trato familiar… Como diría aquel, un local TOP!

- Augustiner Bräustüberl (Munich). El restaurante que Augustiner tiene pegado a la mismísima fábrica. Oler a mosto y a lúpulo en un local situado a pocos minutos del centro de Munich mientras comes copiosas raciones en mesas comunales con gente ataviada con ropajes tan sugerentes como también estrafalarios es algo que recomendaría mil y una veces.

Para qué complicarse con los exteriores teniendo lo que hay dentro...

- Landbierparadies (Nürnberg). Posiblemente la mejor tienda de Baviera, especializada en elaboraciones franconas, prácticamente ninguna conocida por estos lares y con un personal amable y dispuesto a recomendarte ante una vastísima oferta. Ah, y los precios, como en Alemania en general, por los suelos…

- Abadía de Weltenburg. Por las deliciosas cervezas, la belleza del entorno, la paz que se respira, la comida… Sin duda entre Weihenstephan, Ettal, Andechs y alguna más, esta es la abadía cervecera donde mejor lo pasamos.

- Hopfenland. Poner los pies en la tierra sagrada del lúpulo alemán es una experiencia inolvidable.


Más allá de la cerveza…

Como no solo de cerveza vive el hombre, aquí van algunos sitios con encanto que nos gustaron mucho.

- Munich. Esta ciudad tiene algo especial, quizás porque el nivel de turismo no sea tan grande como en otras ciudades europeas, o por su enorme calidad de vida, su seguridad… Aunque ya la conocíamos de otro viaje, callejear por su centro y visitar sus preciosas iglesias es una delicia. Y para cuando estás harto de tanto turismo o quieres montarte un picnic, es una gozada poder tener a dos pasos del centro un jardín como el Englischer Garten, un remanso de paz gigantesco.

- Mittenwald y lago Eibsee. Por el sur de Baviera todo transcurre a otro ritmo, y tanto por la belleza de sus casas y pueblos, como por los maravillosos parajes que los rodean, este enclave es de auténtico cuento.

- Berchstesgaden y Königsee. Esta región situada en el extremo sureste de Baviera, rodeada por Austria, es una preciosidad. Para los adeptos de la historia, aquí esta el famoso nido de águilas en el que veraneaba Hitler. Para quienes gusten de la naturaleza, este lago gigantesco tiene varias rutillas para hacer senderismo. Una región para quedarse una semana entera sin salir de ella.

- Nürnberg. Una de las más gratas sorpresas del viaje ya que siendo la segunda ciudad en habitantes de toda Baviera, no imaginaba encontrarme con un ambiente tan acogedor y un centro histórico tan bello. Además, tendréis que visitar esta ciudad si queréis comer las mejores salchichas de toda Baviera.



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Por si hay alguien que se haya perdido con tanta entrada, aquí va un resumen con los enlaces:
1. München. Hirschgarten, Weisses Brauhaus, Augustiner, Hofbräuhaus, Ayinger, Löwenbräu, Getränke Oase…
2. Nürnberg. Landbierparadies, Hütt’n, Alstadthof Hausbrauerei, Goldenes Posthorn, Café Wanderer…
3. Salzburgo. Stieglkeller, Urban Keller…
4. Regensburg. Spitalbrauerei, Historische Würstküche, Kneitinger Brauerei, Furstliches Brauhaus, Getränkemarkt Frizzz… 
6. Bamberg. Schlenkerla, Ambräusianum, Klosterbräu, Spezial, Fäsla…

Y esto ha sido todo. Espero que hayáis disfrutado leyendo las entradas ni que sea una décima parte de lo que yo lo he hecho rememorándolas. Ahora os animo a todos a que os escapéis a Munich o cualquier otro punto de Baviera ya que no hay nada como verlo in situ para daros cuenta de la grandeza en todos los sentidos de esta región. Y por último solo me queda dar las gracias a Diego por aguantarnos todo ese tiempo, por darnos cobijo y por las cervezas y momentos compartidos. Sin ti, todo esto no habría sido lo mismo.


Prost!

Viaje por Baviera (9): Oberland, Ettal y Mittenwald.


Hoy quiero compartir con vosotros la penúltima entrada (me parece escuchar de fondo unos cuantos resoplidos de alivio... ;-) ) del viaje a Baviera del pasado verano. Y es que aunque en primera instancia quería unir el contenido de este post con el anterior, ya que la visita a la abadía de Ettal no tenía mucha chicha por ella misma, lo cierto es que tanto por el entorno que lo rodeaba como por los numerosos atractivos de la zona he creído mejor separarlo y montar un post individual para que así quien quiera montarse una excursión de un día al sur de Baviera tal y como hicimos nosotros lo pueda hacer, aunque esto signifique publicar un post menos cervecero de lo habitual.

Estuvimos de excursión varios días el sur bávaro pero hoy únicamente me quiero centrar en la visita que hicimos un 23 de julio por el Oberland, en el sur de la región de Alta Baviera (Oberbayern), concretamente por los distritos de Weilheim-Schongau y Garmisch-Partekirchen. Aquí se encuentran dos pueblecitos de cuento, Oberammergau y Mittenwald, rodeados ambos por bellos prados oteados a su vez por las omnipresentes cumbres nevadas alpinas, y todo ello atravesado por la maravillosa Alpenstrasse, la carretera que discurre por los alpes bávaros y que hace las delicias de quienes amamos conducir (aunque no tengamos un BMW cono en el anuncio... ;) ). Y lo mejor es que este edén también tiene varios atractivos cerveceros pero para conocerlos deberéis seguir leyendo.

Mapa tomado y modificado de aquí.

Tras travesar prácticamente toda la región de Alta Baviera llegamos a nuestro primer destino del día, la Wieskirche, una iglesia en medio de bonitas praderas onduladas (de hecho en alemán significa precisamente “iglesia en la pradera”) y cuyo título de Patrimonio de la Humanidad atrae, y merecidamente, a numerosos visitantes.

Si esto os gusta, los interiores son aún mejores…

Tras contemplar sus maravillosos interiores rococó proseguimos hasta un pequeño pueblecito llamado Oberammergau, ya en el distrito de Garmisch-Partekirchen, ya que los maravillosos lüftlmalerei, los frescos que adornan las fachadas de numerosas casas, merecían mucho la pena.


Un paseo tranquilo por sus calles de buena mañana y cuando las previsibles hordas de turistas aún no habían llegado fue algo realmente placentero, pero si a esa visita matutina le sumáis comer cualquier delicia de la primera bäckerei que os encontréis, el gozo se multiplica exponencialmente.

 Ya sé donde quiero retirarme de mayor...

Tras recorrer el pueblo de punta a punta proseguimos nuestra escapada para llegar a Ettal, donde nos esperaba el primer destino cervecero del día, la Klosterbrauerei Ettal. Pero antes de nada tocaba visitar la abadía que da nombre a la cervecería y donde moran los monjes cerveceros.

Siempre da gusto ver tanta variedad a la entrada de un pueblo…
Por fuera...

... y por dentro.

Tras la visita nos fuimos al Klosterbräu Restaurant, donde nos dimos un buen homenaje regado con sus cervezas, una de las razones por las que quisimos montar una ruta por estos lares. Empezamos pidiendo Benediktiner, una weiss servida de barril bastante más maltosa de lo habitual, con un punto cítrico y un ligero amargor como contrapunto. Seguimos con una Pils refrescante, ligeramente herbal y un punto amargo, y su Dunkel, también de barril, con muy buen aroma, acaramelada, ligero toffee y regaliz así como algo herbal.


Terminamos con su Doppelbock esta vez en botella, cerveza valorada en Ratebeer con un sorprendente 98, algo que para nada es habitual entre las alemanas. En este caso ofrecía los esperables recuerdos a caramelo y también caramelo quemado, un punto de café, con una entrada aparentemente liviana pero que fue de menos a más a medida que tomaba temperatura. De esas cervezas que con un sorbo podría pasar desapercibida pero que con tragos consecutivos revela su auténtica grandeza. Por ponerle un pero, quizás el punto excesivo de carbonatación.

Rica doppelbock...

Maravillosa esta ternera (Münchner Tellerfleisch)
con salsa de rábano picante.

En este punto teníamos dos opciones, o bien continuar hacia el suroeste y visitar el Schloss Linderhof (uno de los palacios del “demente” Luis II) o bien seguir hacia el sur hasta Mittenwald, y como de iglesias y palacios ya íbamos bien servidos nos decantamos por la segunda opción.

Así que después de travesar numerosos y bucólicos valles llegamos por fin a Mittenwald, un pequeño pueblecito fronterizo con Austria, enclavado en medio de montañas y de bosques como bien desvela su nombre.

Aunque no es ni de lejos una de sus mejores calles,
me gusta este rincón con los Alpes de fondo…

Aquí tuvimos una de esas revelaciones maravillosas que todo viajero espera encontrar y que dan un aire especial a todo viaje, y es que en este lugar parecía haberse detenido el tiempo. Más allá de las bellísimas casas, adornadas con mayor cantidad de lüftlmalerei si cabe que en Oberammergau (aunque por lo visto en este último son de mayor calidad…), el ambiente de cuento era verdaderamente cautivador, pese al turismo. El perfecto lugar para irse a vivir y desconectar del mundanal ruido de las ciudades.

Tras pasear de nuevo por sus laberínticas calles llegamos al segundo destino cervecero del día, la Brauerei Mittenwald, en la salida sur del pueblo y a menos de 500 metros de Austria.


Alojado en uno de esos típicos edificios de montaña hechos con piedra, pizarra y sobretodo mucha madera por dentro y por fuera, se situaba el Post Keller, un restaurante pegado a la fábrica de cerveza y único lugar donde por lo visto sirven sus cervezas sin filtrar.

Pedimos primeramente su Leichtes (light), una rubia ligerita que nos sorprendió muy gratamente ya que de normal todas las light me suelen generar pavor, así que cumplió sobradamente la función de refrescar el gaznate con un lúpulo herbal bastante marcado. Seguidamente probamos una Kellerbier bastante atípica, ni muy turbia ni demasiado cerealosa y nuevamente bastante subida de lúpulo. Terminamos con una Märzen, acarameladita pero nada empalagosa nuevamente por el destacable lúpulo cítrico y herbal. Tres cervezas muy bebibles que sin ser sobresalientes tampoco se les puede echar mucho en falta para disfrutarlas.

Leichtes, Keller y Märzen.

Tras terminarnos la Märzen fuimos a una pequeña tiendecita de la fábrica situada en un lateral entre el restaurante y la cervecería. Aquí compramos numerosas botellas de su amplio portafolio a un “carísimo” precio de entre 0,65 y 0,80 euros la botella de 50cl. Ver para creer, como en cualquier getränkemarktalemán.

En este punto teníamos previsto disfrutar de un pequeño sendero en una garganta llamada Partnachklamm que empieza cerca de las famosas pistas de esquí de Garmisch-Partekirchen y que discurre por dentro de la montaña aprovechando el camino excavado por el río, pero desgraciadamente algo así como una tendinitis que me estuvo atormentando un pie durante gran parte del viaje impidió la rutilla. Así que improvisamos y nos fuimos a nadar al Eibsee, un lago glaciar situado a 1000 metros de altura, a los pies de la montaña más alta de toda Alemania, el Zugspitze. Y en este maravilloso enclave natural nos improvisamos un picnic a media tarde con unas cervecitas que llevábamos en la neverita del coche, cerrando así una jornada menos intensa en lo cervecero que otras anteriores pero que disfrutamos enormemente.


Viaje por Baviera (8): Weihenstephan y Andechs.


En esta octava entrega de la serie bávara he querido juntar las visitas que hicimos a dos clásicos como son las abadías cerveceras de Weihenstephan y Andechs, en Freising y en la población del mismo nombre, respectivamente.



En cuanto a la primera, Weihenstephan Brauerei, como bien sabréis, está considerada como la cervecería en activo más antigua del mundo ya que oficialmente se fundó en 1040 (menuda barbaridad…), aunque otro documento del año 768 ya hace referencia a un campo de lúpulo en sus inmediaciones. Está claramente especializada en cervezas de trigo aunque también elabora entre otras cervezas una doppelbocksublime llamada Korbinian y recientemente ha abierto una línea de exploración en colaboración con la Universidad Técnica de München, que tiene uno de sus campus en Weihenstephan, más en consonancia con la línea por la que se mueve el mercado en la actualidad (“Hoplosion” o “Pale ale” por ejemplo).

Llegamos a la colina de Nährberg, sobre la cual se asienta la cervecería, tras la estupenda jornada vivida en Nürnberg, aprovechando que Freising nos venía de paso de vuelta a München.

Esta especie de perro, oso o fraile (observar la cabeza),
o todo ello junto, nos recibe en la entrada.

Como llegamos algo tarde, tras recoger al amigo Diego en la estación de tren fuimos directos hacia su biergarten. Comparado con otros gigantescos como por ejemplo el del Hirschgarten o el de la torre china en Munich, este biergarten parecía más la terraza veraniega de un restaurante, pequeño y tranquilo pero con un ambientazo espectacular pese a estar algo apartado del centro de la ciudad, con unos cuantos árboles bordeando los límites del jardín y con una bonita puesta de sol que hizo la visita más mágica aún si cabe.

Por aquí me temo que el suelo no estaría igual de impoluto...

Centrándonos en la cerveza, y como ya conocíamos más que sobradamente las Weihenstephan (a quien no, le recomiendo encarecidamente probar su Hefeweissbier), nos decantamos directamente por dos de sus joyas, Vitus y Korbinian, y también por una Dunkel cuya existencia desconocía y que tras buscarla por la red creo que se llama “Tradition”.

Korbinian, Vitus y Tradition.

Vitus es una Weizenbock realmente alucinante, con bastante más cuerpo que una típica weizen rubia, con las clásicas notas a plátano, chicle y clavo acompañadas por algo de alcohol pero muy bebible en su versión de barril. Aún sigo dando las gracias a mi querida Cerveseria Quintana por dármela a conocer hace ya unos cuantos años. La Korbinian es una doppelbock que rinde homenaje a uno de los monjes fundadores de la abadía y es una auténtica delicia, como marcan los cánones del estilo rebosa notas dulzonas y maltosas, caramelo, pasas, algo de regaliz, y a pesar del cuerpo no era nada empalagosa en su versión de barril. Tradition, como toda buena dunkel que se precie, tenía un trago muy fácil, con un buen equilibrio entre el caramelo y los frutos secos por un lado y el amargor por otro. Sin duda tres magníficas cervezas.

Para amortiguar estos elixires nos acercamos al self-servicesituado en uno de los lados del biergarten para pedir una ensalada de pollo, un schweinshaxe (el famoso codillo de cerdo) y unas costillas también de cerdo. Como veis, todo ligerito y sin nada de grasa… ;)

Odio tener que usar el flash...
pero hay veces que es imposible obviarlo...

Y así, disfrutando como enanos, entre risas y contándonos batallitas hasta que el biergarten empezó a quedarse vacío, despedimos una jornada estupenda.

Para quienes dicen que los alemanes no tienen sentido del humor...
Genial este comedero para perros y también sus cartelitos... XD
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Días después, de vuelta tras otra magnífica jornada por la zona de Berschtesgaden, en el extremo sureste de Baviera y en plenos Alpes, lindando con la frontera austríaca, decidimos parar en la abadía cervecera de Andechs, en alemán Kloster Andechs Brauerei. Y es que pese a que esta cervecera tiene un local en pleno centro de München, en una callejuela situada entre la Frauenkirche y el Neues Rathaus, decidimos visitar la abadía situada unos 40 Km. en dirección suroeste por aquello de buscar la tranquilidad y alejarnos del turismo y el bullicio atronador de las grandes ciudades.

La abadía de Andechs se encuentra pegada al lago Ammersee y al igual que Weihenstephan se encuentra sobre otro monte, en este caso llamado Heilige Berg (monte sagrado), el cual junto con la silueta de la abadía son los protagonistas del logo de la cervecera que tenéis a continuación.


Tras dejar el coche en su enorme parking (por lo visto esta abadía es un centro de peregrinaje bastante reconocido) y ascender por la corta pero empinada cuesta llegamos al complejo dispuestos a disfrutar de una jornada épica.

Preciosa iglesia.

En este caso había varios biergarten, cada cual con su ambiente, además de un restaurante interior, una zona donde servían la cerveza, otra para la comida, y por encima de todo esto la iglesia de estilo rococó. Tras pillar asiento en una de las numerosas y gigantescas mesas comunales fuimos a por la cerveza.

Andechs Spezial Helles y Doppelbock.

A pesar de conocer también su extenso portafolio empezamos con ganas pidiendo su Helles y su Doppelbock, ambas servidas de un artilugio que no terminó de quedarme claro si funcionaba por gravedad como las maravillosas Augustiner de München o si en realidad había algún mecanismo dentro. La Helles tenía un sabor maltoso intenso cortado por lúpulo cítrico y también muy herbal, muy rica aunque en mi opinión un escalafón por debajo de la celestial Augustiner Helles. La doppelbock, lógicamente muy maltosa y con mucho caramelo, melaza y regaliz, algo de caramelo quemado, sorprendentemente equilibrada y para nada empalagosa pese a ser corpulenta. Una gratísima sorpresa de barril.

Se aceptan apuestas:
¿servida por gravedad o no?

Disfrutando como enanos de repente vimos como la tranquilidad reinante se rompía con hordas de jovenzuelos corriendo a por cerveza. Asombrados y algo extrañados por si se iba a pinchar alguna cosa especial o estacional terminé con brío mi maß para recibir el jarro de agua fría de que a las 20.00h dejaban de servir cerveza. Tras encajar la noticia, con más mala leche que otra cosa, las cosas como son, pedimos algo de picoteo en un self-service bastante sencillo y tras esto nos marchamos con el rabo entre las piernas de nuevo a München... Lo bueno es que allí nos aguardaban unas buenas cervezuelas frescas en la nevera para cerrar el día como tocaba... ;)

Aún hoy sigo sin entender como puede ser que a las 20.00h de la tarde, con el sol bien arriba en el horizonte, con un tiempazo de escándalo y con varios biergarten bastante repletos de gente consumiendo, decidieran cerrar. En fin, cosas de vivir en un lugar donde en verano la gente difícilmente sale a tomar algo antes de las 21h o las 22h, supongo…

Con lo bien que esperábamos pasárnoslo aquí...

En resumen, una visita inesperadamente fugaz que no hubiera merecido nada la pena de no ser por el encanto que tiene tomarse una cerveza en un lugar tan mítico como es esta abadía, alejado de las aglomeraciones. Pero más allá de eso, tanto por el sinsentido del horario (quizás en fin de semana lo alarguen) como por la vuelta en coche o tren a Munich en mi opinión no compensa demasiado hacer esta excursión, al menos por la tarde.


Y así doy por cerrado este post algo más corto de lo habitual con la visita a dos abadías que tienen mucho en común: ambas están situadas a unos 40km de Munich, están construidas sobre una colina y producen magníficas cervezas. Ah, y aunque en nuestro caso fuimos a ambos sitios en coche, quizás os interese saber que ambas cerveceras están bastante bien comunicadas en tren con el centro de Munich.

Viaje por Baviera (7): Zoiglstube Gänstaller Drei Kronen.


Hoy vuelvo a la carga con los post de Alemania (ya quedan muy pocos…) y esta vez el protagonista es uno de esos locales que entran directos a mi lista de las mejores experiencias vividas alrededor de la cerveza.

Todo empezó varios meses antes del viaje, cuando estábamos planeando la visita a Bamberg. Sabíamos que nos íbamos a tener que quedar allí a dormir sí o sí ya que por un lado el kilometraje que nos separaba de vuelta en coche hasta Munich en condiciones no muy adecuadas lo recomendaban, y por otro eso nos permitiría disfrutar más tiempo de la ciudad y de sus numerosos encantos. Pero cual fue nuestra sorpresa cuando vi que en Ratebeer ponían un brewpub llamado Zoiglstube Gänstaller Drei Kronen como el mejor destino de toda Baviera, algo sorprendente por estar situado en un pueblito minúsculo de algo más de 500 habitantes llamado Schesslitz-Strassgiech y a pocos kilómetros de Bamberg cuyo nombre, estaréis conmigo, no es precisamente famoso. Extrañados y tras leer algunas referencias muy positivas sobre el lugar no dudamos en cuadrar horarios, reservar hotel cerca y esperar la llegada del día de la visita.

Pero en realidad no diría toda la verdad al afirmar que el nombre de Gänstaller me pillaba completamente por sorpresa ya que existe una rauchbier que tenía fichada de haberla visto en varios libros y sobretodo en numerosas webs donde acapara numerosos elogios. Hablo de Affumicator, elaborada por Gänstaller en exclusiva para un templo como es el Ma Che Siete Venutti a Fà de Roma. Así que si uno de los mejores bares del mundo tenía alguna relación con esta cervecera alemana poco conocida debía ser por alguna razón…

Llegamos a Schesslitz-Strassgiech (o eso decía el GPS, porque ni el nombre ni la pinta de barrio periférico daban ninguna certeza de ello…) sobre las 19h tras la jornada maratoniana en Bamberg que relaté en el post anterior. Tras descargar los bártulos en una acogedora pensión muy cercana al local nos fuimos sin muchos rodeos a ver qué nos deparaba la cervecera de “las tres coronas”.


Fue cruzar la puerta principal y rápidamente supimos que no íbamos a vivir una jornada cualquiera. El local rebosaba calidez y encanto, con mucha madera en el suelo, las paredes, el techo y todo el mobiliario, bañado por una luz tenue proveniente de algunas velas en las mesas y algunas lámparas en el techo, y en cuanto a los parroquianos todo era gente mayor, alemanes auténticos y no como en otros sitios clásicos en los que los turistas abarrotan las mesas. De verdad, un sitio con un encanto especial y en el que podrías estar simplemente sentado sin hacer nada más que admirar la postal que desfila ante tus ojos.


Al poco de sentarnos vino Andreas, con quien había compartido un par de mails para evitar la más mínima posibilidad de encontrarnos las puertas del local cerradas. Ya entonces me pareció un tipo de pocas palabras aunque en el cara a cara coincidí con Rosana en que se trataba de ese tipo de gente que no necesita de palabras para hacerte sentir como en casa, de hecho tuvimos esa extraña sensación que ocurre con aquella gente que tienes la impresión de conocer de toda la vida con un primer encuentro, que transmite mucho afecto y muy buen rollo con una simple mirada y una sonrisa. Tras hablar con él y explicarle qué hacíamos en aquel pequeño pueblo nos dejó con su mujer, mucho más parlanchina y tratando de hacer lo imposible por explicarse en un inglés que no terminaba de dominar.

En cuanto a cervezas empezamos eligiendo la Zoigl y la Kellerbier. La Zoigl estaba alucinantemente fresca, con mucho lúpulo, floral, cítrico y herbal, que descansaba sobre una base muy cerealosa que a su vez compensaba un final seco y amargo. ¡Tremenda! En cuanto a la Kellerbier tenía poco cuerpo, era muy bebible y refrescante y tenía al cereal como principal protagonista aunque acompañado por un lúpulo suave, cítrico y herbal, y también una ligera acidez.


Tras terminar la primera ronda nos animamos con otra pero esta vez para acompañar la cena. En este punto he de reconocer que se me pasó apuntar lo que comimos y tras seis meses no consigo recordar mucho más que un pincho de cordero con una salsita muy rica y por otro algo parecido (si no era directamente eso) a un schnitzel… Aún así entre mi libreta he encontrado la frase “comida sublime” lo cual creo es suficientemente ilustrativo… ;).


Aunque las fotos dejan mucho que desear, son lo mejor que pude sacar…


Gozando entre excelente comida y cerveza, y en un ambiente, repito, inmejorable, fue terminarnos la comida y volvió Andreas pero esta vez con una sorpresita en forma de dos botellas entre las manos. La primera, Kultura Scura, elaborada para el citado Manuele de Ma Che Siete Venuti A fà en Roma, muy bebible pese a ser bastante maltosa, con caramelo, recuerdos a frutos secos, un punto ahumado ligerísimo y con un final lupulado. La segunda nos dejó sin palabras, una colaboración con De Molen, Närke y Jacobus, una doppelbock llamada Europa-Bier Elevator que bien podría pasar por una imperial stout por el color, el elevado amargor, las notas a café, torrefactos y chocolate, y un marcado toque herbal tan propio de algunas De Molen… ¡Magnífica!


Foto pésima, botella sin etiquetar…
Todo compensado por un contenido sublime…

En ese momento una pareja con ropa de ciclista se unió a la mesa al escuchar que no éramos alemanes. Nos contaron que ellos también eran tenían un blog y que venían desde Praga en bici y, casualidades de la vida, también conocían a Max (el filósofo). Entre pintas terminamos charlando de lo humano y lo divino hasta las tantas, y cuando llegó la hora de despedirnos nos soltaron que no tenían donde dormir pero que no les preocupaba, que alguna solución encontrarían… (según me dice el amigo Google Translate al traducir su post, un arroyo fue su cama…). En fin, sin palabras. Y así, con esta curiosa situación que un amigo de Madrid hubiera firmado con uno de sus famosos arqueamientos de cejas dimos por terminada una jornada que empezó en Bamberg (sí, aunque parezca increíble) y que finalizó en una taberna celestial hablando con unos checos ciclistas en plena madrugada. Lo que consigue la cerveza desde luego no lo hace nada más…

Y para cerrar el post lo lógico hubiera sido recomendar que no os perdierais este auténtico templo escondido en la Franconia más profunda ya que sin duda fue una de las mejores experiencias del viaje, pero cual fue mi sorpresa cuando buscando el enlace de Ratebeer para adjuntarlo en este post vi que lejos de aparecer entre los mejores destinos de Baviera lo que había hecho es cerrar, concretamente el pasado 4 de enero. Según parece por lo dicho en su Facebook el cierre del restaurante es temporal y mientras la cervecera continuará elaborando. Esperemos que vuelvan a abrir porque sin duda es uno de los mejores sitios en los que he tenido el placer de disfrutar de buena cerveza, buena comida y también buena compañía.

Viaje por Baviera (6): Bamberg.


Cada vez son menos las balas que me quedan en la recámara del viaje que disfrutamos el pasado verano por Alemania y la de hoy es sin duda una de la que más ganas tenía de disparar. Hablo de la crónica de nuestra visita a una de las ciudades más míticas del planeta cerveza como es Bamberg, mundialmente conocida por una de sus cerveceras, Schlenkerla, pero con una oferta mucho más amplia. Sin más dilación vamos con la ruta que nos marcamos a lo largo de un día.

No podía fallar la típica foto...

Salimos de buena mañana de Munich en coche y tras dejarlo en uno de los baratos y bien comunicados Park & Ride a las afueras de Bamberg nos fuimos escopetados hacia el centro y más concretamente hasta una parada muy, pero que muy clara. ¿Alguien intuye cual? Exacto, ni turisteo ni atracciones varias como callejear más allá de lo que íbamos viendo sobre la marcha ya que no queríamos que la estrella, la visita a la mítica Schlenkerla (o Brauerei Heller, que es como realmente se llama), se hiciera esperar.

Cerveza y arte juntos de la mano...

Así que podéis imaginar nuestro desconcierto al ver que recién cumplido el mediodía, el local, laberíntico como pocos que haya conocido con infinidad de rincones interiores y exteriores, estaba abarrotado, sin un solo sitio libre en el que poderse sentar. Así que muy a nuestro pesar y tras pensarlo muy mucho decidimos volver a salir y dejar la visita para más tarde, temiendo que el remedio fuera peor que la enfermedad.


La elección fue un brewpub situado tres casas más allá, el Ambräusianum, y así podíamos ver lo que se cocía en un local menos clásico al tiempo que hacíamos tiempo para volver a lo que verdaderamente nos interesaba.



Como se ve en la foto, el local tenía un aire bastante moderno, aunque sin que se echara en falta la típica calidez de los locales germanos, con mucha madera clara y las instalaciones del brewpub visibles a la entrada. Para beber nos pedimos la estacional Sommer (verano en alemán), muy turbia y cerealosa con una marcada acidez, bastante refrescante; y una Dunkel bastante carbonatada, un poco plana y en la cual destacaban unos agradables toques a toffee y caramelo pero que no escondían un final agrio no muy agradable. Una visita quizás prescindible por sus cervezas pero interesante para ir más allá del sota-caballo-rey que conforman los locales más conocidos de la ciudad.


Tras terminarnos las cervezas, he de reconocer que con bastante celeridad, volvimos de nuevo a Schlenkerla esta vez con un nudo en la garganta por si lejos de mejorar el panorama seguía igual. Pero fue plantarnos en medio de la puerta principal y como si un tsunami hubiera arrastrado la casi la totalidad del gentío que antes abarrotaba el local tanto de pie como sentados, ahora el panorama era completamente distinto, respirándose un silencio y una calma sobrecogedora visto lo anterior, lo cual nos hizo sospechar que incluso iban a cerrar a mediodía. Pero lejos de cumplirse esos cantos agoreros nos dieron paso a uno de los cálidos y acogedores comedores rebosantes de madera oscura en los que entramos dispuestos a disfrutar. Un sueño hecho realidad y solo de pensar en aquel momento se me eriza el vello...


Nada más sentarnos en la mesa nos atendió una camarera poco versada en inglés y sin mucha conversación a la que pedimos dos medias maß de Schlenkerla Kräusen, una cerveza de temporada servida por gravedad directamente de una barrica de madera y que solo está disponible durante los meses de verano. Mezcla de la cerveza aún verde con la madura, lo cierto es que este elixir tan ligero como refrescante, sin mucha carbonatación y con un suave toque ahumado, a un precio tan alucinante como 2,5€ por los 50cl… Sin duda nos encandiló.

Schlenkerla kräusen: un elixir de dioses...

Íbamos con retraso con respecto al planning previsto de antemano pero tras el susto inicial que hizo temer nuestra estancia en este local decidimos disfrutar del momento y por ello quedarnos a comer aquí. Pedimos las famosas bamberger zwiebeln, un plato tradicional de Franconia consistente en cebollas al horno rellenas de carne salseada con rauchbier, y por otro lado el tipiquísimo eisbeino codillo asado de cerdo (creo que fue el único de todo el viaje), acompañado de las famosas y en este caso muy ricas kloß (unas bolitas de patata rellenas). Para beber esta vez pedimos una ronda de su excelente Märzen, también maravillosa.


Schlenkerla Märzen.

Tras terminar el festín y con el cuerpo entonado y listo para continuar la visita, de repente empezó a caer uno de los típicos aguaceros veraniegos bávaros que dejó las calles completamente vacías. Había que encontrar refugio y la más cercana e interesante propuesta, próxima al puente más fotografiado de la ciudad (el de la primera foto del post), fue Klosterbräu, fundada en 1533 (se dice pronto…).


El local estaba completamente vacío cuando llegamos, cosa que la lluvia se encargó de solucionar en pocos minutos. Lo interiores en este caso eran más elegantes, con aspecto más de restaurante que de taberna como en el caso de Schlenkerla, pero otra vez con el encanto y calidez propia de cualquier local germano.

Para beber en este caso nos decantamos por su Schwärzla (suave, de trago fácil, torrefacta y con un ligero final metálico) y Braunbier (una especialidad de la casa, de aspecto ambarino, con recuerdos acaramelados, a pan y muy bebible).


Tampoco queríamos alargar mucho más la estancia ya que nos aguardaban bastantes locales más así que decidimos continuar con nuestra ruta. Eso sí, para quienes visitéis este local os recomiendo muy mucho el minúsculo pero muy cuidado biergarten con jardín en el que disfrutar de las cervezas si el tiempo lo permite.

La lluvia, lejos de amainar, ahora iba asociada a una terrible tormenta eléctrica impidiendo no solo disfrutar de la ciudad sino también movernos a cualquier sitio así que decidimos ir a Brauerei Spezialpara así refugiarnos y que de mojarse algo fueran nuestras entrañas. Una curiosidad sobre esta cervecera es que junto con Schlenkerla son las dos únicas de la ciudad que siguen elaborando el característico estilo rauchbier en su ciudad de origen, un tipo de cerveza con carácter ahumado debido al secado de la malta sobre madera de haya.


En cuanto al local era pequeño pero muy acogedor y con muchísimo encanto, sobrado de madera y con unas banquetas comunales en las que se mezclaban desde viejetes jugando a cartas mientras tomaban su pinta ahumada, el clásico turista que viaja solo, los ubicuos japos y sus Nikon… De verdad un ambiente envidiable.


Ya se lo que quiero ser de mayor...

Aquí tomamos la Ungespundete (una de las mayores sorpresas de todo el viaje, muy lupulada tanto en nariz como en boca con recuerdos leñosos y herbales de lúpulos nobles, muy ligera y tremendamente bebible) y la Rauchbier Lager (muy equilibrada, con un suave ahumado y nada cansino, también muy bebible). Enormes cervezas en un local imprescindible si visitas Bamberg, en mi opinión de hecho el mejor de la ciudad.


Justo enfrente de Spezial se encuentra la Brauerei Fässla, un local peculiar, con un beergarten interior menos acogedor que los de Spezial o Schlenkerla, con un personal bastante áspero con los extranjeros (algo, por otro lado, bastante habitual en la mayoría de locales de Bamberg). De hecho al preguntarle por las cervezas que tenían se hicieron los suecos y nos sirvieron lo primero que pillaron, cosa sorprendente conociendo la enorme variedad de esta cervecera. Incluso los parroquianos no parecían muy felices de vernos por allí, y concretamente un grupo se quedó mirándome con cara de bastante malas pulgas por estar haciendo unas fotos del local... Pero centrándonos en la cerveza, lo cierto es que su Lagerbier nos encandiló, con un toque suave a cereal, ligeramente lupulada y, cómo no, muy bebible gracias a una carbonatación muy bien integrada.


Eran casi las seis de la tarde y el cuerpo no estaba para muchos más trotes (pensad que no tomamos nada en cantidades inferiores a 50cl) así que muy a nuestro pesar, con varios locales más pendientes, entre ellos el Café Abseits (según parece, de lo mejor de la ciudad), nos planteamos dar por cerrada la jornada. Además aún nos esperaba una excursión a un lugar no muy lejos de Bamberg en la que a la postre disfrutaríamos de una de las mejores experiencias del viaje. Pero de esto último ya os hablaré en otra ocasión... ;).

Así que resumiendo, la conclusión extraída de Bamberg es que se trata de un auténtico vergel cervecero, de los mejores destinos a los que alguien que ama la cerveza puede viajar por sus numerosos locales, pero dejando la cerveza a un lado creo que aún siendo muy bonita creo que hay otros destinos infravalorados cuyo conjunto está como poco al mismo nivel, sin ir más lejos Nürnberg.

Precioso lüftlmalerei.

Está claro que el mal tiempo y el bullicioso turismo de la mañana que deslucieron en gran parte nuestra visita son fácilmente subsanables en ambos casos evitando viajar aquí durante el verano, pero otra de las razones de que no disfrutásemos tanto como esperábamos fue la falta de la calidez humana presente en otras partes de Baviera. Quizás la explicación sea la barrera idiomática ya que aquí pocos hablan inglés (o no quieren hablarlo), cosa que más hacia el sur es completamente impensable vayas donde vayas. O bien se deba a que como leí por alguna parte en Franconia son muy suyos, no se si me explico… Lo cierto es que siempre hay gente que se muestra predispuesta a ayudar pero en general la impresión fue de que la gente era mucho más reservada con los extranjeros y en varios locales nos encontramos un trato dejémoslo en poco agradable. Pero como siempre, se trata de una experiencia personal y no se pueden sacar conclusiones de una sola visita, así que si alguien viaja a este auténtico must cervecero ya nos contará…